El nuevo Congreso: límites y aprendizajes

La aprobación del Presupuesto 2026 en el Senado marcó un cambio de estrategia en el oficialismo, que apostó por la negociación y el consenso con bloques opositores y aliados provinciales

Diego Santilli, Patricia Bullrich y Martín Menem.

Tras un traspié en la Cámara de Diputados imputable pura y exclusivamente a la mala praxis y las expectativas desmedidas de un oficialismo aún embriagado por la victoria electoral, el Gobierno consiguió finalmente cerrar el año con la aprobación del Presupuesto 2026.

No solo lo consiguió con gran holgura (46 votos a favor, 25 en contra) sino con un trámite mucho más previsible y ordenado, que da cuentas de la nueva etapa que puede abrirse en el Congreso si Milei empodera a figuras con experiencia negociadora y solvencia en materia política como Patricia Bullrich y Diego Santilli en lugar de habilitar a los corifeos del tan heterogéneo como improvisado espacio que suelen renegar de la disciplina, el método y las artes de la negociación, a la vez que autopercibirse como exegetas de una “batalla cultural” que cada vez pierde más sentido ante las demandas y urgencias de la sociedad.

Superadas las primeras reacciones intempestivas luego de la derrota en Diputados, que incluyeron desde rumores de un posible -y delirante- veto a su propia iniciativa hasta amenazas de recorte de fondos a algunos gobernadores señalados por el incumplimiento de compromisos, se impuso una visión más realista y moderada. Si en Diputados pareció que el oficialismo estaba dispuesto a sacrificar su primer Presupuesto en el altar de la “batalla cultural”, en el Senado acabó articulándose una estrategia mucho más pragmática, centrada en la idea de que era importante cerrar el año con la “buena noticia” no solo del Presupuesto aprobado sino de un oficialismo robustecido y con capacidad de obtener victorias legislativas.

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Para convertir en ley el Presupuesto 2026, el primero que Milei consigue avalar en sus dos años de gestión, no solo el gobierno tuvo que resignarse a que el texto se votara sin el capítulo XI -rechazado en la Cámara baja- que incluía las derogaciones de las leyes de Emergencia en Discapacidad y Financiamiento Universitario, sino que tuvo que ajustar su estrategia con los gobernadores aliados y sectores dialoguistas.

Sin excesos de confianza y sin sobredimensionar el efecto alineamiento de una victoria electoral que le dio una considerable representación parlamentaria que, sin embargo, no es suficiente ni para garantizar el quorum ni -mucho menos aún- para construir las mayorías necesarias, Bullrich y Santilli le mostraron a Milei una metodología y un rumbo diferente al adoptado en Diputados y defendido por algunos supuestos guardianes de la “ortodoxia” libertaria y adláteres de la cruzada anti-casta que pululan en la Casa Rosada.

Lo cierto es que la holgura en la votación de la primera sesión del Senado con su nueva integración, mostró a un oficialismo que no solo tuvo el acompañamiento de los bloques de la UCR, del PRO y el grueso de las bancadas “federales”, sino incluso de sectores del peronismo de Catamarca, Jujuy y Tucumán. Precisamente esos legisladores, que conformaron un bloque propio denominado Convicción Federal, no solo votaron a favor en general sino que hicieron lo propio con en el capítulo segundo, que era el más polémico.

Es que en dicho capítulo se incluía el articulo 30, que recorta fondos a educación y ciencia, y que en los días previos al debate en la cámara alta había dado lugar a especulaciones respecto al voto de algunos radicales. Sin embargo, el apoyo de los legisladores que responden a los gobernadores Jalil (Catamarca), Jaldo (Tucumán), Sáenz (Salta) y Passalaqua (Misiones), compensó una merma de votos en la votación en particular que fue incluso mucho menor a la esperada. Aquí sí fue conducente -a diferencia de lo ocurrido en Diputados- el forzar la votación por capítulos, lo que coadyuvó a evitar rechazos al artículo 30.

Así las cosas, el oficialismo logró finalizar el año y la primera etapa de un ambicioso periodo de sesiones extraordinarias, con una tan esperada como necesaria victoria legislativa que debiera dejarle al gobierno algunas lecciones de cara a las exigentes discusiones que se vienen en febrero, y que dan cuenta de que no debe sobredimensionarse el efecto del triunfo electoral ni de un volumen parlamentario propio que, aunque importante, aún requiere de un trabajoso, complejo y dinámico ejercicio de negociaciones y acuerdos con los gobernadores.

Un ejercicio que, por cierto, no solo demanda de una estrategia parlamentaria ajustada, liderada por los referentes más experimentados en el diálogo y la interlocución con otros actores, sino también de una actitud más moderada y pragmática del propio Ejecutivo. Algo que, por cierto, Milei pareciera venir abrazando tras la euforia inicial de la victoria electoral, no solo en el plano político-legislativo, sino incluso en el campo económico (flexibilización del sistema de bandas, estrategia de acumulación de reservas e, incluso, emisión controlada): es que no solo será necesario para intentar sacar adelante la agenda de reformas estructurales sino para enfrentar los desafíos de un 2026 que podría complicarse si no hay una reactivación económica que empuje la producción y el consumo, y -más aún- si aún en un escenario de desinflación pero sin crecimiento sostenido comenzaran a asomar los fantasmas del desempleo.

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