La reacción de los mercados tras la elección del 26 de octubre alargó el horizonte de la Argentina y abre una oportunidad para intentar recalibrar los vértices del triángulo (Macro, Micro y Gobernabilidad), necesarios para apuntalar la estabilización de la economía. La baja en el índice de riesgo país a la zona de 650 puntos básicos acelera las chances de que el Tesoro nacional deje de pagar al contado los vencimientos de la deuda en dólares y extienda los vencimientos de la deuda en pesos permitiendo usar el señoreaje (la transferencia de recursos al sector público que ocurre cuando el Banco Central incrementa la cantidad de dinero y el Estado puede usar esos nuevos pesos antes de que la inflación erosione su valor) para la acumulación de reservas y no para el pago de la deuda.
El cambio en la composición del Congreso aumenta las chances de avanzar con reformas estructurales que apuntalen la productividad sistémica, condición necesaria para sostener en el tiempo la consolidación fiscal y para moderar el daño que la necesaria apertura de la economía en el mundo actual va a tener sobre sectores enteros de la economía, contracara del salto en la productividad y recomposición de precios relativos buscados usando el dólar como semi ancla.
En diez meses las importaciones subieron 29%; las de China, 61%; las de Brasil, 39% y las de EEUU, 9%
En tanto, las de bienes finales vienen subiendo a un ritmo mayor al doble que el promedio: bienes de capital 61%, bienes de consumo 63% y autos 115%. La cantidad de turistas argentinos en el exterior subió 45% frente a una caída en los turistas receptivos de 12,5%, con una relación 2 a 1 y un déficit acumulado de USD 9.600 millones en nueve meses.
Es cierto que se parte de una economía muy cerrada y que las exportaciones también crecen, pero el deterioro la cuenta corriente es evidente: de un superávit de 0,8% del PBI en 2024 (USD 8.000 millones) a un déficit de 1,7% del PBI proyectado para 2025 (-USD 12.000 millones). No está claro que los sectores ganadores (minería, energía, agro/agroindustria, industria del conocimiento) compensen a los perdedores en términos de empleo y mucho menos en términos geográficos.
Por ahora, las economías de plataformas y el monotributo vienen amortiguando el daño y la tasa de desempleo solo subió 2,3 puntos porcentuales desde que arrancó la gestión (de 5,3% a 7,6% con un crecimiento acumulado de la economía del 7% desde noviembre 2023), aunque frente al alargamiento del horizonte de la política y la decisión de no recalibrar las bandas priorizando la desinflación rápida con dólares financieros, es probable que esta dinámica del empleo se acelere.
La necesaria adaptación de las leyes laborales al mundo actual se inscribe en esta dinámica. Por lo pronto, avisaron que el esquema de bandas se sostiene a rajatabla. Aunque dejaron de decir que “el esquema no necesita comprar dólares” o “que solo van a comprar dólares en el piso de la banda (hoy en $930)”. Ahora sostienen que “no van a comprar dólares a un tipo de cambio artificialmente alto”, aclarando que “van a hacerlo por la Cuenta Capital cuando la demanda de pesos lo permita”.
En 10 meses las importaciones subieron 29%; las de China, 61%; las de Brasil, 39% y las de EEUU, 9 por ciento
Deberían decir cuando la demanda de deuda en pesos a plazos más largos lo permita. La fuerte suba en los precios de los activos financieros post elecciones descomprimió la presión cambiaria, el dólar cotiza en $1.450 y pareciera que el nuevo piso de las bandas está en torno a los $1.400, donde tímidamente el Tesoro empieza a comprar dólares.
La curva de futuros comprimió en la misma dirección con todos los contratos hasta febrero 2026 abajo de la banda superior. Y lo hizo con una descompresión muy significativa en la tasa de interés de pesos de las Lecap que vuelven a operar en niveles casi neutros contra la inflación, muy positivos en dólares. Casi que hasta podría decirse que el esquema para estabilizar la demanda de pesos es “castigar una y otra vez a los que compran dólares”, apostando a que, cual perros de Pavlov, los argentinos se convenzan de que el activo de reserva es el peso y no el dólar, dejen de comprar dólares y mejor aún “saquen los del colchón”, y no construyendo un ancla alternativa a la cambiaria en un esquema donde buscan tasas negativas para reactivar el crédito (aunque ahora sin Cepo).
La pregunta ya no es si recalibra o no; la pregunta es si mantiene el esquema y logra comprar dólares en el medio de las ‘nuevas bandas’ o si en algún momento el dólar se pega a la banda superior y el BCRA se ve obligado a recalibrarlas
Hasta ahora este esquema requirió inyectar dólares adicionales, los del blanqueo en septiembre de 2024, los del FMI en abril de 2025 y los de Bessent en octubre de 2025 (en medio de la corrida electoral). El puente hasta la salida de la cosecha y, fundamentalmente, hasta que el Tesoro pueda empezar a acceder al mercado internacional para refinanciar los vencimientos de la deuda en dólares (algo que no pareciera ocurrir antes del pago de los cupones de enero para los cuales se estaría trabajando en un nuevo Repo) lo está dando la oferta originada en las colocaciones de deuda del sector privado, a las que se le sumó la Ciudad de Buenos Aires (USD 4.143 millones desde las elecciones).
Hoy el desvío de la meta de acumulación de reservas con respecto al compromiso con el FMI es de USD 13.000 millones. El argumento del gobierno, otra vez, es que “esta vez es distinto”. Con superávit fiscal primario en 1,5% del PBI, el exceso de gasto resultante de un déficit en Cuenta Corriente está originado en decisiones de consumo e inversión del sector privado y no del sector público. Sostienen que el apoyo de Bessent y el aumento del Capex asociado al RIGI -financiado con deuda o con aportes de capital del sector privado- impulsarán aún más las exportaciones (que hoy ya superan en USD 28.000 millones las de 2017). Esto, agregan, podría llevar a que Argentina empiece a parecerse a Australia, un país que mantiene déficit en cuenta corriente desde hace casi 50 años sin enfrentar crisis de balance de pagos.
O, más cerca en el tiempo y en la geografía, parecerse a Brasil que, entre 2006 y 2011, aprovechó la debilidad del dólar global y acumuló reservas por USD 300.000 millones (la mayor parte por la Cuenta Capital) mientras dejó que el real se fortaleciera, beneficiándose del contexto externo para terminar de construir la reputación del Banco Central y desacoplar la inflación del precio del dólar.
Lo que no mencionan son las tasas de interés extraordinariamente positivas que manejó Brasil (6,6 puntos porcentuales en promedio desde 1999) y el superávit fiscal primario de 3% del PBI hasta 2011 (déficit financiero muy alto, dado que ellos sí registran en la estadística los originados en la deuda en su moneda).
El aumento en el déficit de cuenta corriente ocurrió además con superávit comercial y estuvo originado fundamentalmente en las utilidades y dividendos y en los intereses de la deuda del sector privado. Su contracara es un financiamiento casi automático por la Cuenta Capital asociado a la inversión (en 2024, el 64% de la inversión extranjera directa está explicado por reinversión de utilidades).
Por lo pronto, frente a la dinámica de los flujos apuntalados en el resultado electoral (put de Bessent mediante) y a la decisión del gobierno de sostener la banda superior se vuelven a recalibrar los escenarios. “La pregunta ya no es si recalibra o no; la pregunta es si mantiene el esquema y logra comprar dólares en el medio de las ‘nuevas bandas’ o si en algún momento el dólar se pega a la banda superior y el BCRA se ve obligado a recalibrarlas”.
La materialización de uno u otro escenario dependerá, casi exclusivamente, de la capacidad del gobierno de acceder finalmente al crédito para dejar de pagar la deuda al contado, algo que a su vez va a depender del rearmado de la política y la capacidad para avanzar en las reformas.
La autora es profesora de Economía en IAE Business School y directora de la consultora EcoGo. Esta nota se publicó en el IEM de noviembre del IAE, Escuela de Negocios de la Universidad Austral