“¡El hombre con su trabajo continúa la obra creadora de Dios! y subrayó que aún hoy, la dignidad de muchas personas es pisoteada, invitando a luchar por la justicia en el mundo del trabajo”
(papa Francisco, 1 de mayo de 2020, misa en Santa Marta, en memoria litúrgica de San José Obrero)
Este cronista participó la semana pasada de un encuentro realizado en la UNLAM, con la Pastoral Social de la Diócesis de San Justo y el Foro obrero y empresario “Rodolfo Bufano” de dicho centro educativo. El rector de esa casa, Ing. Daniel Martínez, el obispo de San Justo Eduardo García y los representantes gremiales de trabajadores y empresarios reflexionaron sobre el trabajo, lo cual nos invita a volver sobre el tema.
Los filósofos y el trabajo
El mono desnudo fue el título de un libro de divulgación científica publicado en 1967 por el zoólogo y etólogo británico Desmond Morris. Estudia las características animales de la especie humana y en ese plano advierte que el animal humano es uno de los pocos mamíferos carentes de pelaje en el cuerpo, aunque conserve algo de la pilosidad ancestral en la piel. Morris desarrolla su análisis desde el estudio del comportamiento animal.
Para esta breve exposición tomaremos la expresión homo sacer del filósofo italiano Gregorio Agamben, quien explica la condición de desnudez el hombre actual desde la antropología y la política contemporánea. La pilaridad fue reemplazada por el abrigo y el abrigo del trabajador es la ley del trabajo.
La expresión homo sacer esta tomada del Derecho romano arcaico, es decir, basado en las antiguas costumbres, anterior al derecho romano escrito que nace con las XII Tablas. Esos términos literalmente significaban “hombre sagrado” y también designaban aquel sujeto que quedaba fuera del derecho divino y del derecho positivo, es decir del soberano. Estaban afuera de las leyes. Por eso no podían ser sacrificados como ofrenda a los dioses ni tampoco muertos por el poder político. Sí, en cambio, podían ser asesinados impunemente por cualquier ciudadano. Como siglos más tarde Carl Smith fundamentando el estado de excepción admite el poder discrecional y absoluto que le permitiría al soberano decidir sobre la excepción.
Adam Smith entendía el trabajo como universalidad creadora de riqueza en general, haciendo abstracción del contenido, de la actividad y el producto. Los sociólogos, con los avances tecnológicos y la gran producción posterior a la revolución industrial, acopiaron la expresión “sociedad del trabajo”.
En el siglo pasado, la centralidad del trabajo humano y la productividad fue fuente de innumerables análisis ontológicos y primero se pensó que era el eje alrededor del cual giraba el universo hasta que más adelante surgieron las críticas a esa centralidad.
Finalmente, con el aumento de la desocupación, la creciente precarización, la desindustrialización en algunos de los principales países como sucedió en Estados Unidos, pusieron en crisis el carácter central. Sin embargo, el trabajo humano sigue siendo un elemento clave en la vida de todos los países del mundo.
Argentina tiene una larga tradición de normas protectoras del trabajo en relación de dependencia que arranca en los comienzos del siglo pasado, y da un salto cualitativo en la década del 1940 durante el primer y segundo gobierno peronistas. Junto a la jurisprudencia de los tribunales del trabajo y de la Corte el Derecho del Trabajo compone un plexo normativo y jurisprudencial fundante de la vida, de la organización y la cultura de los argentinos sobre la base del respeto por la dignidad del hombre hecho a imagen y semejanza de Dios (Gen.).
Por el excesivo gasto público durante los primeros gobiernos de Perón hubo un ajuste económico en el año 1952. Instalado el neoliberalismo en casi todos los gobiernos desde 1955 a la fecha, sufrieron desórdenes de sus economías que condujeron a realizar ajustes.
A pesar de haber sido los gobiernos militares los que tomaron grandes deudas con el FMI y realizaron exorbitantes compras al extranjero, como la fábrica de submarinos a Alemania o la construcción de los estadios de futbol para el Mundial ’78. “Ajustes” que afectaban en especial a los trabajadores y la flexibilización laboral.
Desde el desarrollo del concepto de “alteridad” hecho en la filosofía moderna por Pedro Laín Entralgo encontramos el concepto de “alteración” como atropello existencial en su dimensión histórica. El concepto ampliado de la alteración pretendida por el gobierno puede permitirnos vincular la muerte y la enfermedad laboral a un proceso que suprime no solamente la capacidad de vivir bien sino la capacidad misma de vivir o de ser humano, a la derogación de las normas protectorias del trabajador, es decir al trabajo desnudo y al homo sacer cuyo extremo es la esclavitud.
La flexibilización pretende la reformulación de las leyes centrales del Derecho del Trabajo: la ley 20.744 de Contrato de Trabajo (1974) que rige las relaciones individuales; la 14.250 de Convenios Colectivos de Trabajo; la ley 14.455, de 1958, luego 23.551 de 1988 de Asociaciones profesionales; y la ley 18.610 de obras sociales. Los precedentes en democracia, Alfonsín y la llamada Ley Mucci (atomización sindical) abortada por el Senado; las de Menem en 1991 y 1995 -24.465 y 24.467- y la ley 25.250 del año 2000 (ley Banelco) de Fernando de la Rúa.
La modificación del régimen de descanso diario y semanal, de las vacaciones, las mayores horas de trabajo, las mayores exigencias en la productividad, la flexibilización de las negociaciones salariales, la derogación del principio de la ultractividad de los convenios colectivos de trabajo, la reducción de las indemnizaciones por despido y de los aportes patronales, las limitaciones al derecho de huelga son todas modificaciones que cercenan beneficios y derechos en el trabajo concreto, aumentan las presiones sobre el trabajador y su familia y disminuyen el consumo.
Es así que “la dignidad de muchas personas es pisoteada”, como afirmó el papa Francisco el día de San José Obrero, alterando, en nuestro caso, la vida de por lo menos 13 millones de argentinos y la vida de los actuales y futuros jubilados por la disminución de las contribuciones patronales. Las medidas se traducen en desprecio, infelicidad, sacrificio, angustia, desolación, enfermedad y muerte.
Cuatro millones de trabajadores en blanco y cerca de 9 millones de trabajadores informales o en negro -precarizados- serán los pasajeros del tren de la vida del trabajo negando haber sido “creados a imagen y semejanza de Dios” (Gen.1:27).
La alteración del hombre y mujer causada por el proceso de precarización laboral y de sobrecarga de trabajo
El sentido que le estamos otorgando al término “alteración” es el de un cambio provocado en la realidad psicoespiritual del ser humano, consecuencia de una historicidad. Un alterarse que es un no vivir desde sí mismo, sino desde “lo otro” como enajenación de la propia vida. (“Ensimismamiento y alteración”, J. Ortega y Gasset). Como si el trabajador se viera obligado a pensar y sentir como el dueño de la empresa o su representante renunciando a su mismidad, a su familia y reiteramos “a su propia vida”. Ahora será el patrón el que determinará las horas de trabajo, los descansos y cuándo tomará las vacaciones, si aplica o no las disposiciones del convenio que no fueron renovadas por el transcurso del tiempo de vigencia del mismo, etcétera.
Efectos del trabajo precarizado y/o forzado en el mundo actual
Dice un informe más o menos reciente que “la ola de suicidios de trabajadores franceses (resultado directo de las intensas presiones en Orange-France Télécom y PSA Peugeot Citröen), subraya que ciertos regímenes laborales han empujado a un umbral insoportable tanto a los trabajadores fabriles como a los (supuestamente privilegiados) trabajadores de cuello blanco”.
Karoshi significa muerte por exceso de trabajo. Es un problema de salud a nivel mundial examinado en su lugar de origen, Japón, donde se tomaron las medidas limitantes. Solo en ese país hay entre 1.000 y 2.000 muertes al año debido a la sobrecarga laboral; la Organización Mundial de la Salud declaró que trabajar 55 horas o más a la semana supone un grave peligro para la salud del individuo capaz de causar la muerte: 745.OOO al año mueren en todo el mundo por exceder ese límite. Nosotros no sabemos cuántos enferman o mueren por esas causas.
Primer efecto es la siniestralidad laboral
La emergencia del concepto japonés karoshi es la señal de un fenómeno similar que parece crecer en Japón. En el Reino Unido, según datos oficiales, más de medio millón de trabajadores de todos los sectores llega a enfermar por estrés laboral. En la República Argentina nunca se sabe cuántos enferman o mueren por sobrecarga laboral como no se sabe cuántos sufren lesiones cerebrales o mueren por sobredosis de cocaína.
Decía el obispo Eduardo García en el encuentro en la UNLAM: “…una sociedad que no alimenta la esperanza es una sociedad que nos lleva a la muerte, a la droga (hace unos días explicaba que por las noches se puede caminar por la Avenida Crovara de Ciudad Evita y ver a menores de 10 o 12 años consumiendo cocaína), una sociedad que nos lleva a la muerte, porque no hay futuro, rige el “¿qué se yo?”, “mañana no sé”.
Todo lo dicho demuestra que la siniestralidad laboral es algo más complejo que el permiso “para matar sin cometer homicidio y sin celebrar sacrificio”. Siguiendo con la análogo con otros aspectos negativos de nuestra realidad social como son las drogas, es más fácil matar suministrando sustancias prohibidas a menores que cometiendo asesinato. Tanto el trabajo como proceso y el trabajo como proceso vaciador de la vida del trabajador, como el proceso de la introducción al consumo y el proceso vaciador de la vida del niño que lo llevan a la muerte tienen que permanecer en la invisibilidad.
Preguntamos: ¿soportarán desde sus poltronas los dirigentes sindicales y los representantes del pueblo semejante degradación del Derecho del Trabajo?
Dice el obispo García: “…algunos se explican diciendo que son las estructuras, no le pidas a las estructuras lo que sólo puede darte tu cambio personal” y en una clara denuncia de la corrupción sindical y política agrega: “Una cosa es perder ‘algo’ y otra cosa es venderse por ‘algo’” y en línea con los silencios ante los atropellos a los derechos de los trabajadores se preguntó: “¿Por qué hay tanto silencio? ¿Por qué tanto silencio en La Matanza, porqué guardan silencio los sindicatos mientras las tripas suenan?"
Parece inhumano el proyecto anunciado pero también sorprende la aceptación voluntaria de la nuda vida del prójimo, la indiferencia de los representantes del trabajador representado cuando su desnudez lo lleva a la muerte física o muerte laboral entendida como facultad de ser humano.
El segundo efecto es la licuación de los objetivos comunes y de la solidaridad de los trabajadores entre sí
La alteración se mide en base a nuestra capacidad social de relacionarnos como humanos, de amar, de mostrar empatía y solidaridad, trabajar por objetivos comunes mediante el apoyo mutuo (en lugar de competir individualmente) y dar prioridad a formas de acción valorables por su carácter social –no por un cálculo rígido del beneficio económico-.
En este aspecto una cuestión es ver en profundidad la realidad del papel que cumplen los delegados del personal y los dirigentes del sindicato. La realidad indica que en muchos casos los propósitos enunciados por el sindicalismo no se logran y las relaciones entre los sindicalistas y los trabajadores se han vuelto lo que Bauman llama relaciones líquidas.
Prima la codicia personal, los intereses individuales, la conservación del cargo por sobre el bien común. Los revolucionarios de los 70 u 80 hoy son ancianos multimillonarios a quienes emularon o buscan emular los que los sucedieron o se encuentran en la “carrera sindical” y así la historia de la lucha de los trabajadores ingresó a un laberinto del que sólo se sale por arriba.
La anulación de la vida espiritual, cultural y de capacitación
El tercer efecto es el primero. Resistir a la anulación la vida espiritual. ¿No está hecho el trabajador a imagen y semejanza de Dios? ¿No coopera el trabajador en la obra divina de la Creación? ¿Qué lugar ocupan en su vida laboral la educación, las actividades culturales, la capacitación en las nuevas tecnologías y en las formas del trabajo?
Los trabajadores, los empresarios y las universidades ¿no deberían cooperar entre sí?
Se trata de un tiempo en el que se están produciendo grandes cambios en el mundo del trabajo tanto productivo, en la fábrica, cuanto en el de la producción inmaterial donde el diálogo es fundamental.
Los distintos sectores implicados, ¿no deberían asumir la función de capacitación interpersonal para un nuevo mundo del trabajo donde irá en aumento una resignificación de la cooperación, la autonomía y la comunicación concretas en la producción material e inmaterial?
Según debate la filosofía del trabajo hoy es el trabajo mismo el que tiende a producir los medios de interacción, comunicación y cooperación para la producción.
Es decir, son los mismos trabajadores los que cooperan entre sí con mayor autonomía y participan en la planificación de los modos de producción. ¿No son acaso ellos los que inventaron la máquina con la que se produjo la primera revolución industrial? Un tema de gran vigencia en países como Italia es investigar y debatir cuál es el camino a seguir en esta era postindustrial, de una economía basada en información y el conocimiento. Como la nueva organización de las empresas en forma de redes y la producción por encargo de mercancías singularizadas, el toyotismo (justo a tiempo) y las nuevas formas de participación en el proceso de producción de valor a través de actividades cognitivas, afectivas y comunicativas.