La pandemia de la Covid-19, además de traer consigo la pérdida de empleos y reducción de ingresos, también afecto las capacidades de compra de las personas, peor aún, limitó el acceso de estas a una adecuada alimentación. Hacia fines de 2022, un estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) dio cuenta que, en 2021, el 51% de la población de Perú vivió en situación de inseguridad alimentaria; es decir, que redujeron la calidad de su dieta o comieron menos de lo que necesitaban.
Para la FAO, que la cuarta parte de la población peruana haya caído en condición de pobreza durante 2021 habría sido la principal causa de esta situación, puesto que le impidió cubrir su canasta básica de alimentos. Así, las personas en esta condición no habrían tenido otra alternativa que aliviar su hambre con lo que estuviese a su alcance, sin considerar alimentos que contengan los nutrientes necesarios. Y, dadas las condiciones económicas del mundo y nuestro país en 2022, la afectación en indicadores sociales como la anemia se hacía previsible.
La anemia no ha seguido la tendencia de reducción de la pobreza de los últimos casi veinte años ni ha mejorado sostenidamente con veintiún años de crecimiento económico ininterrumpidos hasta antes de la pandemia. En 2014, la tasa de prevalencia de anemia de niños entre 6 y 36 meses de edad fue de 46.9%; mientras que en 2022 fue de 42.4%, habiendo registrado un 38.8% en 2021. Sí, la anemia a nivel nacional aumentó el año pasado.
Para contrarrestar esta situación, no solo hace falta educar a la población sobre una adecuada alimentación, así como brindar asistencia nutricional con programas o planes nacionales, sino también tomar en cuenta y actuar sobre aquellos factores que inciden en la capacidad de gasto de las familias en general, ya que hablamos de incidencia de anemia tanto en zonas rurales (51.5%) como urbanas (39%).
Con un menor crecimiento de la economía peruana y una elevada inflación durante 2022, la afectación en los bolsillos de todos era una consecuencia inmediata. En 2022, según cifras del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), la inflación fue de 8.56%. La división de consumo de Alimentos y Bebidas No Alcohólicas alcanzó una inflación de 15.22%; y la de Transporte, 10%. Así, estos resultados habrían sido una variable adicional en las causas del aumento de la anemia en el Perú.
Recordemos que la inflación elevada, si bien se dio por un escenario externo de altos precios: energía, alimentos, insumos para la agricultura y transporte, también se debió a la incapacidad del gobierno del presidente Castillo para mitigar sus efectos en la economía de todos los peruanos, más aún de los más vulnerables.
En lo que va de 2023, según cifras del INEI, el índice de precios al consumidor nacional se sitúa en 2.66%; mientras que la división de consumo Alimentos y Bebidas No Alcohólicas está en 5.77%. Por ello, si las autoridades, más aún las del interior del país, no actúan con sentido de urgencia para mitigar los impactos de, por ejemplo, eventuales desastres o fenómenos naturales: fuertes lluvias e incluso Fenómeno El Niño en el norte; y friaje o heladas en las zonas altoandinas, la afectación en precios durante este y el próximo año no solo golpearía los bolsillos de los más vulnerables, sino también su salud, poniendo en riesgo su desarrollo cognitivo.
No combatir la anemia oportunamente traería deficiencias en aprendizaje, pérdida de concentración, por ejemplo, lo que finalmente le resta capacidades a la persona adulta, lo que finalmente se traduce en pérdida de productividad del capital humano.