El traje de un líder

Las medidas deben ser exactas. Debe calzarle como corresponde. Lo que muestra por fuera debe ser genuino con lo que sucede dentro. Las medidas no son las del ruedo; son las de sus capacidades, coherencia y transparencia

Una mujer sigue la lectura del libro de Esther durante la Fiesta de Purim (imagen de archivo: New York City. REUTERS/Stephanie Keith)

La noche cerrada comenzaba lenta su retirada. Los primeros destellos de un amanecer tímido invadían sumisamente los pasillos del Gran Templo. Sin embargo, la mañana temprana no terminaba de vencer aún el silencio amigo de las calles oscuras y vacías. En la soledad de ese instante que aún no es día, apenas se percibe el movimiento de una sombra que sube las escaleras de piedra hacia el altar. El Sacerdote sube los peldaños con pasos humildes y orgullosos hacia la tarea primera. El anonimato es total. No será un ritual como los demás. Sólo él, el líder, está a la altura requerida para realizarlo. Sus testigos serán la noche, el silencio y su propia alma. Los vestidos para la tarea son especiales, únicos. Después de una breve plegaria, inspira profundo y finalmente lo hace. Debe ponerse a barrer las cenizas. Las del fuego que había ardido durante la noche que moría.

El ritual de Terumat Hadeshen, la “Elevación de las cenizas”, era lo primero que realizaba el Sacerdote (Levítico 6:1-3). Para abrir el día, primero se debe cerrar la noche. Encender nuevos fuegos para alumbrar, exige hacerse cargo de lo quemado la noche anterior. Somos herederos de todos los mañanas, así como de los escombros del pasado. Las cenizas debían ser elevadas y colocadas en un lugar especial. Lo que queda del ayer, es tan sagrado como el amanecer que irrumpe.

Un detalle del ritual de las cenizas, es que el Sacerdote debía vestir unas ropas particulares. El texto llama al manto que lo cubriría: “Midó Bad”. Un nombre extraño ya que ese ropaje es llamado tradicionalmente “Ketonet”. Pero la palabra “Midó” lleva un secreto. “Midó” en hebreo significa también “su medida” (similar a la palabra en español) por lo que exégetas como Rash”i explican que el manto debía tener las “medidas” exactas del Sacerdote.

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Las medidas del traje del líder deben ser exactas. El traje debe calzarle como corresponde. Lo que muestra por fuera debe ser genuino con lo que sucede dentro. Las medidas no son las del ruedo. Sino las de su alma, su carácter, su personalidad y sus ideas. Son las medidas de sus capacidades, de su coherencia y su transparencia. El líder debe ser y parecer. Su traje habla de lo que representa. Lo que muestra debe corresponder con las medidas de lo que en verdad es. Sus acciones desde la primer hora del día, deben llevar las medidas de su responsabilidad con lo que hizo hasta aquí, con lo que haya sido incendiado, tanto como con su compromiso con los fuegos a encender para el mañana.

Acabamos de terminar la fiesta de Purim, la fiesta de los disfraces y las máscaras. En Purim leemos un texto de la Biblia llamado “Meguilat Ester”, el “Libro de Ester”. Pero el nombre del libro también lleva un secreto. “Meguilá” además de “Libro” significa a la vez: “descubrir”, y el nombre “Ester” significa: “oculto”. El Libro llama a descubrir lo oculto. Aquello que se esconde detrás de las máscaras. Reconocer si lo que se muestra por fuera habla de lo que en verdad se es por dentro. Si acaso el traje tiene la medida.

A veces, al líder le queda demasiado grande el traje. Las ideas que expresa no tienen que ver con la vida que lleva. La ideología que parece vestir, no es la que en realidad cree. Sirva como ejemplo, el drama que se vive hoy en Ucrania. El presidente Zelensky era hasta ayer un humorista de televisión. Sin embargo, se colocó el traje de líder de su nación, no le avergüenza barrer las cenizas con sus propias manos, y ya nadie puede decir que le genere alguna risa su liderazgo. Genuino, real, auténtico, valiente. No es algo a lo que estemos acostumbrados. Quizá por eso resulta el héroe de la hora. Los líderes no suelen hacerse cargo de las cenizas en las que vive su gente, ni madrugar en silencio para resolver el incendio que dejan a su paso por las noches. Lo más dramático, es que envueltos en sus mascaras terminan pareciendo apenas, tristes humoristas de televisión.

En el Pirke Avot 2:5 nos enseñan que no debemos exigir genuinidad sólo en los líderes: “En ese lugar donde no hay personas, vos debés ser la persona”. Es en ese espejo en el que debemos enfrentar nuestra escalera y nuestro altar. Despertar nosotros al sol, para hacernos cargo de las cenizas de ayer. Entonces, revisar nuestras vestiduras. Medir cuánto de lo que sentimos es lo que decimos y cuánto de lo que pensamos es lo que hacemos. Quitarnos la máscara y ponernos al fin, el traje de lo que somos.

Amigos queridos. Amigos todos.

Nos esperan cada mañana temprano, en el silencio propio y único del amanecer, varios trajes. El traje de padres, el de hermanos, el de pareja, el de hijos. El traje de continuadores y el de hacedores. El de guerreros y el de pacificadores. El de argentinos. El de humanos.

Nos espera el traje, el manto de los líderes. Uno que sólo lleva nuestra medida, si somos genuinos con nosotros mismos. Cada amanecer nos espera el liderazgo de la empresa más difícil y maravillosa de todas. La de ser los líderes de nuestra propia vida.

Ale Avruj es Rabino de la Comunidad Amijai, y Vice-Presidente de la Asamblea Rabínica Latinoamericana del Movimiento Masortí

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