La relación con EEUU es vital para la renegociación de la deuda

Foto de archivo. El ministro de Economía de Argentina Martín Guzmán ofrece una conferencia de prensa en Buenos Aires, Argentina, 11 de diciembre de 2019. REUTERS/Mariana Greif

El Fondo Monetario Internacional (FMI) está compuesto por 190 países y son ellos los que aportan el dinero para que éste cumpla con su cometido. Cada país miembro tiene asignada una cuota, en relación al tamaño de la economía del país respecto a la economía mundial. Así se determina la contribución de cada uno.

Un punto importante para remarcar: el Fondo no está gobernado exactamente por todos los países miembros. Porque su capacidad decisoria está basada en la posición relativa de sus miembros en la economía global.

No toma decisiones según el principio de que un país equivale a un voto. Responde a una suerte de modelo corporativo, donde el poder de decisión está directamente relacionado con las cuotas que tiene cada uno. Quiere decir que la dirección la toman unos pocos.

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La capacidad de votación de Estados Unidos es dramáticamente superior a la de los restantes miembros. Sobre el total, el voto de este país representa cerca del 17%. Le siguen en importancia Japón y China con poco más del 6% cada uno. Y a pocos pasos, se posicionan Alemania (casi el 6%), el Reino Unido y Francia (alrededor del 4% cada uno).

Para tomar una idea de la dimensión del poder estadounidense, toda Latinoamérica apenas logra acercarse al 5% de acciones con derecho a voto. La situación de nuestro país es casi risible: poco menos del 0,7%. ¡No llega al 1%!

Sin embargo, de cada 10 dólares desembolsados por el FMI, cerca de 4 están destinados a la economía argentina. ¿Más claro? Este organismo tiene prestada poco más de 100 mil millones de dólares en todo el mundo. Y alrededor de 44 mil millones son para nuestro país.

La conclusión es casi de Perogrullo: la relación con EEUU es vital para la negociación de la deuda soberana. Y no solo por su voto, sino también porque el Fondo, en parte, marca el rumbo de los acreedores privados.

Frente a este cuadro, surge una pregunta clave: ¿qué estamos haciendo para estrechar vínculos con el país del norte? Por ahora, más que nada provocaciones. Nuestra sinuosa posición respecto a Venezuela indica ello. Otra muestra de la provocación se advierte con la queja formal de Washington por la tácita autorización para las actividades políticas de Evo Morales en nuestro país.

No se trata de sumisión, ni mucho menos. Se trata de racionalidad.

Con sus innumerables defectos, el gobierno de Brasil, en materia de política exterior, es más coherente. El visto bueno de EE.UU. para que este país ingrese a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), relegando una posición que esperaba la Argentina, es un claro ejemplo. El gobierno estadounidense ha descartado la idea de hace unos meses de apoyar el ingreso de la Argentina.

Estamos viviendo bajo una atmósfera de escepticismo. Sin embargo, hay elementos para levantar el ánimo. Vamos a ver.

La deuda no resulta demasiado grande en relación al PBI. Incluso, es más baja que la de Brasil. Y a pesar de la gravedad de nuestra situación económica, las condiciones internacionales para la renegociación de la deuda soberana son buenas. Las tasas de interés en el mundo son bajas y ello brinda un premio a los capitales para dirigirse hacia los países emergentes.

Además, se espera que, después de un año donde la fortaleza del dólar ha deprimido los precios de los commodities, esta moneda pierda valor en términos de las restantes. ¿Por qué razón? Porque la Reserva Federal seguramente mantendrá reducidas las tasas de interés. En tal caso, vale aguardar una suba en los precios de los granos y los subproductos correspondientes.

Es necesario entrar en el círculo virtuoso aprovechando este cuadro global. Recrear la confianza y la previsibilidad, por lo tanto, es lo urgente. Una buena relación con EEUU. no es suficiente pero es condición necesaria. Y es, a su vez, el pase para entrar al círculo virtuoso. Se requiere la pericia del navegante. Si este país fuese el viento, nuestro velero no podría avanzar en su contra, debería hacerlo zigzagueando, para evitar que impacte frontalmente en las velas.

Si el crédito público comenzara a tomar una senda más previsible, el riesgo país bajaría, mediante un acuerdo razonable con el Fondo y los demás acreedores.

Hoy los acreedores tienen tasas de 0%, de 1% anual. Es una oportunidad negociar y salir del atolladero. En buena negociación todos deben ganar.

El autor es economista y profesor de la UCEMA

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