Preparando Halloween: Drácula en el cine

Los monstruos toman control durante la época más terrorífica del año

Drácula de Cristopher Lee.

La palabra “vampiro” comenzó a aparecer documentada en Europa en el Siglo XVIII, la figura espectral más reconocida es de origen eslavo y está arraigada más a la idea de un cadáver que vuelve a la vida; pero el mito se forma de varios elementos: la oscuridad y la sombra como lugar donde habita lo desconocido, lo vincular con la sangre, el miedo a las enfermedades, la depredación y sobre todo la fascinación del ser humano por la vida eterna.

Como dijimos, la figura más reconocida en occidente es la de origen europeo del este, y allí aparece Drácula, un personaje que caló hondo en el imaginario colectivo y a quienes muchos atribuyen tener relación con Vlad Tepes, un personaje histórico conocido como El Empalador. Pero Bram Stoker (el creador de la novela original) se basó en otros autores, en una época donde convivían Arthur Conan Doyle y Edgar Allan Poe.

La primera adaptación de este personaje es una de las obras más reconocidas de la historia del cine, pero es una falsificación: estamos hablando de Nosferatu (Nosferatu, eine Symphonie des Grauens, 1922), una película que sobrevivió al tiempo a pesar de que se ordenó quemar todos los originales ante las quejas de los herederos de Stoker. Dirigida por Friedrich Wilhelm Murnau toma la estructura de la novela pero cambia algunas cosas, fue adelantada audiovisualmente a su tiempo.

Drácula (Dracula) de 1931 y dirigida por Tod Browning (el mismo de la extraña Freaks) fue la película que terminó de definir la imagen que todo occidente tiene de la figura del vampiro: alto, con capa, los dientes filosos, la mirada profunda, el apetito por la sangre, la falta de reflejo en los espejos, la dormida en ataúd y el miedo al sol. Bela Lugosi se convirtió rápidamente en la primera figura a recordar cuando se nombra al personaje.

El profesor Van Helsing Jr. (Peter Cushing) protege a su nieta (Stephanie Beacham) del conde (Christopher Lee) vampiresco, regresado al presente por hippies londinenses.

Drácula (Horror of Dracula, 1958) es el resurgimiento del mito en una época marcada por las películas de la productora Hammer Films, y el Conde de Transilvania no fue la excepción. Terence Fisher dirige, en lo que se convirtió en una sana costumbre haciéndose cargo también de películas con Frankenstein, La Momia, o hasta casos de Sherlock Holmes. En el protagónico dos íconos: Christopher Lee como el vampiro y Peter Cushing como Van Helsing, ambos repetirían en reiteradas ocasiones.

Drácula, de Bram Stoker (Bram Stoker’s Dracula, 1992) se convirtió en la reinvención del mito para la nueva generación, sumando a figuras como Gary Oldman en la piel del Conde, Keanu Reeves como Jonathan Harker, Winona Ryder como Mina Murray, Anthony Hopkins como Van Helsing y Monica Bellucci como una de las novias. Una obra gótica y monumental, una oda de alto presupuesto que tuvo bajo su dirección al enorme Francis Ford Coppola.

Para finalizar tres opciones más livianas: Drácula 2000 (2000) es una película extrañísima no solo por ver a Gerard Butler como el vampiro, sino también por el origen del personaje y su relación con alguien de la Biblia; Van Helsing: El cazador de monstruos (Van Helsing, 2004) fue una oda al sin sentido y los malos efectos visuales dirigida por Stephen Sommers (que años antes había realizado La Momia); mientras que en la tercera parte de Blade, llamada Blade: Trinity (2004) vemos una versión adecuada a los tiempos en la piel de Dominic Purcell.