El Barcelona se autodestruye y el PSG prolonga su pesadilla en Champions

Pese al gol inicial de Raphinha, el equipo de Xavi se descompone con la expulsión de Araújo. Un Dembélé extramotivado y un discreto, pero efectivo Mbappé, lideran el triunfo galo

Compartir
Compartir articulo
Lewandowski, resignado tras el cuarto gol del PSG (REUTERS/Albert Gea).

Desolación total en Montjuïc. Lo que tenía que ser una gran noche terminó en tragedia deportiva para el Barcelona. Cuando lo tenía todo de cara para estar en semifinales de Champions, el equipo de Xavi Hernández se vino abajo. Raphinha abrió el marcador, pero la expulsión de Araújo con más de una hora por jugar fue una losa demasiado pesada para un Barcelona que tardó en reactivarse cuando se vio en inferioridad. Dembélé, como en París, Vitinha y un doblete de Mbappé impulsaron al PSG, que protagonizó la primera remontada de su historia en la Champions.

A los azulgranas sólo le queda una Liga casi imposible para no terminar el curso en blanco. El Barcelona tocó el cielo con los dedos, pero se los acabó pillando con la tapa del piano buscando una gesta imposible. Este martes, la Ciudad Condal se despertó de manera poco habitual. En el bar, en la cafetería, en el puesto de trabajo... se vivía una tensión en el ambiente que hacía cinco años que no se sentía. El run-run de partido grande de la Champions. Una excitación que, puede que por la falta de práctica, llevó a una sobreexcitación azulgrana. Tanto dentro como fuera del campo.

Te puede interesar: El Atlético sale mal parado de la ruleta rusa con el Borussia Dortmund y se despide de la Champions

Raphinha lamenta un error azulgrana contra el PSG (REUTERS/Albert Gea).

El Barcelona acabó como su autocar empezó

A la llegada del autocar azulgrana al estadio, los aficionados catalanes confundieron el bus con el del PSG y vertieron multitud de objetos sobre el vehículo que trasladaba a sus jugadores. Este era el nivel de la afición, que quizá quería compensar en el exterior el ambiente que la estructura de Montjuïc no permite en el interior. Para serenar los ánimos en el césped, Xavi optó por dar entrada desde el principio a Pedri en vez de sacar a Fermín, que gasta muchas más revoluciones. Luis Enrique, por contra, apostó por un tridente diabólico: Dembélé, Mbappé y Barcola. Nada de contemporizar.

Y fiel al guion, el partido comenzó siendo un monólogo francés, calcado al de la ida. El PSG dominaba y el Barcelona resistía mientras esperaba su ocasión, que, del mismo modo que en París, llegó. Raphinha, que únicamente había entrado en contacto con la pelota una vez, culminó un avance de Lamine Yamal que había dejado atrás a Nuno Mendes. El fútbol no, pero el viento soplaba a favor del Barcelona, hasta que Araujo entró en desconexión.

Xavi consuela a Raphinha tras su eliminación a manos del PSG (REUTERS/Albert Gea).

Barcola provocó su expulsión tras negar Ter Stegen un doble remate a Mbappé. El central uruguayo perdió la pelota y acto seguido derribó en el límite del área a Barcola. El árbitro expulsó al charrúa y Xavi retiró a Lamine Yamal para dar entrada a Iñigo Martínez. La inferioridad numérica de los barcelonistas agrandó la superioridad del PSG. Los franceses tardaron menos de una hora en firmar el remonte con un disparo cruzado desde la frontal del área de Vitinha. Y lo que restaba de partido, que era más de media hora, fue un ejercicio que se resume entre el suplicio y la búsqueda azulgrana de una gesta imposible.

El 1-2 atemperó al equipo de PSG hasta el punto de conceder un tiro muy franco a Gündogan. La jugada, sin embargo, no envalentonó a los barcelonistas, sino que desquició a Xavi, que fue expulsado por tercera vez durante la temporada, y descolocó a Cancelo, que cometió un clamoroso penalti transformado por un Mbappé gris, pero efectivo. A punto estuvieron de forzar la prórroga un latigazo de Lewandowski que provocó la estirada de Donnarumma y un tiro cruzado de Raphinha. Ante la duda, apareció a última hora de nuevo Mbappé para resolver un excelente contragolpe y firmar la clasificación del PSG ya sin Xavi en el banquillo, una metáfora de lo que es el futuro cortoplacista del Barcelona.