De víctima de abuso sexual a "persona vitamina" para otras

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Adaya González

Sitges (Barcelona) 24 may (EFE).- A sus 50 años, SCR ha puesto nombre a "la culpa, la falta de identidad y el problema relacional" que despertaron en su adolescencia, estallaron tras su maternidad y ha arrastrado el resto de su vida: se llama estrés postraumático, derivado de los abusos sexuales que sufrió de niña.

Los abusos sexuales durante la infancia son una de las principales causas de este tipo de trastorno, el más habitual asociado al trauma y que, cuanto antes aparece, más complejo es después de tratar, tal y como han explicado destacados expertos en salud mental durante el XXII seminario Lundbeck 'Trauma y depresión. La herida (in)visible'.

Esos traumas infantiles triplican el riesgo de desarrollar una enfermedad mental grave, como la que tiene SCR, diagnosticada hace año y medio de un trastorno bipolar.

"Tuve abusos de pequeña, abusos que yo considero juegos leves porque no hubo penetración, pero hubo un contacto inadecuado que marcó mi niñez, a lo largo de mi adolescencia y a lo largo de mi vida adulta", rememora.

Abusos perpetrados por su propio hermano. "Pero todo perdonado con 'ho'oponopono', la técnica hawaiana del perdón".

Y a los que se unieron "el no tener el apoyo de mamá" y un "exceso de responsabilidad" como cuidadora de sus hermanos pequeños. "En algún momento me sentí desprotegida, creó una herida de abandono, de desprotección, una falta de identidad, una incoherencia en muchas otras cosas", prosigue.

Llegó a la adolescencia sintiéndose "un pequeño bicho raro" sin "ganas de sociabilizar con la gente". Es lo que llama "la herida de la traición". "Todo el mundo era una traición", así que se cerró al mundo y empezó a tener como "una doble personalidad".

Criada bajo el yugo de una "iglesia muy, muy, muy católica, la fachada de la culpa estaba muy a flor de piel". Todo le generaba ese sentimiento, hasta quedarse con el dinero que ganaba como animadora de fiestas infantiles.

De modo que ahí estaban ya "la culpa, la falta de identidad y el problema relacional", hasta que tras la maternidad despertó su "memoria celular".

"Hubo un boom", resume. Los niños, la casa, el trabajo, todo le "daba estrés", estaba "histérica, muy irritable", se peleaba con todo aquel con el que se topaba, abusaba de sustancias.

La crisis la llevó a estudiar, a hacerse instructora de yoga, pero nada le llegaba; decidió así irse al Hospital del Mar de Barcelona a buscar ayuda.

Allí recibió tratamiento farmacológico y terapia cognitivo conductual centrada en el trauma. "Me ayudó mucho a salir de mi mente y de mis heridas y de mi constante ansiedad", rememora.

Le siguieron sesiones de otra técnica, llamada "Desensibilización y reprocesamiento por medio de movimientos oculares (EMDR, por sus siglas en inglés 'Eyes Movement Desensitzation and Reprocessing'), que hizo "bajar de revoluciones" a su cerebro. "Empecé a sentir que esas heridas se aguantaban más".

Hoy en día es "una mujer más sosegada" que quiere hacerse su camino. Y mientras se lo construye, ha decidido convertirse en "una persona vitamina" y ayudar con su ejemplo a otras personas que han caído en las garras de la depresión.

¿Qué les diría? "Aceptar el diagnóstico, pero no creérselo tanto ni sufrir por ello".

Aunque hay otra cosa antes: "Aprender a respirar". Y ya, a partir de ahí, ponerse en manos de especialistas. EFE

ada/jlp

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