Ajmátova y Tsvietáieva, el reencuentro de dos poetas rusas en un largo soliloquio

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Jose Oliva

Barcelona, 17 mar (EFE).- La catedrática de Literatura Española de la Universidad de Barcelona Ana Rodríguez Fischer se adentra en su libro 'Antes de que llegue el olvido', premio Café Gijón, en las vidas de dos poetas rusas, Anna Ajmátova y Marina Tsvietáieva, "a partir de un largo soliloquio epistolar totalmente ficticio".

'Antes de que llegue el olvido' (Siruela) se sitúa en otoño de 1941, cuando para eludir la muerte y destrucción que por todas partes reinan en Leningrado, la poeta Anna Ajmátova es evacuada a la ciudad tártara de Chístopol, donde espera verse de nuevo con la también poeta Marina Tsvietáieva.

Anna confía en renovar el único encuentro que mantuvieron en Moscú durante dos tardes de junio de aquel mismo año, pero allí recibe la noticia trágica de que Marina se ha suicidado.

Rodríguez Fischer ha explicado en una entrevista con EFE que "las vidas de Ajmátova y Tsvietáieva van muy unidas, tienen vidas paralelas, aunque una estaba en Moscú y la otra en San Petersburgo, pero tenían un círculo de amigos común, eran de la misma generación, sus trayectorias son similares y ambas son mujeres".

A esas evidencias biográficas se sumó en el caso de la autora "la fascinación por los encuentros frustrados, o encuentros que fueron muy fugaces y sobre los que apenas hay documentación, como es este de Ajmátova y Tsvietáieva", que le llamó la atención después de haber publicado un libro sobre Góngora y El Greco ('El poeta y el pintor').

A pesar de que la primera intención era escribir un relato, pensó que era una pena sacrificar las vidas fascinantes de esas dos mujeres y fue así como desembocó en "una especie de formato epistolar, que también podría interpretarse como un soliloquio en el que Ajmátova reconstruye los encuentros que no pudieron tener lugar, completar aquellas dos tardes en Moscú, imaginar las conversaciones entre ambas".

En primera persona, Anna le habla de la abuela tártara, del linaje de Gengis Kan, de la que heredó su nombre; de las simpatías de sus padres por La Voluntad del Pueblo, organización secreta enemiga del régimen zarista; de sus recuerdos de niñez en Tsárskoye Seló, con sus maravillosos parques y majestuosas fuentes, y de su querencia por los versos de Pushkin, el poeta del amor que cantó a la libertad y reclamó piedad para los caídos.

Le cuenta también capítulos de su infancia soñadora y pagana en la dacha de Tur, en Crimea, donde escandaliza a las señoritas provincianas; de su padre, derrochador y gran perseguidor de beldades, al que nunca pudo llegar a querer; de la prematura muerte de su hermano pequeño, que ennegreció aquellos días; de su vida en San Petersburgo.

También le recuerda los ideales románticos que marcaron sus pasos de juventud, al creer que solo valía la pena vivir por la revolución o sus primeros recitales de poesía en casa del pensador Ivánov, del que posteriormente se alejó, como también lo hizo de los poetas simbolistas.

Rememora asimismo las vivencias con su primer marido Nikolái Gumiliov, poeta famoso con quien tuvo su único hijo; los días compartidos con Modigliani en el exilio en París; el verano de 1914, cuando el mundo se hizo añicos al declararse la guerra entre Alemania y Rusia, o sus episodios de tuberculosis.

Prosigue con los años del horror, cuando su marido es declarado enemigo del pueblo y posteriormente fusilado, y el encarcelamiento de su hijo.

La idea de esa larga carta escrita a la mujer ausente estuvo desde el principio, confiesa Rodríguez Fischer, pues "escribir una novela histórica no resultaba atractivo, el 'Doctor Zhivago' ya está ahí esa fabulación, esa imaginación de los encuentros posibles y la suma de encuentros que tenía que tener ese tono de confidencia, de coloquio".

A lo largo del libro, además de las dos protagonistas, desfilan una serie de personajes, como "el artista Amadeo Modigliani, el poeta Ossip Mandelstam, Alexandr Blok, que le abrió la puerta al ritmo poético moderno, como armonía de sonidos, Vladímir Maiakovski, o Boris Pasternak, que se convirtió en su gran maestro y amigo".

A través de todos ellos, desfilan por esa crónica epistolar el miedo a la muerte, a la enfermedad, a no poder pensar y opinar libremente, pero también la alegría del amor, la lucidez poética, los buenos momentos compartidos y los lugares por descubrir. EFE.

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