Cuando el proyecto “Yo tengo SIDA” se encuentra con una canción de los Redondos

La muestra “Ya nadie va a escuchar tu remera” permite interactuar con el archivo histórico de una audaz idea de Roberto Jacoby y Kiwi Sainz en los años 90, para tomar conciencia desde el arte

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La exposición "Ya nadie va a escuchar tu remera" está abierta al público en el espacio Eros de Boedo
La exposición "Ya nadie va a escuchar tu remera" está abierta al público en el espacio Eros de Boedo

En mayo de 1992 Mariana Kiwi Sainz y Roberto Jacoby fundaron Fabulous Nobodies, una especie de agencia de publicidad impulsada por una afirmación artística y conceptual que variaba. Tenían a la moda como estructura fundamental. La aparición pública fue una foto que ocupaba media página de la sección publicidades del primer número de la revista de música Escupiendo Milagros. Sainz y Jacoby, fotografiados por Marcos López, posan en la galería de una casa del Tigre, con camperas de lluvia, sentados en unas sillas de mimbre con un talante de tranquilidad, esperando que escampe. La foto-publicidad reza el nombre de la agencia y remata con una referencia sarcástica a su mundialidad: “Dublin - Brussels - Granada”.

El dueto desarrolló tres proyectos. Una foto de los dos donde Sainz posa vistiendo una obra de Omar Schirilo y Jacoby de frac, publicada también en Esculpiendo Milagros, una solicitada o performance o sesión de fotos de Liliana Maresca titulada Se entrega a todo destino, que se publicó a doble página en la revista erótica El libertino. Estas dos primeras acciones eran espacios publicitarios en las revistas que ellos pagaban como cualquier anunciante. Por último, la campaña “Yo tengo SIDA”, de la que se cumplen treinta años y de la que puede verse una muestra particular en Eros, un espacio especial alojado en una esquina de Boedo. La muestra se llama Ya nadie va a escuchar tu remera.

Eros es un local de muestras de arte basadas en archivos, autogestionado por Nicolás Cuello y Santiago Villanueva, quienes seleccionaron el material del acervo que conservan Sainz y Jacoby. En las exhibiciones de Eros el esquema es siempre igual y lo que varía es el tema. La curaduría se hace cajón por cajón, en una amplia planera de metal pintada de rosa que hace las veces de bodoque administrativo de papeles por afuera y cofre histórico por dentro.

Sainz y Jacoby, los Fabulous Nobodies en los 90
Sainz y Jacoby, los Fabulous Nobodies en los 90

De las paredes solo cuelga una percha con un ejemplar original de la remera. Cada cajón de la planera contiene materiales sobre el SIDA, como si cada vez que abrimos uno se ingresa a una sala distinta, pero mirando para abajo y pudiendo manipular algunos de los papeles. Hay folletos, campañas de difusión, publicidades, columnas de opinión en periódicos, escritos teóricos, esquemas, manuscritos, esbozos, diarios de trabajo, fotos, recortes, revistas, etc. Todo este material fue la base para la remera. Primero estuvo el archivo, la recolección, la idea de contracampaña y todo convergió en la emblemática prenda. La remera era la acción comunicativa, la punta del iceberg de todo un proceso de investigación y trabajo en el concepto a través de los hechos sociales de la calle, de los medios y de lo que iban recolectando.

La remera fue lanzada en 1994 como el resultado formal de un trabajo de acopio sintetizado. Se habían acercado a la Fundación Huésped (dedicada a la lucha contra el SIDA) para ofrecerles la idea y hacerla. La Fundación aparece en la remera junto al nombre de Jacoby solo, pero no se entusiasmaron con el proyecto. Les pareció “demasiado fuerte”, aunque ahora les gusta. Suelen suceder este tipo de diferencias entre instituciones y artistas, entre funcionalidades e inventos. La manera en que Eros revisita aquel momento y dispone de nuevo todo honra el proceso y a Sainz.

Las remeras se vendían a un precio normal para una remera normal, pero llevaban como caballo de Troya la performance. Los que se la ponían y hacían su vida cotidiana vestidos así notaban las reacciones, los rechazos, las preguntas capciosas, la indiferencia y por qué no la sorpresa de los demás. En esa comunicación con palabras que se trasladaban como un cartel y una afirmación verdadera o falsa (lo mismo daba porque la intención era superior) se reflejaba la tensión y las contradicciones sociales que el SIDA generaba por aquellos años en Argentina.

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Uno de los puntos más altos de la campaña fue el día en que Andrés Calamaro cantó con la remera puesta antes cientos de miles de personas, en La Plata, el 17 de noviembre de 1995. Calamaro fue uno de los pocos artistas populares, si no el único, que aceptó colaborar y usar la remera. Pero el hecho quizá pasó desapercibido porque esa misma noche fue la que dijo la frase del “porrito”, que en su momento suscitó polémicas, denuncias y hasta un juicio.

En 1995, de vacaciones en Nueva York, a Sainz se le ocurrió llamar a Act Up después de buscar el teléfono en la guía. Act up fue una de las primeras instituciones de la sociedad civil dedicadas a luchar a través de la comunicación y la performance con los estragos que hacía el SIDA desde los primeros ochenta en Estados Unidos. A ellos les gusto mucho el proyecto, querían comprar las remeras, ayudar y se mostraron en sintonía. Donde iban buscaban, se conectaban, registraban y conversaban imaginaria o realmente con los signos del SIDA. Esta práctica en redes es habitual en los proyectos donde participaron Jacoby y Sainz, como la Fundación Start, el proyecto Venus o el Centro de Investigaciones Artísticas, por contabilizar algunos. Donde iban buscaban, se conectaban, registraban y conversaban imaginaria o realmente con los signos del SIDA.

Andrés Calamaro colaboró con la campaña al vestir la remera en un concierto, en 1995
Andrés Calamaro colaboró con la campaña al vestir la remera en un concierto, en 1995

Quienes se acerquen a ver la muestra se van a dar cuenta de que tiene una característica especial: la capacidad de que los espectadores podamos manipular los materiales, la relación material con el archivo. Hay que prestar atención, curiosear, agacharse, hurgar, leer detenidamente. Es lo que hicieron también Sainz y Jacoby en aquellos noventa, que interpretaron al SIDA como un mito del afecto y el lazo social. Como mitólogos contemporáneos a la cuestión, superpusieron en la remera un montón de discursos distintos, decenas de hechos políticos y sanitarios, dolores personales y traumas de la comunidad para decir que el “Yo” era el nosotros traducido al sujeto político que puede hacerse preguntas y responderlas poniéndose una remera y yendo a tomar el colectivo.

En un texto mecanografiado, amarillento y dispuesto en uno de los estantes-cajón, un texto inédito que redactó para investigar, Sainz dice que el SIDA es un mito porque a veces naturaliza algún tipo de proceso, lo explica para fijarlo; pero a veces también, al anular la pregunta por la verdad, activa otros canales de comunicación, más cercanos a la red, al chisme, al malentendido que hay que combatir juntándose. En otro texto importante, aparecido en la hoja mensual del Centro Cultural Ricardo Rojas (por entonces dirigido en su pata plástica por Jorge Gumier Maier) Jacoby dice que querían salir de la razón clínica y machaca contra la idea de que saber sea la garantía del cambio de conducta.

Así, estaba volviendo a pensar con su obra la capacidad del mensaje artístico de inmiscuirse en la lengua circulante de la vida de la gente y discutir que no sabían, que no eran conscientes del todo porque, por ejemplo, seguían no usando preservativos o negando al SIDA como enfermedad social general. Todo parece tratarse de luchar contra la negación y el miedo, que se soporta socialmente ninguneando el problema como tal o arrinconándolo en un sector social al que no pertenecemos, como si un virus de la magnitud del SIDA no fuese la realidad universal que era.

La relación entre el arte y la lucha contra el SIDA es central en la obra de Sainz y Jacoby
La relación entre el arte y la lucha contra el SIDA es central en la obra de Sainz y Jacoby

La historia social del arte contempla los traumas, y los traumas sociales siempre terminan relacionándose con el arte, sea porque este los anticipó o los interpreta. Caminar hasta Eros, ver la muestra, escuchar a los artistas en una de sus visitas guiadas donde dan testimonio de lo que hicieron, pensar en la ropa y pensar qué dice de un nosotros contemporáneo que aún está por conocerse, no parece un mal plan. Más que nada si sirve para ligar épocas, acercar problemas entre sí, verificar continuidades y variaciones entre la moral, el capitalismo con su terror, la semiótica, los medios de comunicación y las redes como estructuras concretas también.

Con esto quiero decir que si la muestra lleva ese título es por una canción de Patricio Rey y sus redonditos de ricota que se llama así. Está en el disco Oktubre, de 1986. En unos versos deja un concepto que todavía está pendiente desde entonces: “un último secuestro / no / el de tu estado de ánimo / no”. Una remera es un mito que nos ponemos encima para animarnos a decir algo de otra manera y para animar (dar vida) a problemas que parecían cenizas, pero que de alguna u otra manera están, nos conversan y nos condicionan como fantasmas, con toda su ambigüedad omnipresente para preguntarnos qué tendremos hoy, qué nos estará realmente pasando.

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Ya nadie va a escuchar tu remera. Archivo del proyecto Yo tengo sida, de Fabulous Nobodies (Roberto Jacoby y Kiwi Sainz), puede verse hasta el 10 de mayo en Eros, Virrey Liniers y Estados Unidos. Más info el IG: @eeeerrrroooossss.

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