La increíble vida de Jorge Navarro: los 80 años del pianista de jazz que salió del potrero, tocó con los mejores y debutará en el streaming

El legendario músico repasa su extensa trayectoria: fue amigo del Gato Barbieri, acompañó a Ella Fitzgerald, formó la Banda Elástica y deslumbró en un dúo con su colega Baby López Furst. Este sábado dará un concierto con el contrabajista Arturo Puertas

Guardar

Nuevo

El pianista de jazz Jorge Navarro cumplió 80 años y dará su primer concierto por streaming
El pianista de jazz Jorge Navarro cumplió 80 años y dará su primer concierto por streaming

Cumplió 80 años el 20 de enero y la pandemia no lo detiene: todos los días se calza un barbijo y camina hasta su estudio, donde toca el piano, escucha música y habla por teléfono con sus amigos. Jorge Navarro es una leyenda del jazz argentino que no le teme al COVID-19 ni sueña con la jubilación: este sábado 10 de octubre ofrecerá su primer concierto por streaming con el contrabajista Arturo Puertas y planea retomar los preparativos del homenaje a Antonio Carlos Jobim junto con Ernesto Acher que no pudo estrenar en marzo.

En la charla telefónica con Infobae se lo escucha apasionado y chispeante, a tono con el apodo de “Pampero” que le puso su amigo Jorge Porcel, el fallecido actor cómico que era un fanático del jazz y lo iba a escuchar siempre, porque decía que, como al caballo de Patoruzú, le salía humo por la nariz cuando se enojaba.

Sobreviviente de una época en la que el jazz era para pocos y selectos, Navarro se define como un artista “de potrero” porque su formación tiene mucho de autodidacta, aunque reconoce que si volviera a nacer estudiaría música: “No digo que toco bien, pero podría tocar mejor si hubiera estudiado, cosa que no hice porque me gustaba más jugar a la pelota y vaguear”.

-¿Cómo se prepara un músico que vivió la bohemia artística de los años 60 para su primer concierto por streaming en medio de la pandemia del siglo XXI?

-Es una experiencia rarísima. Será extraño tocar en una sala vacía como la del Jazz Voyeur, con un tipo detrás de una cámara y otro en el sonido, terminar de tocar y no escuchar los aplausos.

"Será extraño tocar en una sala vacía, terminar y no escuchar los aplausos", confiesa Navarro (Foto gentileza Eduardo Canzobre)
"Será extraño tocar en una sala vacía, terminar y no escuchar los aplausos", confiesa Navarro (Foto gentileza Eduardo Canzobre)

-¿Es fundamental que esté presente el público?

-El público es la pared donde rebota lo que vos hacés. Y vuelve. Escuchás los aplausos, ves las caras y uno se agranda sin darse cuenta. Es como todo tiene un sentido. Me encanta tocar solo, más si toco con un músico tan bueno como Arturo Puertas. A veces voy a la casa de él para tocar y nos divertimos. Pero cuando hay gente presente salen otras cosas que son el plus, no lo que uno pensó que van a salir, sino cosas que uno no imaginó que iban a salir y aparecen. Eso pasa con el público.

Aprendí a tocar el piano antes de aprender a leer. Empecé a estudiar piano a los 6 años con una profesora del barrio de San Telmo, en el mismo edificio donde vivía, que me enseñaba música clásica.

-¿A qué edad empezó a tocar el piano?

-Aprendí a tocar el piano antes de aprender a leer. Empecé a estudiar piano a los 6 años con una profesora del barrio de San Telmo, en el mismo edificio donde vivía, que me enseñaba música clásica. Nunca fui al conservatorio. Tomé clases como hasta los 13 años, pero era muy vago para estudiar. Y cuando escuché el primer disco de jazz me voló la cabeza y se acabó lo clásico.

-¿Qué fue lo primero que escuchó?

-"Jazz Me Blues", “el jazz me entristece”, de la orquesta de Bob Crosby, el hermano de Bing Crosby, que tenía una banda de dixieland extraordinaria.

-¿Había músicos en su familia?

-Mamá era profesora de piano, pero en casa no había instrumento. Y mi hermano, mayor que yo, era muy aficionado a la música clásica y me ayudó bastante porque cuando vio mi interés por el jazz se apareció con discos de pasta: Benny Goodman, Louis Armstrong, Duke Ellington y Buddy DeFranco, el clarinetista que en ese momento estaba en el top de los músicos norteamericanos. Ahí ya no quise saber nada con la música clásica y empecé a copiar un poquito lo que podía porque en aquel tiempo no había academias o escuelas como ahora, que hay un montón de lugares para ir a aprender.

El Gato Barbieri, amigo y "profesor" de jazz de Navarro
El Gato Barbieri, amigo y "profesor" de jazz de Navarro

-Su formación tiene mucho de autodidacta.

-Sí, soy del potrero. Lo poco que sé lo aprendí tocando con amigos como el Gato Barbieri, que tenía la paciencia de explicarme cómo eran los acordes.

-¿Cómo fue su relación con él?

-Formamos una agrupación que se llamo Nuevo Jazz, con Rubén, el hermano del Gato, trompetista y había dos pianistas, Santiago Giacobbe y yo; dos saxofonistas, uno de ellos era el Chivo Borraro; Alfredo Wolf en trombón, Alfredo Roizner en batería, y también Miki Lerman, Chico Novarro, que recién empezaba y tocaba la batería y a veces el bajo. Rodolfo Alchourron era el que hacía los arreglos y el director artístico. Hacíamos conciertos en el Teatro Fray Mocho y el Gato se tomaba su tiempo y me explicaba algunas cosas. Todos me ayudaban porque era el más chico. Ellos me llevaban siete u ocho años. Había empezado a tocar con los Swing Timers a los 17 años, tratando de tocar como Teddy Wilson, nada menos.

-¿Qué le aconsejaría a un chico que quiere empezar: potrero o conservatorio?

-Está bien que estudien porque se ahorran un montón de tiempo. Imaginate que para aprenderme los acordes estuve años de mi vida, algo que un pibe puede aprender en un año con un buen método. Lo que pasa es que nadie te puede enseñar a improvisar. Te dan los lineamientos, la teoría, y se ve cuando hay un tipo con personalidad, pero los demás salen como soldaditos, todos iguales.

-Igual, a usted le hubiera gustado estudiar...

-Exactamente. Aprendí a leer música de grande. No podía leer música: tocaba, pero me ponían una partitura adelante y chau. Actualmente no soy un buen lector de primera vista. Si me ponen algo para leer. lo tengo que estudiar un rato. Como estudiante fui un desastre, en el colegio también. Me echaron del Comercial porque me hacía la rata para ir a tocar al piano. Era tremendo.

Ella Fitzgerald canta, mientras la mira Dizzy Gillespie
Ella Fitzgerald canta, mientras la mira Dizzy Gillespie

-No le fue mal. Ese pibe que se escapaba del colegio terminó tocando con Ella Fitzgerald.

-Sí, en el club Jamaica. Eso fue emocionante. Ella había venido a cantar al Teatro Opera, pero yo no sabía que iba a ir a ese boliche. Estaba lleno de gente y me hicieron tocar porque no había pianista. Estaban tocando Jim Hall en guitarra, nada menos, con Pichi Mazzei en batería y Jorge López Ruiz en contrabajo. Me hicieron sentar de prepo, en uno de eso pianos bajitos. Yo me preguntaba: “¿Por qué hay tanta gente hoy?”. Me puse a tocar y en un momento escucho que alguien se pone a cantar, levanto la vista -porque a veces toco con los ojos cerrados- y estaba ella apoyada en el piano, con una copa de champagne en la mano y mirándome, haciendo scat. Casi me caigo de culo. Y cantó como media hora con nosotros. Esa misma noche fuimos a comer con ella y con Norman Granz, el famoso productor. Su secretaria me tomó los datos porque nos querían llevar a Estados Unidos a Sergio Mihanovich y a mí. No fui porque me asusté. Tenía 20 años.

-¿Se arrepiente de no haber aceptado esa propuesta?

-Y qué se yo. Anda a saber cómo hubiera sido mi vida. No hubiera conocido a mi mujer, no hubiera tenido los hijos y los nietos que tengo. Pero eso pasó y tuve una vida maravillosa. He tocado con grandes músicos. Grabé con los grandes que admiraba cuando tenía 15 o 16 años.

-¿Con quiénes?

-Clark Terry, por ejemplo. Fui el director artístico del Festival de Jazz de Lapataia, en 1995, y ahí toqué con Clark Terry, James Moody y antes con Buddy DeFranco en una serie de discos que se editaron en Japón y en Estados Unidos. No lo podía creer. Es como que te sienten con Maradona, Pelé o Messi, y decís: “¿Ahora qué hago al lado de este tipo?”. Te enseñan mucho. Sin enseñarte, te enseñan.

-¿Con quién le quedaron las ganas de tocar?

-Me hubiera gustado tocar con mi ídolo, Louis Armstrong. Me lo perdí porque cuando vino a la Argentina era muy chico. Tenía 15 años y no tocaba todavía. Ese es mi ídolo. De Dizzy Gillespie me hice muy amigo, pero no llegamos a tocar juntos. Ah, también toqué con Roy Eldridge.

-¿No pensó en escribir sus memorias?

-Y no sé... Son tantos los recuerdos… (piensa) También formé el grupo Sound & Company y en 1968 nos fuimos a Estados Unidos. No era un grupo puramente de jazz, hacíamos covers. Tuvimos mucho éxito y viajamos bastante durante cinco años. Regresé al país justo con el golpe del 76. No entendía nada y me quería volver a Estados unidos al día siguiente. Acá formé un cuarteto y grabé en 1977 un disco que se ha hecho de culto, Navarro con polenta. Después vino la Banda Elástica.

Navarro, en el espectáculo “Gershwin, el hombre que amamos”
Navarro, en el espectáculo “Gershwin, el hombre que amamos”

-¿Cómo fue esa experiencia?

-Fabulosa. Porque por primera vez en mi carrera iba a vernos Doña Rosa, el público que no era de jazz sino el público común. Tocamos todo el tiempo disfrazados de distintas maneras. Ahí tuve compañeros como Ernesto Acher, Hugo Pierre, Enrique Varela, el Zurdo Roizner, Juani Amaral, Ricardo Lew, Carlos Costantini. Fueron ocho años de gran éxito y mucho aprendizaje. Y después formamos un dúo con el querido Baby López Furst. Tocamos juntos cinco años hasta que murió. Todavía lo extraño.

-¿Cómo le resulta tocar con otro pianista?

-Depende: si vibrás en la misma onda es fácil, no tenés que hacer nada. También grabé con otro pianista, Manuel Fraga, un disco que se llama Viva el swing. Y grabé uno con Guillermo Romero, Pianistas. Pero nada igualó lo de Baby. Fue de otro mundo. Por suerte hay grabaciones y un video maravilloso de cuando hicimos el espectáculo “Gershwin, el hombre que amamos”, en el Teatro Avenida, con dos pianos de cola y una orquesta sinfónica dirigida por Ernesto Acher.

-¡Usted hizo de todo! ¿Qué quisiera ser cuando sea grande?

-Estoy esperando ser grande (se ríe).

-¿Qué proyecto le quedó pendiente?

-Estábamos preparando el homenaje a Jobim, y se interrumpió por la pandemia, Ibamos a estrenarlo a fin de año. Con arreglos de Jorge Calandrelli y Carlos Franzetti. La idea es remontar ese proyecto.

Louis Armstrong, "el inventor del jazz", según Navarro
Louis Armstrong, "el inventor del jazz", según Navarro

-¿Le interesa lo que se hace hoy en el jazz?

-Sí, hay unos músicos fabulosos.

-¿Quiénes?

-Si menciono alguno, va a haber otros que se van a ofender (se ríe).

-¿Todo tiempo pasado no fue mejor para el jazz?

-No, al contrario. Acordate que antes éramos de potrero. Ahora todos estudian. Y tienen talento. Cualquiera de estos músicos puede tocar mañana en Nueva York.

-¿El potrero es importante?

-Tiene lo suyo.

-No es sólo el estudio, entonces.

-También es juntarse con una barra de amigos y zapar. Nosotros todas las semanas teníamos una jam session en la casa de uno o de otro. El único requisito era que tuviera piano. Tocábamos toda la noche hasta la cinco de la mañana y así aprendíamos. Ahora se perdió esa costumbre.

-¿Qué consejo le daría a alguien que quiere iniciarse en el jazz? ¿Qué debería escuchar?

-Que escuche a Louis Armstrong. Y ahí escuchará al inventor del jazz.

-Es un gran admirador de Satchmo, por lo visto.

-No creo que haya músico en el mundo que no lo sea. Es difícil encontrar un músico, no sólo que toque trompeta, que no te hable de Armstrong como un dios. Para nosotros, lo es. El inventó la manera de tocar. Hasta ese momento, la música parecía de dibujitos animados y gracias a él, con ese fraseo, con su forma de cantar y de tocar, empezó el jazz tal como lo conocemos.

"Tocábamos toda la noche hasta la cinco de la mañana y así aprendíamos", dice Navarro (Foto gentileza Eduardo Canzobre)
"Tocábamos toda la noche hasta la cinco de la mañana y así aprendíamos", dice Navarro (Foto gentileza Eduardo Canzobre)

-¿Qué está escuchando en estos días?

-Soy músico muy raro: no soy de escuchar. Tengo un aparatito que suena bastante fulero y por ahí escucho algo cuando me prestan un CD. Soy un enamorado de Keith Jarrett, por ejemplo, que es lo más importante que ha pasado en los últimos cincuenta años. Y ahora se acaba de morir Gary Peacock. Me dio una gran tristeza: es un contrabajista con el que me hubiera gustado tocar.

-¿Cómo es su relación con el piano?

-Es una relación amorosa, por supuesto. No digo que toco bien, pero podría tocar mejor si hubiera estudiado, cosa que no hice porque me gustaba más jugar a la pelota y vaguear.

-¿Qué tiene el standard de jazz que resulta tan atractivo que no pierda vigencia aunque pasen los años? ¿Cuál es el secreto de la inmortalidad de esos temas que tocan todos?

-El atractivo es que cada uno lo toca a su manera. Podemos tocar el mismo standard cinco pianistas y vas a escuchar cinco versiones absolutamente diferentes, pero la misma melodía y prácticamente la misma armonía, aunque cada uno la interpreta a su manera. Lo que pasa con los standards es que es una música muy bella porque, en realidad, la mayoría de los temas no fueron escritos para jazz sino para comedias musicales o como música de películas, y los músicos de jazz se los afanaron para tocar. Melodías de Cole Porter, Richard Rodgers, Harold Arlen. Monstruos que compusieron melodías que únicamente podemos comparar, saliendo de Estados Unidos, con Jobim. Música de excelencia. Por eso pasarán los siglos y seguiremos tocando “Té para dos”.

-¿Existe algún secreto para improvisar bien?

-No hay ninguno, no existe. La palabra improvisar quiere decir eso. Sentarse y tirarse a la pileta, o en paracaídas: a veces se abre y a veces te hacés moco contra el piso. Es el riesgo.

*Jorge Navarro con Arturo Puertas en contrabajo presentará “Jazz en Buenas Manos” el próximo sábado 10 de octubre, a las 21. El show se emitirá por la plataforma Ticketek Live

Seguí leyendo:

Guardar

Nuevo