Que Bogotá es la ciudad que recibe a todos con los brazos abiertos en Colombia, es un refrán que el caribeño Javier Martínez comprobó tras una temporada en el Distrito Capital.
Y, en agradecimiento, compartió un listado con “cosas buenas de Bogotá contadas por un costeño (...) porque no todo es frío y changua. También tiene sus cosas buenas, hermano ¿Qué pasa?”
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Empezó por “el transporte público” y es que, a pesar de los trancones y tumultos, “llega a todas partes. Mi hermano, aquí uno puede ir del sur al norte, sin carro. Fácilmente te puedes transportar. Solo necesitas el Transmilenio, obviamente, un poquitico de paciencia y un podcast bien pa’ aguantar ese trancón que se hace y más cuando es hora pico”.
Por el clima, aprendió a disfrutar de las bebidas calientes y lo mucho que reconfortan en los días fríos. Y su mejor acompañante, sin duda, son los productos de panadería; lo que es una suerte; ya que, “aquí hay pan caliente a toda hora mano. En mi barrio hay una panadería que parece 24 siete. Papi, eso está saliendo pan, saliendo pan calientico y el olor... Ay, ay, ay, ni te cuento. Me mantiene con filo todo el día ese olor”.
Pero, incluso, cuando las condiciones lo obligan a quedarse en casa los fines de semana, Martínez se mostró fascinado con la agenda en Bogotá y los eventos con los que su gente logra distraerse del caos y la lluvia.
“Hay plan para todo tipo de gente, mi hermano. ¿Te gusta la bicicleta? Ahí está la ciclovía ¿Te gusta el arte? ¿Te gusta el cine? Papi... Chapinero. Eso no falla ¿Te gusta la fiesta, la rumba, el vacile? Chapinero también, papi. Eso no falla. O, fácilmente, te puedes quedar en tu casa viendo películas, viendo Netflix, mientras está lloviendo. Relajado, sabroso. Bogotá es experta en ese tipo de planes. Papi, esa no te deja metido y con este clima ¡Ay, papi!”.
El colombiano, además, se les adelantó a los que suelen criticar la gran ciudad por la actitud de sus habitantes. Pero él, con el tiempo, aprendió que son duros por fuera y blandos por dentro.
“La gente es seria, pero buena gente. Y sí, al principio, te miran raro si tú hablas duro o si saludas a todo el mundo. Pero cuando te cogen cariño, son más leales que un bollo de yuca en el desayuno, papi, pa’ hablarte claro”.
Mudarse a la capital colombiana no fue fácil, así como tampoco adaptarse a “la jungla de cemento”, pero logró conseguir, incluso, más de lo que esperaba y en el camino encontró cinco razones, o tal vez más, para querer la ciudad y cuidarla, como si fuera suya:
“Aquí uno crece, mi hermano. Bogotá te obliga a crecer, a despegar la mente. Bogotá te obliga a ser puntual, a correr para que no te deje el bus, a ahorrar y aprender a sobrevivir, que es lo mejor de allá, porque a veces nos cuesta un poco ahorrar también”.
Martínez y su testimonio son una invitación a otros colombianos que se sienten atrapados en su ciudad y quieren experimentar la vida en la capital colombiana. No todo desde que llegó a la ciudad ha sido de su agrado, pero, como cualquier metrópoli, Bogotá tiene su atractivo y sus aspectos a mejorar, aunque, definitivamente, se quedó con lo primero:
“Ser costeño en Bogotá no es fácil, pero es una aventura sabrosísima, mi hermano. Te la recomiendo y, si aprendes a ver lo bonito de esta ciudad, ella también te abraza, también te acoge como si fueras de acá mismo, de esta región”.