¿La razón de que el equipo de fútbol favorito de estos neoyorquinos esté en Dinamarca? Son los dueños

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NUEVA YORK - Un domingo por la mañana del mes pasado, varias docenas de fanáticos estadounidenses del fútbol se reunieron en un bar de Brooklyn para animar a un club regular de una liga menor de Dinamarca.‌Muchos llegaron vistiendo el uniforme verde kelly del equipo y usaron el plural mayestático para discutir la composición de la plantilla. Cuando se acercaba el silbatazo inicial, una estatuilla que se parecía a la mascota aviar del club recorrió el lugar.‌"Todo el mundo frota el búho para la buena suerte", afirmó Joe Gordon, un asesor de ventas del Lower East Side, mientras se escabullía entre la multitud.‌Durante las siguientes dos horas, el grupo gritó y maldijo ante las pantallas de televisión. Se consumieron tragos, cervezas y pasteles tradicionales daneses.‌La escena parecía inexplicable --un grupo de estadounidenses apoyando con pasión a un equipo escandinavo de tercera división-- salvo por un hecho clave: son los dueños.‌Algunas personas derrochan dinero en vacaciones en la playa, bolsos o servicio de botellas. Hace un año y medio, un grupo de aproximadamente 140 personas, muchas de ellas neoyorquinas, juntaron algo de dinero para comprar un equipo de fútbol danés en dificultades llamado Akademisk Boldklub, también conocido como el AB. El club juega en un modesto suburbio de Copenhague llamado Gladsaxe y solo atrae a un par de cientos de aficionados a sus partidos.‌"Comprar un club de fútbol es probablemente una de las peores inversiones que se pueden hacer", dijo Andrew Lewner, miembro del grupo de East Rockaway. "Pero nadie entra en esto desde esa perspectiva".‌Están muy lejos de los financiadores de fondos de inversión y los Estados nación que poseen algunos de los clubes de fútbol más grandes del mundo. El grupo compró el equipo en 2022 por una suma que apenas superaba las siete cifras y entre sus miembros se encuentran un agente literario, un contador, un corredor inmobiliario, un fotógrafo, un chocolatero, un tutor, un médico, varios periodistas, un dueño de una empresa de fontanería y un padre amo de casa.‌Al invertir --la mayoría aportó entre 10.000 y 30.000 dólares--, estos no multimillonarios podrían experimentar una versión barata del sueño de ser propietario deportivo. Podrían escribir la historia de superación de un otrora orgulloso club, ahora tambaleante. Y sí, si todo va bien, afirmaron, podrían ganar algo de dinero.‌Al mismo tiempo, los inversionistas sabían poco sobre el equipo o Dinamarca cuando se embarcaron en este proyecto y, desde el principio, se han enfrentado a una serie de choques culturales y curvas de aprendizaje. El año pasado, por ejemplo, cuando los miembros se reunieron en un apartamento en el centro para ver su partido inaugural como propietarios, hubo confusión sobre qué beber.‌"Tuve que googlear: '¿Cuál cerveza es danesa?'", dijo Sean Naughton, que vive en East Village. "Afortunadamente, tenían Carlsberg en la tienda delicatesen".‌Las fiestas mensuales (más o menos) para ver partidos del grupo se han trasladado a Mugs Ale House en Williamsburg, Brooklyn, donde Naughton es el responsable de iniciar sesión en el sitio web que transmite en directo los juegos (las suscripciones mensuales cuestan 79 coronas danesas o alrededor de 11,50 dólares) y ponerlos en las pantallas grandes del bar.‌La reunión del mes pasado incluyó cervezas en el desayuno y un dolor de cabeza tempranero, cuando el AB, defendiendo de forma distraída, permitió que le marcaran un gol a los pocos minutos del silbatazo inicial.‌"¡Somos malísimos con los tiros de esquina!", gritó Garrett Usina, un padre amo de casa, desde el fondo del bar.‌En los últimos años, el fútbol europeo ha atravesado un rápido periodo de americanización. La mitad de los clubes de la liga principal de Inglaterra y 9 de 20 equipos de la primera división de Italia tienen propietarios estadounidenses.‌‌Luego está "Bienvenidos al Wrexham", la popular serie documental de los actores Ryan Reynolds y Rob McElhenny, quienes compraron un club poco próspero de Gales en una apuesta que tiene algunos ecos de la compra del AB.

"Seguro que sí", dijo Matt Michaels, un inversor del AB de Maplewood, Nueva Jersey. "Quitando la fama, la apariencia o el dinero, esto es igual al caso del Wrexham".‌El proyecto comenzó en 2022, cuando unos amigos formaron un grupo inversor, Five Castles Football Group, y buscaron un club infravalorado para comprar. Después de limitar la búsqueda a Dinamarca, se desplegaron en busca de más dinero.‌Gordon, que conoció Five Castles gracias a un conocido en común, no dudó ante la oportunidad y acabó reuniendo un consorcio de 59 inversores individuales ubicados en Nueva York --amigos, padres de las escuelas de sus hijos y otros-- y ganándose un lugar en la junta directiva del AB cuando la venta se concretó ese noviembre.‌Gordon describió su papel como "director de crucero", en el que busca asegurarse de que todos se diviertan. El año pasado organizó un viaje de inversores a Copenhague para dos docenas de personas. Se sintió como un campamento de fantasía sobre ser propietario deportivo. Disfrutaron de bocadillos y cervezas ilimitadas en la (modesta) sala VIP durante un partido, recorrieron las instalaciones de entrenamiento y conocieron a fanáticos. Cantaron karaoke hasta la 1:00 a. m.

El objetivo inmediato de los propietarios estadounidenses es conseguir el ascenso a la segunda división, donde una afluencia de dinero procedente de derechos de transmisión y patrocinios podría convertir el proyecto en un negocio sostenible.‌Por ahora, la experiencia sigue siendo encantadoramente tosca.‌La mañana del encuentro del mes pasado, Nina Grieco, una chef de Syosset, Nueva York, llegó con dos bandejas de kanelstang, o virutas de canela danesas, que había horneado la noche anterior. La inversión de su familia la impulsó a aprender algunas recetas danesas, y el frikadeller --albóndigas tradicionales-- ya es un plato predilecto de sus hijos.‌Tina Carr, vecina de Gordon en el Lower East Side y única miembro danesa del grupo, añadió bollos de cardamomo tradicionales de Smør, un café danés en Manhattan, entre el café y los bagels en el bar.‌Las delicias culinarias solo lograron mantener el buen ambiente por un rato. El equipo tuvo un partido difícil y terminó perdiendo 2 a 1.‌A medida que pasaban los minutos, Gabe Lewner, de 16 años, observaba con su padre y se encogía de hombros. Había mucho trabajo que hacer, dentro y fuera del campo. Con zapatillas Nike con los colores del equipo, el adolescente explicó cómo se había encargado de abrir una cuenta de Instagram en inglés para el equipo. Su próximo desafío: aprender a hablar danés.‌"Bueno, lo estoy intentando", dijo, con los ojos fijos en la pantalla. "Estoy usando Duolingo".

Hinchas de fútbol y copropietarios del equipo de fútbol danés Akademisk Boldklubat, durante una reunión para ver un partido del equipo en Mugs Ale House en el vecindario de Williamsburg en Brooklyn, el 10 de marzo de 2024. (Adrienne Grunwald/The New York Times)

Tina Carr, al centro, parte del grupo de copropietarios del equipo de fútbol danés Akademisk Boldklubat, durante una reunión para ver un partido del equipo en Mugs Ale House en el vecindario de Williamsburg en Brooklyn, el 10 de marzo de 2024. (Adrienne Grunwald/The New York Times)