A principios de agosto, las fuerzas ucranianas cruzaron la frontera rusa y tomaron el control de unos 980 kilómetros cuadrados en la región de Kursk, un golpe que sorprendió al Kremlin. Mientras los medios estatales rusos afirmaban que todo estaba bajo control y que el presidente Vladimir Putin gestionaba eficazmente la respuesta militar, la realidad en el terreno era muy distinta. “Los militares afirman que Kiev no ha logrado su objetivo de asegurarse un punto de apoyo en la región rusa”, informó RT al día siguiente del inicio de la invasión.
Sin embargo, en las redes sociales rusas, la narrativa fue mucho más sombría. La invasión ucraniana tomó por sorpresa a las fuerzas rusas y provocó el desplazamiento de miles de residentes. Según comentarios en plataformas como Telegram, la incapacidad del ejército ruso para organizar un contraataque eficiente fue duramente criticada. El canal pro-guerra Two Majors, con 1,2 millones de seguidores, arremetió contra Valery Gerasimov, jefe del ejército, acusándolo de incompetente. “Está arruinando el país”, decía un comentario en OK, una red social popular en Rusia. “Ojalá se pegara un tiro ya. Es repugnante verlo”.
Este tipo de declaraciones negativas, que rara vez se dirigían antes a Putin, comenzaron a proliferar tras la ofensiva. Según un análisis de Filter Labs, empresa de inteligencia artificial que estudia redes sociales y datos económicos rusos, el sentimiento en línea hacia el presidente cayó considerablemente después de Kursk y se mantuvo en niveles bajos durante todo agosto.
Incluso la propaganda estatal fue incapaz de contrarrestar la creciente frustración popular. “En la televisión estamos aplastando a los ucranianos, pero en realidad están bombardeando nuestras ciudades y las fuerzas rusas no están haciendo nada”, escribió un usuario, desmintiendo la versión oficial.
La fragilidad del sistema de propaganda
El desplome de la confianza pública en Putin no había sido tan marcado desde el fallido golpe de Yevgeny Prigozhin en 2023, recordó Foreign Affairs. En las encuestas, la popularidad del presidente cayó del 60% al 50% en solo tres semanas.
Esta crisis expone una debilidad en el sistema de información del Kremlin, que ha reprimido los medios independientes y bloqueado plataformas como Facebook e Instagram desde el inicio de la invasión a Ucrania en 2022. Aunque el gobierno ha permitido cierta pluralidad en canales a favor de la guerra en Telegram, estos han comenzado a volverse en su contra durante momentos de crisis, como la ofensiva de Kursk.
Según los expertos, la maquinaria propagandística de Putin ha sabido gestionar con éxito el apoyo popular en anteriores conflictos. Sin embargo, cuando se producen crisis como la incursión ucraniana en Kursk, la estructura de propaganda del Kremlin se tambalea.
A pesar de los intentos de silenciar el descontento, las quejas de los ciudadanos rusos sobre la respuesta militar fueron demasiado evidentes. “Los residentes de Kursk creen que el gobierno los ha abandonado”, fue el titular en un medio local.
Un régimen vulnerable
El citado Foreign Affairs destacó que esta crisis de confianza, aunque no necesariamente indica el surgimiento de un movimiento anti-Kremlin, revela las vulnerabilidades del sistema autoritario de Putin. En tiempos de dificultad, el régimen no es capaz de controlar completamente la narrativa ni el comportamiento de la población.
Las quejas van desde la incompetencia militar hasta la gestión económica. En medio de una inflación persistente, muchos rusos enfrentan dificultades económicas. La deuda de los hogares aumentó un 18% entre 2022 y 2023, y el descontento por los salarios ha sido otro punto de conflicto.
Además, los problemas económicos han afectado especialmente a las familias de los soldados. A pesar de las grandes bonificaciones ofrecidas por el Kremlin a los soldados que se alistan, muchas familias temen que sus seres queridos no reciban compensaciones si mueren en combate.
En las regiones más pobres, los periodistas han documentado el creciente malestar de las familias que sospechan que sus muertos son abandonados en el campo de batalla para evitar los pagos del Estado.
El impacto de la ofensiva de Kursk
La incursión en Kursk ha evidenciado cómo los shocks inesperados afectan el control del Kremlin. Aunque Moscú ha intentado minimizar el impacto de la operación ucraniana, las críticas públicas y la falta de una respuesta militar contundente han dejado al régimen expuesto. Mientras los medios estatales intentaban reordenar la narrativa, quedó claro que el Kremlin no siempre tiene el control absoluto.
Este episodio refleja una tendencia preocupante para el régimen. Cada vez que se produce un golpe inesperado, como el motín de Prigozhin o la invasión de Kursk, la maquinaria propagandística del Kremlin se paraliza. La falta de directrices claras desde el liderazgo deja a los medios estatales y a los canales de Telegram sin una narrativa unificada, lo que expone la fragilidad del sistema.
Para el régimen de Putin, estas caídas en el control de la narrativa y el discurso público son peligrosas. La élite rusa recuerda bien cómo la Unión Soviética perdió el control en 1989 y en 1991, cuando parecía un régimen sólido. Cualquier señal de que la historia podría repetirse obliga a Putin a ajustar su estrategia, ya sea aumentando la censura o evitando medidas impopulares como una nueva movilización militar.
Un desafío para Occidente
Para los aliados de Ucrania, esta debilidad en el sistema de información de Rusia ofrece una oportunidad estratégica. Cambiar el cálculo de Putin sobre los riesgos internos que enfrenta al continuar la guerra es crucial.
Las iniciativas de comunicación dirigidas a las familias de soldados rusos y a la sociedad en general podrían socavar la moral y aumentar la presión sobre el régimen.
En última instancia, mientras el Kremlin lucha por controlar la narrativa dentro de Rusia, la ofensiva de Kursk ha revelado una grieta en el dominio propagandístico de Putin.
Los aliados de Ucrania no pueden permitirse desperdiciar futuras oportunidades para explotar estas vulnerabilidades, especialmente cuando la maquinaria de propaganda rusa se ve atrapada en la confusión, concluyó Foreign Affairs.