Son escudos, aunque nadie pueda sostenerlos. Son quienes interrumpirán la línea que una un proyectil con su protegido. Lucen recios, formales, siempre de traje e impiadosos. Comunicados entre sí para mejorar su labor. Son los agentes del Servicio Secreto de los Estados Unidos, los hombres encargados de cuidar al presidente.
El trabajo de estos 3.000 agentes no es el de cualquier otro. Además de poner en riesgo su integridad -como tantos otros oficiales de policía- tienen ciertas habilidades pero también restricciones. Sus vidas casi que no les pertenecen. No tienen horarios y la paga no se corresponde, en muchos casos, con sus merecimientos y su entrega. Pero siguen allí, cuidando al hombre más poderoso del mundo.
La paga, sobre todo, no es buena. Los fines de semana, las horas extras, los viajes por campaña, no son abonados. Todo es vocación en estos hombres entrenados no sólo para proteger, sino para eliminar cualquier amenaza.
Los agentes federales del Servicio Secreto ganan unos 160 mil dólares al año, un sueldo para nada despreciable, pero muy por debajo de sus verdaderas tareas. Es que anualmente, con lo que deberían sumar de horas extras y viajes, cada uno pierde decenas de miles de dólares. Sumado a ello se agrega la falta de una vida normal, de una vida familiar. Pero eso lo saben cuando juran proteger al presidente y sus funcionarios.
El tema escaló hasta las autoridades del gobierno y al Congreso de los Estados Unidos, donde se preocuparon por las condiciones extremas a la que son llevados sus hombres. Por algo, la agencia no figura entre los mejores lugares para trabajar en el estado. De 320 oficinas públicas se ubica en el puesto 319. Tanto republicanos como demócratas coinciden en la necesidad de un cambio y trabajan por estos días para que ello se cristalice. Durante una audiencia con oficiales de ese departamento, se escucharon historias respecto a lo complicado que se hacía cumplir con las tareas y lo magro de la retribución.
Los directores del Servicio Secreto están al tanto de estos problemas, coinciden con sus subordinados y hacen lo imposible para que el cumplimiento de sus agentes sea tan profesional como siempre. Lo consiguen, pero quieren que además de ser leales a su vocación, sientan que son más reconocidos por poner en riesgo su vida.
El lunes pasado ingresó un proyecto de ley por el cual se compensaría por el tiempo trabajado a los agentes de esa oficina clave para la seguridad nacional. Se espera que la situación mejore sensiblemente en los próximos meses.
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