De peones a reyes: el ajedrez, esperanza para niños de barrios pobres

Concentrado, Junior Monday se inclina sobre su tablero de ajedrez en una mesa de plástico desvencijada. A la sombra de un puente en ruinas, entre basura, fragmentos y polvo, juega rodeado de un grupo de niños en Oshodi, uno de los barrios marginales más peligrosos de la metrópolis nigeriana de Lagos.

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Ayomide Ojo (centro), de 17 años, juega una partida de ajedrez en una reunión de la organización "Chess in Slums". Cada fin de semana, niños y adolescentes pobres y a menudo analfabetos de asentamientos marginales de Lagos practican el juego de estrategia intelectual. Foto: Sam Olukoya/dpa
Ayomide Ojo (centro), de 17 años, juega una partida de ajedrez en una reunión de la organización "Chess in Slums". Cada fin de semana, niños y adolescentes pobres y a menudo analfabetos de asentamientos marginales de Lagos practican el juego de estrategia intelectual. Foto: Sam Olukoya/dpa

Concentrado, Junior Monday se inclina sobre su tablero de ajedrez en una mesa de plástico desvencijada. A la sombra de un puente en ruinas, entre basura, fragmentos y polvo, juega rodeado de un grupo de niños en Oshodi, uno de los barrios marginales más peligrosos de la metrópolis nigeriana de Lagos.

El calor sofocante y el hedor no parecen molestar a Junior. Tampoco lo hace el rugido de los trenes que recorren las vías a pocos metros detrás de él. El joven de 15 años está habituado: este barrio, con toda su suciedad, las drogas y la violencia, es su hogar.

Como otros cientos de miles de niños de barrios pobres de Nigeria, en el oeste de África, Junior tenía pocas esperanzas de una vida mejor hasta que se encontró con Babtunde Onakoya y su iniciativa "Chess in Slums" (Ajedrez en barrios pobres). 

Cada fin de semana, el equipo de Onakoya enseña el tradicional juego de estrategia a niños pobres y a menudo analfabetos en Oshodi y otros dos asentamientos marginales de Lagos. 

De este modo, Onakoya quiere aprovechar el potencial de los niños y demostrar que se pueden conseguir grandes cosas aunque se empiece con algo muy pequeño.  

"Incluso un niño hambriento y harapiento de los barrios más pobres puede dominar el ajedrez con todas sus sutilezas, un juego muy apreciado en todo el mundo", afirma.

Onakoya sabe de lo que habla. En vez de ir al colegio, de pequeño andaba por la barbería de un vecino en la que los clientes se entretenían jugando al ajedrez. 

El joven aprendió observando y pronto fue tan bueno que podía desafiar a los adultos. El juego de mesa se convirtió en su refugio. Años más tarde fue campeón nacional de ajedrez y ganó una beca que lo ayudó a terminar la escuela y estudiar informática. 

"El ajedrez me sacó de la calle y me salvó la vida", dice Onakoya al mirar hacia atrás.

Hace cuatro años, decidió devolver algo a la sociedad. Pidió ayuda a sus amigos ajedrecistas y fundó "Chess in Slums" como una organización sin fines de lucro.

Los fines de semana colocaban unos viejos tableros de ajedrez al borde de la carretera y atraían a cada vez más niños curiosos y aburridos.

"Me sorprendió el potencial de los niños. Esa suele ser la triste historia de África, el potencial está ahí, pero faltan oportunidades", sostiene Onakoya.

El experto ajedrecista asegura que los niños aprendieron increíblemente rápido y, en pocas semanas, los primeros participaron en pequeños torneos.

El ajedrez es mucho más que un juego para Onakoya. Su objetivo es transmitir a los niños de los barrios pobres el sentimiento de que pueden lograr algo en la vida si utilizan su inteligencia. 

"Tarde o temprano, esto permite darse cuenta de que un futuro mejor es posible", expresa. 

Muchos niños, dice, experimentan la ambición y la emoción de ganar por primera vez en su vida. Además, se entrena su pensamiento independiente y crítico con la ayuda del ajedrez, asegura. Y agrega que el ajedrez también les enseña a perder y a recuperarse después. 

Desde el comienzo de la iniciativa en 2018, Onakoya ha enseñado ajedrez a más de 500 niños y los ha inspirado a ser estratégicos, tanto en el tablero como en la vida.

Más de 30 niños con talentos especiales han recibido becas para su formación escolar y sus estudios universitarios.

"Me fascinó la forma en que estaban dispuestas las piezas, el aspecto que tenían", recuerda Ayomide Ojo, de 17 años, sobre su primer día en "Chess in Slums". El joven espera que el juego le permita algún día escapar de Oshodi, donde es un niño de la calle constantemente expuesto al hambre y la violencia.

El modelo de Ayomide es Michael Omoyele Obafemi, de 16 años, quien gracias a "Chess in Slums" representó a Nigeria en el Campeonato Africano de la Juventud, celebrado en la vecina Ghana, y ganó otros numerosos torneos.

A Michael le espera ahora una beca universitaria en Canadá, donde quiere formarse como auditor contable.

Michael relata que sus padres y seis hermanos tienen sus esperanzas puestas en él. Su padre está desempleado y su madre trabaja como jornalera. "Mis padres rezan por mí todos los días y cuentan los días que faltan para que pueda viajar a Canadá y salvar a nuestra familia", dice con orgullo.

El éxito de "Chess in Slums" se ha extendido a lo largo y ancho del mundo, incluso en Estados Unidos.

Ahora, Tyrone Davis III, maestro nacional de ajedrez de Estados Unidos y presidente del club de ajedrez del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en Cambridge, financia una beca en la prestigiosa universidad para uno de los alumnos de Onakoya.

Davis, que dirige una iniciativa de ajedrez similar llamada "The Gift of Chess" en Nueva York, conoció a Benjamin Kisegbeji, de 12 años, durante una visita a Lagos en marzo. El niño lo impresionó mucho.

"Era el jugador más fuerte y enseguida me di cuenta de por qué. Es ambicioso y está decidido a utilizar el ajedrez como medio para triunfar, dentro y fuera del tablero", subraya.

"Sé por experiencia propia que el ajedrez entrena la capacidad de pensar, de exigir respeto y de construir una identidad, independientemente del origen social", dice Davis. El ajedrez, destaca, puede ofrecer a niños como Benjamin una verdadera oportunidad para un nuevo comienzo.

dpa

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