Restos de víctimas de emblemática matanza en Perú son entregados a sus familias

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En pequeños ataúdes blancos fueron colocados este miércoles los restos de la madre y cinco hermanos de Teófila Ochoa, asesinados por militares en 1985 junto a decenas de campesinos de una remota aldea andina de Perú.

Una patrulla militar al mando del subteniente Telmo Hurtado mató a casi todos los habitantes de la aldea de Accomarca, en la región Ayacucho, alegando que eran integrantes de la guerrilla maoísta Sendero Luminoso.

La matanza se perpetró el 14 de agosto de 1985. Hurtado, "el carnicero de los Andes", ahora está preso tras ser extraditado por Estados Unidos donde vivía.

Treinta y siete años después, los familiares comenzaron a retirar con lágrimas en los ojos los pequeños ataúdes con sus seres queridos desde el local municipal del poblado donde tuvo lugar esta emblemática masacre durante el conflicto interno peruano (1980-2000).

"El dolor de mi corazón jamás se podrá curar, ¿qué culpa tenían mi madre y mis hermanos?", dice Ochoa a la AFP, tras llevar los seis ataúdes a la iglesia de la aldea, al otro lado de la plaza. Ella tenía entonces 11 y se salvó porque huyó corriendo al campo.

La ceremonia fúnebre se realizará el viernes en este poblado de rústicas casas, rodeado de cerros con pinos y eucaliptos. Sus 500 habitantes, muchos de los cuales solo hablan quechua, viven principalmente del cultivo de cebada, papa, quinua y trigo.

"Perder a familiares de esta manera es triste y llorar durante 37 años con sus recuerdos", dice a la AFP Tenencia Gamboa, de 60 años, que perdió a su madre y dos hermanos, de 8 y 11 años.

"Es una tristeza muy grande. No hay otra forma de explicarlo", indica Maura Quispe, de 52 años, quien perdió a su madre, embarazada de ocho meses, y su hermana de 6 años.

Una veintena de niños figuran entre las víctimas de ese fatídico 14 de agosto de 1985, quienes fueron asesinados a sangre fría junto a sus padres con balas y granadas, antes de ser quemados dentro de unas casas.

Recién en 2002 la justicia peruana comenzó a investigar la matanza y condenó a una decena de militares como autores mediatos o materiales, entre ellos Hurtado que entonces tenía el grado de mayor.

Los restos de las víctimas fueron exhumados de una fosa común hace un tiempo e identificados con muestras de ADN para ser entregados ahora a sus familias, en un programa conjunto de la Fiscalía peruana y del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).

De ellas, 37 fueron plenamente identificadas, explicó la fiscalía.

En algunos casos solo fueron encontrados unos pocos huesos de una persona, pero el número total de víctimas no ha sido precisado por la fiscalía ni por el CICR.

"El caso Accomarca, nosotros como peritos, lo hemos catalogado como uno de los casos más complejos y emblemáticos", dice el antropólogo forense Lucio Condori a la AFP que trabajó en la identificación.

"Entre los restos tenemos partes de cuerpos, pedazos de piernas, tórax [...], hay pocos cráneos completos", explica, aclarando que además de las 61 víctimas de la matanza, medio centenar de lugareños desaparecieron entre 1983 y 1990.

Durante la guerra interna, los campesinos pobres de los Andes fueron carne de cañón tanto para las guerrillas como para el Ejército.

- Flores y rosarios -

Los restos llegaron a Accomarca en cajas de cartón. Y en el salón municipal, en presencia de sus respectivos familiares, empezaron a ser depositados dentro de los ataúdes blancos, que tenían un crucifijo plateado en su cubierta y el nombre de la víctima en un extremo.

Luego el ataúd sellado era llevado al hombro por un funcionario de la fiscalía hasta la iglesia, acompañado de sus familiares. Muchos de ellos vestían de negro y portaban coloridas flores artificiales y rosarios, así como fotos de sus seres queridos, la mayoría en blanco y negro.

"Estamos apoyando a los familiares con psicólogos para el impacto emocional que es ver el armado de [los huesos de] sus seres queridos", dice a la AFP Milagros Quiroz, del ministerio de Justicia.

Las víctimas son veladas por sus familiares este miércoles y jueves.

En un pequeño cementerio situado a un kilómetro de la aldea fueron construidas las tumbas de cemento, donde serán sepultados los ataúdes el viernes.

En ese mismo lugar situado sobre la cima de una colina todavía se observan unos torreones y otros vestigios de un antiguo cuartel desde donde los militares vigilaban la zona.

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