Los aplausos silenciosos -un reflejo automático del clásico "silencio hospital"- se generan inmediatamente después que terminan de tocar los músicos. Y contrastan con el sonido del dúo de guitarras que llenó de acordes y alegría el interior de la habitación de internación.

La magia que se produce dentro de esa sala es consecuencia del proyecto Cuerdas que Unen, que surgió gracias a Irma Costanzo, música, artista, interprete y maestra de guitarristas.

La idea comenzó a gestarse hace unos meses, cuando Irma fue a visitar a una amiga que estaba internada. En vez de llevarle flores, o chocolates, le regaló lo que ella considera más valioso: música.

Por esas vueltas inesperadas que tiene la vida, a raíz de una enfermedad, Irma no puede tocar más la guitarra. Por eso fue acompañada de algunos de sus alumnos para generar su obsequio a través de ellos.

Los comentarios positivos que tuvo de esa visita -especialmente de parte de los médicos de su amiga- empezaron a resonar en su cabeza.

Pensó que podía repetir la experiencia de acercar y contagiar los beneficios de la música a otros pacientes.

Así nació el proyecto que se propone, a través de recitales individuales en distintos hospitales, acompañar y ayudar con música a personas que están pasando un momento vital difícil.

Como los músicos convocados son profesionales, Irma pensó que deberían tener, aunque simbólica, una retribución. Entonces logró la financiación -a través de la Ley de Mecenazgo de la Ciudad de Buenos Aires- para que los más de 30 músicos profesionales que participan reciban un apoyo económico.

Es una mañana muy fría,pero el sol que se impone sobre el cielo despejado la suaviza un poco. Los músicos llegan a la hora indicada al punto de encuentro en el Hospital Británico.

Se saludan, y desenfundan las guitarras. La afinación ayuda a sacudir el frio de los dedos.

La música no reemplaza al tratamiento ni a los medicamentos, pero puede acompañar y mejorar el proceso.

El Dr. Pablo Young,médico de Staff de Clínica del Hospital Británico, los espera junto a otros colegas para comenzar con la recorrida.

Los músicos se organizan en dúos y tríos. Al frente de cada uno va un médico de la casa que previamente pasó a consultarle a cada uno de los pacientes si tenían ganas de recibir a los artistas.

El Dr. Young golpea la puerta de una de las habitaciones, y avisa que ya llegaron los músicos.

Mientras que la paciente trata de incorporarse un poco en la cama sin ocultar el entusiasmo que le genera la propuesta, los guitarristas se acomodan y la saludan. Responde que se llama Mariana, y que es de Paraguay. En voz baja, los dos músicos deciden el repertorio que le van a regalar, y por el brillo generado en sus ojos, se dan cuenta que no se equivocaron con la elección. Una polca paraguaya le iluminó la cara, mientras su cuerpo, como podía, seguía el ritmo de la melodía.

Irma acompaña a los músicos, entra a las habitaciones y mientras ellos deslizan sus dedos sobre las guitarras, ella acaricia a través del sonido generado.

Numerosos estudios dan reconocimiento clínico a los efectos de la música sobre las respuestas biológicas, como la frecuencia cardíaca, respiratoria, la presión arterial y la producción de endorfinas.

Además la música puede tener efecto analgésico, disminuir niveles de ansiedad, dolor, estrés y tensión. También favorece el bienestar emocional de los pacientes, y puede funcionar como refuerzo positivo durante la rehabilitación.

Las visitas musicales duran cerca de 15 minutos en cada habitación y a veces los músicos son retenidos por los pacientes a fuerza de bises, logrando sumar al termino de la recorrida 60 mini conciertos. "Cuerdas que unen" también lleva los acordes a los hospitales Garrahan y Pedro de Elizalde (ex Casa Cuna).

Algunos pacientes sacan fotos o filman a los músicos, otros piden alguna canción en especial, algunos, los que pueden, cantan.

La música no reemplaza al tratamiento ni a los medicamentos, pero puede acompañar y mejorar el proceso.

Los interpretes toman sus guitarras, saludan y se van, cargados de aplausos silenciosos. Queda la música