La familia de Puiggrós denuncia a Montoneros por embalsamar el cuerpo del historiador

Adriana Puiggrós revela en un libro la forma siniestra en que esa organización buscó apropiarse de su padre. Incluyó ese doloroso capítulo en la biografía del historiador

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La diputada nacional por la provincia de Buenos Aires, Adriana Puiggrós, decidió escribir sobre la vida de su padre, el historiador y político, Rodolfo Puiggrós, quien fue víctima de la pasión de un grupo político que decidió embalsamar su cadáver.

En "Rodolfo Puiggrós. Retrato familiar de un intelectual militante", su hija revela que al morir su padre en el exilio, la organización Montoneros, sin pedir permiso y sin siquiera comunicárselo a la familia, se apropió de sus restos para embalsamarlos en Cuba.

Para aquél momento, el ex rector de la Universidad de Buenos Aires estaba residiendo en México desde 1975, país donde él y su familia encontraron refugio de la represión y la violencia imperantes bajo el Proceso militar.

Pero su hijo Sergio, miembro de la organización Montoneros, había elegido quedarse en el país. El 22 de junio de 1976 murió en un enfrentamiento con efectivos del Cuerpo I del Ejército en Buenos Aires. Esa pérdida, según el relato de Adriana Puiggrós, agravó la salud de su padre y aceleró su final.

Sergio era un militante crítico de los "delirios confrontativos" de Montoneros, de los que desafortunadamente fue víctima - igual que Rodolfo Walsh- sin haber podido cambiar el rumbo sectario y suicida que Mario Firmenich le había impreso a la organización que comandaba.

"Pocos meses después de la muerte de Sergio, en abril de 1977, mi padre había aceptado formar parte del Consejo Superior del MPM (Movimiento Peronista Montonero), expresión pública de la conducción montonera en el exilio, a la cual se habían integrado también varias figuras conocidas del camporismo, como los ex gobernadores Oscar Bidegain, Jorge Cepernic y Ricardo Obregón Cano, e intelectuales como Pedro Orgambide".

La operación de apropiación
La autora describe esta iniciativa como "pensada desde la misma concepción militarista que inspiró la trágicamente fracasada contraofensiva". Se refiere a la decisión de Montoneros de enviar de regreso al país, clandestinamente, a militantes exiliados, en los años 1979 y 80, una operación que arrojó un saldo de más de 80 muertos de la propia organización.

Adriana vio a su padre pocos días antes de su muerte, cuando él le anunció que viajaba para una actividad planificada por la organización. El 12 de noviembre de 1980 recibió un llamado de alguien que no se identificó: "Su padre murió este mediodía en Cuba".

Le dijeron que los restos tardarían dos días en llegar desde La Habana. El cuerpo arribó escoltado por miembros de la conducción del MPM. En la tapa del féretro una abertura dejaba ver la cara del muerto a través de un grueso vidrio. En un momento dado, los montoneros hicieron salir a la familia del velatorio y soldaron el cajón, que luego fue llevado al Panteón Civil de Dolores de la capital mexicana.

Semanas después de su muerte, un emisario de Montoneros se le presentó y le dijo: "Tenés que firmar unos papeles porque vamos a publicar las obras de Rodolfo (?) prologadas por Firmenich porque le pertenecen". Ella se negó rotundamente.

El descubrimiento
En febrero de 1987, Adriana Puiggrós, que en ese entonces ya había regresado a la Argentina, viajó a México para hacer incinerar los restos de su padre y repatriar las cenizas. Recién entonces, cuando los empleados del cementerio desenterraron el féretro, descubrió que Rodolfo Puiggrós había sido embalsamado en secreto

Aunque no sabe si el procedimiento tuvo lugar en el momento inmediatamente posterior a la muerte o tiempo después ya que, según el relato del director del cementerio, "unos hombres vinieron y lo sacaron y lo volvieron a poner". 

En un apartado titulado "De eso no se habla para no darle armas al enemigo", Adriana Puiggrós escribe: "Hasta hoy, muchos que dicen ser sus discípulos, hablan en su nombre y conocen el episodio evitan mencionarlo y se sienten molestos ante su alusión. Un argumento esgrimido para cambiar rápidamente de tema cuando yo lo introducía, en 1987, era que se estaban realizando los juicios a los responsables de la dictadura y que hacer público semejante hecho daría argumentos que podían ser usados a favor de los militares. O en contra de las organizaciones político-militares".

Ella, en cambio, cree que "el ocultamiento sólo sirve (para) construir ficciones". "En el caso particular del embalsamamiento secreto de mi padre, silenciar tal situación obstruye la posibilidad de analizar estructuras profundas de las formaciones político-culturales de nuestra sociedad".

Estas revelaciones de hechos históricos cuestionan el relato imperante hoy sobre los años 70, con su versión idílica del accionar de grupos como Montoneros, y ponen de relieve la impunidad de que gozan sus jefes.