ERC recordará el 12 de mayo de 2024. El partido trata de tomar ahora buenas decisiones para minimizar daños. Las urnas no solo sacaron a Pere Aragonès de la Presidencia de la Generalitat ni se conformaron con situar a Junts como primera fuerza independentista; también obligan a los republicanos a enterrar el procés, al que tanto han dedicado, llegando a pagar con la cárcel, o a llevar a Cataluña a unas nuevas elecciones, con el riesgo que conlleva para un partido en extrema debilidad. Aragonès no recogerá su acta de diputado y Oriol Junqueras aguardará a las elecciones europeas para abrir “un periodo de reflexión”. El 30 de noviembre, ERC celebra un congreso para renovar su dirección y articular los próximos pasos. Junqueras se postula: “Me siento capaz”.
El calendario da una pista sobre los planes más inmediatos, añadido a la presión interna para dar el Govern a Salvador Illa. El retirado pero autorizado portavoz en el Congreso de los Diputados Joan Tardà es una de esas voces que pide actuar “con el cerebro y no con las tripas” y resolver el corto plazo facilitando la investidura al socialista. Lo que dice el calendario es que si hubiera que repetir los comicios, las fechas probables son el 6 o el 13 de octubre, es decir antes de ese congreso de noviembre, sin un líder ni un candidato sólido, sin haberse puesto en pie tras la caída. Son buenas noticias para Illa, que este jueves en la Cadena SER se ha mostrado respetuoso con los tiempos de ERC y abierto tanto a un gobierno en solitario como de coalición.
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Entretanto, Carles Puigdemont maniobra desde el sur de Francia. Su regreso está próximo, como lo está la aprobación definitiva de la ley de amnistía, el 30 de mayo. Los jueces tienen dos meses a partir de esa fecha para aplicarla y archivar los procedimientos en marcha. Electoralmente se ha quedado a medio camino, derrotando a ERC pero sin posibilidad de recuperar el cargo que le arrebató el 155 de la Constitución. Se comprometió a abandonar la política si fracasaba en el intento. Por lo pronto, asegura que peleará por la investidura, que exigiría en último término de la abstención del PSC. Sus cálculos le alertan sobre una repetición, que no desea. En Junts también auguran una mayoría más amplia de Illa si se ponen otra vez las urnas.
El PP no se fía
El PP emplea un lenguaje diferente en Madrid y Barcelona. En la capital se opone frontalmente a Pedro Sánchez y todo lo que signifique Pedro Sánchez. No hay grieta, margen en las declaraciones que hagan pensar en una mínima concesión. Asegura Cuca Gamarra que el presidente “ha resucitado” al independentismo. Alejandro Fernández sigue este guión pero no es tan taxativo. El independentismo está en problemas y no puede ser el PP quien le eche una mano. “Nuestro partido sí va a obedecer el mandato de la sociedad de hacer lo que sea necesario para acabar con el procés. (...) Hay muchísima gente ilusionada con la posibilidad de un cambio”, admite, si bien puntualiza y anticipa: no se fía de Illa y no está dispuesto a que le engañe.
E Illa es optimista porque es la única opción. El resultado de girar la ruleta de la repetición recaería sobre todos y cada uno de sus responsables, a tenor de los precedentes nacionales y autonómicos. Pero sabe que las europeas ya están aquí, que la campaña empieza el próximo viernes y que no será posible dialogar o negociar sin ruido ni excesos verbales hasta que se superen. Ni hasta que ERC determine qué quiere ser.