Para la economía, la confianza es la madre de las victorias

Por Manuel Alvarado Ledesma

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Mauricio Macri y Marcos Peña (Adrián Escandar)
Mauricio Macri y Marcos Peña (Adrián Escandar)

Hasta la fecha, los logros han sido considerables. Y lo que parecía casi imposible, se concretó el año pasado: la salida airosa del cepo cambiario y la finalización del default de la deuda pública.

Sin embargo, sigue una asignatura pendiente que condiciona el devenir de las demás. La corrección de las distorsiones en la estructura de precios relativos, recibida del gobierno anterior. Y no es casual que sea así pues tal corrección conllevaría acentuar el problema de la inflación e incentivaría la baja del salario real y la depresión de la actividad económica.

Pese a no haber encarado decididamente esta asignatura, la reactivación económica y el control de la inflación al nivel de un dígito continúan dilatándose. El gradualismo elegido exige una fuerte dependencia con los mercados financieros internacionales para afrontar los desequilibrios tanto fiscal como externo. Y por lo tanto el acceso a ellos genera incertidumbre para el futuro inmediato lo que, a su vez, patea en contra del propósito oficial.

Existe una explicación para tal situación. Además, de uno de las más cuantiosos déficit fiscales, un 8% del PBI, al inicio de su período, el Gobierno se encontró con la mayor sobredimensión del Estado en la historia argentina. Se trata de un coeficiente del 47% del PBI. Con este cuadro, lógicamente, la inversión privada se ha mantenido distante, al aguardo del resultado de las próximas elecciones.

Sigue una asignatura pendiente: la corrección de las distorsiones en la estructura de precios relativos

El callejón tendrá salida si predomina el voto favorable al Gobierno. Pero para ello, será casi imprescindible mejorar el cuadro económico lo que implica el total abandono del populismo que, aunque moderado, no deja de ser lo que es.

Abandonar definitivamente el populismo significa erradicar la inflación. Ello exige una acción contundente en el frente fiscal. Así las cosas, se necesita un plan creíble de reducción y racionalización del gasto público que, a la vez, apunte a convertirlo en un elemento cada vez más eficiente. Para tal cometido no hay otra salida que terminar con los subsidios al transporte, al gas, a la energía y al suministro de agua.

Para seguir por este camino, se debería recurrir a un modelo de no-gradualismo. Entrar en una etapa más frontal para afrontar estos problemas demanda la búsqueda de consensos. Se trata de alcanzar una suerte de coalición con otras fuerzas políticas; de integrar otros sectores de la política para fortalecer el desarrollo del plan económico. Y que buena parte de la oposición, además de compartir los beneficios, sea partícipe de los costos políticos.

Obviamente, el camino no es de fácil recorrido. Pero, es más que importante emprenderlo cuanto antes para generar confianza, que es la madre de las victorias.

 

(*) Manuel Alvarado Ledesma es Economista. Profesor de la Maestría de Agronegocio de la UCEMA