Cómo dos espías y un congresista estuvieron a punto de reemplazar la carne de vaca por la de hipopótamo como plato central en la dieta de Estados Unidos

A comienzos del siglo XX, ante una baja oferta vacuna, hubo un plan para importar estas bestias acuáticas desde África

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(shutterstock)
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Los estadounidenses son de los mayores consumidores de carne vacuna del mundo. Pero la historia podría haber sido muy distinta.

A comienzos del siglo XX, la combinación de altas tasas de inmigración, el aumento de la población urbana, pastizales saturados por el pastoreo excesivo y la escalada de precios de la carne dio lugar a una oferta insuficiente para una demanda creciente. Bajo el título "La cuestión de la carne", los periódicos de la época abrían el debate sobre cómo resolver el problema.

Fue entonces cuando aparecieron dos personajes coloridos: Frederick Russell Burnham y Fritz Duquesne.

Russell Burnham fue tan célebre en su época como olvidado por completo por la historia. Los Boy Scouts fueron creados a partir de su imagen para que los niños fuesen honorables como él. Hasta se convirtió en la inspiración del personaje de Indiana Jones. Era un aventurero independiente que anduvo por África luchando con los colonialistas británicos, porque, al igual que muchos en su época, pensaba que aquel era un noble proyecto para llevar la "civilización" a África. En una ocasión fue descrito como "el más completo ser humano que haya vivido".

Frederick Russell Burnham, uno de los aventureros que promovieron la importación de hipopótamos a los Estados Unidos. Luego fue la inspiración para Indiana Jones
Frederick Russell Burnham, uno de los aventureros que promovieron la importación de hipopótamos a los Estados Unidos. Luego fue la inspiración para Indiana Jones

Fritz Duquesne era un boer, como se conoce a los descendientes de los colonos holandeses en África. Era un tipo muy resbaladizo, que se ocultaba tras diferentes alias, con los que se involucró en ingeniosas estafas y luchó contra los británicos en la Segunda Guerra.

Ambos, Burnham y Duquesne, trabajaron como espías para sus respectivos Ejércitos en África y les fue asignada la misma tarea: matar al otro.

Esa rivalidad pareció superada por una cuestión de respeto mutuo y admiración. Nunca se encontraron en batalla, pero cuando finalmente se reunieron, fue para intentar sacarle provecho a un proyecto que había presentado en el Congreso el representante por Lousiana Robert Broussard.

Fritz Duquesne, el escurridizo espía que se asoció al lobby prohipopótamos
Fritz Duquesne, el escurridizo espía que se asoció al lobby prohipopótamos

En 1884, una delegación japonesa había visitado Nueva Orleans y llevado de regalo una cantidad de jacintos de agua. Las flores se expandieron rápidamente por los ríos circundantes, lo que provocó que se extinguieran muchos de los peces de la zona. Broussard se contactó con diferentes científicos en busca de una solución. Llegó a la conclusión de que así como los europeos habían importado vacas, ovejas, cerdos y aves de corral a los Estados Unidos, y que animales como las avestruces se habían adaptado a California y los camellos a los desiertos del sudoeste del país, los hipopótamos africanos podían cumplir un doble objetivo en los terrenos pantanosos del sur del país: comerse los invasivos jacintos (ya que formaban parte de su dieta habitual) y luego ser faenados para abastecer el mercado de carne estadounidense. William Newton Irwin, un investigador del Departamento de Agricultura, sentenció que la única razón por la que los estadounidenses no comían hipopótamo era "porque nadie nunca se los ofreció".

Fue así que los espías Burnham y Duquesne se asociaron en una empresa de lobby para promover la importación de hipopótamos que había propuesto Broussard en el proyecto de ley 23.261, conocido como la "ley hipopótamo", que solicitaba la asignación oficial de 250 mil dólares para la importación de estos animales. Hubo cartas de ciudadanos que respaldaban el proyecto, The New York Times escribió una nota para alabar el sabor de la carne de hipopótamo, a la que describió como "el tocino del lago", y The Washington Post anunció que el producto estaría disponible para el consumo masivo en los EEUU en pocos años.

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Pero finalmente, la agricultura industrial le ganó la batalla temporal a la idea de importar hipopótamos. Nuevas técnicas permitieron extender la frontera agrícola y multiplicar la población vacuna en pocos años y el proyecto de importar las bestias desde África fue abandonado.

Jon Mooallem, un periodista que investigó la increíble historia del proyecto fallido, la rescata como símbolo de la mentalidad abierta de la época: "Hay algo bello en que los Estados Unidos considerara importarlos. Estaba tan arraigada la idea de encarar los problemas y buscar resolverlos que incluso una idea de este tipo podía conseguir difusión y respaldo. La gente se sentía libre y lo suficientemente audaz para imaginarse importando hipopótamos en lugares donde no había".