Gómez Antón: murió uno de los grandes maestros del periodismo

El ex profesor de la Universidad de Navarra falleció en México a los 85 años. Fue uno de los máximos exponentes de la lengua española contemporánea. El recuerdo de sus colegas

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"Si tiene mucho tiempo, lea diarios; si tiene menos tiempo, lea revistas; y si le falta tiempo, lea libros". Con esta frase iniciaba muchos de sus cursos el profesor de la Universidad de Navarra Francisco "Paco" Gómez Antón, quien murió hoy en México, donde residía desde hacía algunos años.

Nacido en 1930 en Ordicia, Guipúzcua, y dueño de un carisma único y una claridad de conceptos dignos de envidia, Gómez Antón fue sinónimo de docencia y periodismo. Durante 46 años dictó clases -magistrales cada una de ellas- en las aulas de Navarra, donde hoy se lo recuerda con admiración y nostalgia. Un verdadero "gran maestro", como lo recuerdan sus alumnos.

Su experiencia y conocimientos, tanto académicos como profesionales, describen, en parte, su mundo interno: era doctor en Derecho Administrativo (Madrid), diplomado en Administraciones Públicas y Desarrollo (París), licenciado en Ciencias de la Información (Navarra); todo ello regado por constantes cursos sobre la interdependencia entre la educación y los sistemas políticos en los Estados Unidos, Francia, Italia y Alemania. Sus conocimientos están volcados en sus múltiples libros, pero, sobre todo, en la memoria de quienes disfrutaron de su tono tranquilo, didáctico y claro en conceptos.

Era un obsesivo de la educación. De los sistemas educativos. La definía como un constante "perfeccionamiento intencional". Gómez Antón creía que el fin último de esa "perfección" era "recortar la distancia que hay entre lo que se es y lo que se podría llegar a ser". "Perfeccionarse es recortar esa distancia", repetía en sus clases y coloquios.

Quienes lo recuerdan en un claustro con una pizarra detrás, visualizan aún hoy con claridad los "dibujos" que su "gran maestro" realizaba con una tiza, yendo y viniendo con un firme trazo blanco alrededor de ideas, conceptos e interrogantes. Todos quedaban boquiabiertos con la "infografía" improvisada que sería borrada minutos después.

Su conocimiento de la política internacional era incomparable. Entendía como si fuera el mismísimo Thomas Jefferson el sistema político estadounidense. O se hubiera podido mover como Nikita Krushchev por los laberínticos caminos del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, según retrató uno de sus mejores alumnos y colegas, Juan Antonio Giner.

La lectura global que tenía de los sucesos del mundo era tal que le permitía adelantarse a los acontecimientos y las tendencias. Fue así que predijo en los tempranos años 80 la importancia que tendrían para el periodismo los sistemas tecnológicos. En aquellos años, todavía era difícil encontrar un ordenador en el trabajo o en un hogar.

"Es más importante formar la cabeza que llenarla", era otra de sus preocupaciones. "Tener una cabeza capaz de actualizarse sola, capaz de pensar, una cabeza hecha", machacaba ante sus auditorios. Gracias a ese énfasis manifestado en sus clases y aulas salieron enormes periodistas y empresarios. "Enseñar a aprender. La función de un profesor es motivar y guiar. Alentar para que el alumno se motive y se ponga en marcha", explicaba.

Si bien Navarra era su lugar en el mundo académico, Gómez Antón era un consecuente visitante de las más prestigiosas universidades del mundo: Harvard y Columbia lo tenían entre sus invitados frecuentes. Y cada vez que concurría a ellas el interés por escucharlo aumentaba a medida que se acercaba la fecha de su exposición. Sus libros Desmemorias, sobre sus 46 años en la Universidad de Navarra, y Cómo reconocer si es una democracia lo que tiene delante, ilustran como ningún otro su pensamiento. En el primero se leen anécdotas y recuerdos de su paso por los claustros académicos; en el segundo, su conocimiento sobre sistemas políticos contemporáneos.

Alumnos y colegas lo recordaron hoy al conocer la triste noticia que recorrió el mundo desde el DF mexicano. La palabra más repetida para describirlo fue una, sencilla, y que él amaba: "maestro".