La escuela de periodismo del Granma tiene cada vez más alumnos

Distintos gobiernos de la región impulsan un modelo de prensa que recuerda al del régimen cubano, en el que sólo tienen lugar las buenas noticias

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Durante la última década creció, como hacía tiempo no ocurría en América Latina, el enfrentamiento de los presidentes con los medios de comunicación. En algunos países, como Venezuela, Ecuador y Argentina, se transformó en una guerra.

La estrategia de los gobiernos frente al conflicto tuvo dos partes. En un primer momento, el hostigamiento a la prensa crítica y la sanción de leyes que buscan regularla y, en algunos casos, limitar la libertad de prensa. En segunda instancia, la promoción de medios de comunicación públicos y privados alineados con el discurso oficial.

Los ejemplos más alevosos de este tipo de periodismo, que reniega de las investigaciones y de las denuncias contra funcionarios públicos, recuerdan al modelo periodístico promovido por el régimen cubano. Su principal estandarte es el Granma, principal periódico del país, que se presenta como órgano oficial del Partido Comunista de Cuba.


La escuela de periodismo del Granma

Juan Carlos Tejedor fue durante muchos años presentador de noticias en la televisión estatal cubana. Agobiado por la censura y la represión en la isla, a principios de 2014 consiguió que le dieran permiso para salir del país por vacaciones.

Tras una escala previa, viajó hacia Estados Unidos, donde se encuentra viviendo desde marzo. En una entrevista concedida semanas atrás a la cadena América TeVé, de Miami, contó en vivo que había decidido quedarse definitivamente en el país.

Infobae lo consultó para comprender cómo se ejerce el periodismo en Cuba. "Un periodista tiene que estar bien comprometido con el régimen establecido. No es alguien que pueda emitir juicios libremente. Más allá de algunos aspectos en los que puede haber cierta liberalidad, en general tiene que ser un fiel soldado al servicio de las directrices ideológicas del régimen", cuenta Tejedor.

"En el caso de las noticias nacionales, nunca se va a hablar de algo que tenga que ver con la disconformidad política, como protestas o algún movimiento político contrario. Tampoco de delitos económicos cometidos por figuras del régimen. Ni siquiera de hechos de sangre o accidentes. Las noticias están para mostrar que todo está bien y que los problemas son menores", agrega.

El periodista no sólo se encuentra incapacitado para ejercer su profesión porque está completamente desvirtuado el concepto de noticia. Además tiene que soportar tantas regulaciones que pierde toda autonomía.

"Los temas a tratar se bajan desde arriba -dice Tejedor-, nunca se dejan a iniciativa de los propios reporteros. En el caso de los noticieros, siempre hay un consejo en el que se decide qué informaciones se tienen que tratar, y los periodistas deben trabajar sobre ellas".

Otra función periodística que se encuentra completamente avasallada es la posibilidad de entrevistar a funcionarios públicos. Es casi imposible, está reservado a unos pocos y todas las preguntas son pautadas de antemano.

"Para entrevistar a un funcionario hay que pedir muchos permisos, y esperar a que los organismos decidan si es posible. Pero no a cualquier periodista le van a dar esa entrevista, sólo algunos pueden hablar con personajes de la plana superior. Son personas muy comprometidas con el régimen, por militancia partidaria o por la confianza que se les tiene por sus trabajos previos", dice.

"Siempre se pacta con el funcionario qué se le va a preguntar, y qué va a responder. Esas entrevistas demoran mucho en ser publicados porque el resultado final tiene que ser revisado y autorizado por órganos superiores de mando. A veces no se publican nunca, porque consideran que no es correcto", agrega.

El control es tan grande que es imposible que se publique algo con lo que las autoridades de gobierno no estén totalmente de acuerdo. Incluso, es casi imposible que un periodista se anime a intentarlo.

"Hay un filtro que impide que eso ocurra. Quien quiera decir cosas nuevas se va a encontrar con una barrera, con un muro. O pasa por el proceso de domesticación y adoctrinamiento, o se va del medio, porque sabe que no tiene posibilidad alguna de trabajar", dice Tejedor.


Los nuevos alumnos

La investigadora venezolana Luisa Rangel, miembro del International News Safety Institute (INSI), describe este tipo de periodismo como "un modelo de construcción de la historia oficial", que empieza a verse en algunos países. Aunque está lejos de haber penetrado como en Cuba.

"Venezuela es el caso más avanzado en este período. Creo que en el resto de los países no va a llegar a ese extremo, porque hay otros condicionantes. En Ecuador no está tan avanzado, ni creo que vaya a ser como el caso venezolano", dice Rangel, consultada por Infobae.

El gobierno de Rafael Correa en Ecuador sancionó una Ley de Comunicación que le da plenos poderes al Ejecutivo para castigar a los periodistas que considere que no están haciendo bien su trabajo. La norma ya se aplicó en distintos casos, como contra el dibujante Xavier Bonilla, por denunciar en una caricatura abusos policiales para encubrir hechos de corrupción.

Este hostigamiento dificulta seriamente el trabajo periodístico. Pero a pesar de perseguir a los medios opositores, el Gobierno todavía no avanzó tanto hacia la construcción de un periodismo adicto al poder.

En Argentina ocurre algo inverso. Si bien se ejerce mucha presión desde el Ejecutivo, las medidas aplicadas para controlar a la prensa opositora están lejos de ser tan drásticas como en Ecuador.

Sin embargo, sí se impulsó la creación de una red de medios escritos y audiovisuales completamente alineados con el discurso oficial, que son financiados por la publicidad estatal. No llegan a ser como el Granma porque conservan cierto grado de autonomía, pero se acercan bastante.

El mejor ejemplo de ejecución de un modelo que se asemeja al cubano es Venezuela. "Ha habido persecuciones contra muchos periodistas. El caso más reciente se vio en el periódico Últimas Noticias, que es afín al Gobierno y no se desapega de la agenda oficial. Tenía un departamento de investigación que intentó tener una agenda propia y lo censuraron abiertamente. Tuvieron que renunciar varios periodistas y terminaron cerrando el departamento", dice Rangel.

Pero aún allí hay varias distinciones con respecto a Cuba. La primera es que muchos de los medios oficialistas son privados, a diferencia de los cubanos, que son todos públicos y controlados directamente por el Estado.

La segunda es que las autoridades venezolanas quieren que los medios revelen cierta oposición, para generar un clima de polarización. Esto sería impensable en el monolítico sistema cubano.

"Para que haya polarización tiene que haber medios opositores -dice Rangel. Entonces lo que pasa en Venezuela es interesante, porque hay algunos que son supuestamente opositores, pero no tienen su propia agenda, sino que siguen la gubernamental".

"Si usted ve Globovisión -continúa- dice que es opositor, porque le da cabida a distintos personajes opositores. ¿Pero sobre qué temas los entrevista? Sobre aquellos relacionados con la agenda oficial o con el partido de gobierno".


Las guerras mediáticas

Fernando J. Ruiz es doctor en Comunicación Pública por la Universidad de Navarra y Profesor de Periodismo y Democracia en la Universidad Austral, de Argentina. Recientemente publicó Guerras mediáticas (Editorial Sudamericana), un libro en el que repasa los conflictos entre los gobiernos argentinos y la prensa desde 1810 hasta la actualidad.

En diálogo con Infobae, explica que esta forma sectaria de periodismo aparece siempre en contextos de enfrentamiento, cuando un líder o partido político se pelea con la prensa. Entonces, hay medios cuyo único objetivo es contar la historia oficial, pero otros que sólo buscan atacar al gobierno.

"El objetivo pasa a ser la derrota del enemigo político. Y se da de hecho una enorme subestimación de la audiencia, porque los medios saben que están cesgando la información. Esos dos factores estrangulan el periodismo", dice Ruiz.

"Un periodismo lleno de certezas no es un buen periodismo. En la medida en que la guerra anula las dudas, los matices, las ambigüedades, el uso respetuoso de la información, revienta el trabajo profesional. La lógica que empieza a crecer es el sentimiento de hostilidad y se pierde la racionalidad. Así los dos bandos se van igualando. Por supuesto que hay medios que tienen la capacidad de preservar la profesionalidad, pero es una dinámica que lleva a devolver el golpe", concluye.