“Música desde el corazón”: el cardiólogo y cantante que aprendió a combinar sus pasiones

Agustín Dettbarn tiene 37 años, es platense, disfruta de tocar en bandas hace dos décadas y dio sus primeros pasos como solista. Sus padres son cardiólogos, y desde muy chico los admiró: la medicina y las canciones lo acompañaron toda su infancia. En diálogo con Infobae, habla de cómo conviven sus vocaciones en su rutina y la trayectoria que construyó en ambas facetas

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El joven oriundo de la ciudad de las diagonales es médico y músico. Una vez un paciente fue a verlo tocar en una banda, pero salvo esa excepción, admite que son universos que coexisten por separado. "Hoy me siento cómodo con mis dos facetas, porque en definitiva son todo en mi vida", le dice a Infobae

Agustín Dettbarn es cardiólogo especializado hemodinamia, al igual que su madre, y su padre, que también es médico jubilado. “Crecí sintiendo mucha admiración por ellos y tenía en claro que quería seguir sus pasos”, asegura el joven oriundo de La Plata. De manera paralela, la música estuvo presente en su casa desde la infancia, donde sonaba los discos La grasa de las capitales de Serú Girán, y Ayúdame a mirar de Juan Carlos Baglietto, entre muchos otros. Cuando viajaban en auto no podían faltar los casette para ir apreciando esas melodías, un mundo del que también quería saber más. Hizo la carrera de medicina, ejerce en la actualidad, y sus dos pasiones convivieron de manera ininterrumpida, primero tocando en bandas, y luego animándose a poner en palabras los sentimientos que componen sus canciones.

“Mi papá siempre fue muy melómano, se juntaba con los amigos a escuchar discos, mucho de rock nacional, Almendra, y también Selling England by the Pound de Génesis, eso era los que más escuchaba y a mí me volvía loco, y fue el primer interés que tuve por lo musical”, recuerda en diálogo con Infobae. Cada Navidad emprendían viaje en auto hasta Villalonga, al sur de Bahía Blanca, hasta la casa de su abuela, y para el camino el casete de Baglietto no podía faltar. Era un ritual familiar, y Agustín iba fascinado, era algo que esperaba para conectar con su alma de artista.

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Estuvieron las dos cosas desde mi infancia, paralelamente, porque admiraba mucho a mis viejos, los dos cardiólogos, sentía curiosidad sobre eso, y al mismo tiempo la música se me iba metiendo en el cuerpo”, explica. A los 15 años empezó con clases de guitarra, gracias a un empujón de su papá, y cuando supo dos acordes ya quería hacer canciones. No paró más. A los 17 arrancó su camino con su primera banda, Antítesis, y en pocos meses se van a cumplir dos décadas desde la primera vez que se subió a un escenario. La fortuna es que hoy cuando mira a su alrededor se reencuentra con amigos, con los mismos rostros que también eligieron ese camino y se convirtieron en compañeros de diferentes grupos musicales.

En cuanto a sus estudios, optó por la misma especialidad que su madre, cardióloga intervencionista, y pudo combinar sus facetas en su rutina laboral. “Trabajo en el Hospital San Juan de Dios de La Plata, los lunes estoy de guardia ahí, y los miércoles hago la parte de hemodinamia, hago estudios, cateterismos, angioplastias, esa es mi especialidad, y el resto de la semana trabajo virtual, porque una parte de la medicina que hago es desde casa, y ahí manejo un poco más mi tiempo”, describe. Y enseguida, suma la otra cara de su vida: “El resto lo estoy dedicando a mis canciones, cuando no estoy tocando, estoy cantando, produciendo algo, manejando las redes, proyectando cosas, porque en unos días voy a grabar lo que va a ser mi tercer disco de estudio”.

"Elegí la especialidad de Hemodinamia, la misma que mi mamá, porque me interesaba el aspecto intervencionista", explica sobre su vocación médica

Aunque para algunos podrían parecer mundos opuestos, hay varios puntos en común. En medio de la entrevista surgen paralelismos, que dejan entrever la sensibilidad como factor universal a sus dos profesiones. La vocación de servicio está presente tanto en el cuidado de la salud como en el deseo de “hacerle bien a alguien con su música”. No tiene dudas de que lo que carga de sentido la creación de letras y melodías es el momento en que suelta eso tan personal al público, para que se apropien de ese material, y comience el misterioso camino de qué sentirán, con qué se identificarán, y si hay conexión, que se desate la magia de tararear una canción que se convierte en recuerdo.

Entonces, música y corazón van de la mano. “Para mí es emoción, se trata de emociones, de historias, y siempre lo he hecho con mucho amor, y a pulmón, porque soy un artista independiente, lo cual no quiere decir que trabaje solo; tengo un equipo de trabajo, no solo los músicos que me acompañan, sino también productor artístico, quien me ayuda con el registro de las canciones, y le pongo todo, mucho tiempo y mucha dedicación para que sea posible”, sostiene. El 2021 y el 2022 le trajeron muchas sorpresas, y todo fue a raíz de un gesto de gratitud hacia un amigo que le brindó aliento para que diera el siguiente paso en su carrera como compositor, cantante y guitarrista.

"Me gustaría que mi música llegue a todos lados y que mis canciones le lleguen a la gente, que de alguna manera forme parte de sus vidas, no me imagino algo más lindo", dice el músico y cardiólogo (Foto: Instagram @agustindettbarn)

Si bien durante la pandemia de coronavirus nunca dejó de salir a trabajar por ser personal esencial, sintió la necesidad del tiempo que estaba en su casa invertirlo en algo que le diera un respiro y lo hiciera redescubrir sus sueños. Se anotó en un taller de composición musical, motivado por la llama interna de iniciar un camino como solista. “Estábamos en fase uno cuando arranqué ese taller, y una de las cosas que tenía que hacer era una actividad parecida al juego del amigo invisible, pero en vez de un regalo teníamos que dedicarle una canción a un compañero; y a mí me tocó Agustín Ramos Costa, que es el baterista de La Teoría del Caos, y es quien me venía dando mucha manija para que siguiera escribiendo, y nace del agradecimiento por lo importante que fue todo lo que me dijo”, detalla.

La creó, la grabó, y la mandó al casting de la tercera edición del Primer Festival de la Canción Argentina. La tituló “Erre Ce”, en honor a las iniciales de su colega y amigo, Ramos Costa. “Fue muy loco, porque terminó siendo una súper importante, para mí fue increíble, porque fue la primera que salió como solista, y me llevó la final del festival, y en diciembre la estaba cantando en el Teatro Astral; eso para mí fue todo”, sentencia. El cardiólogo asegura que “no hay un mejor lugar en el mundo que el escenario”.

A través de sus redes sociales, va convocando al público las presentaciones que se vienen: resta una fecha en mayo en Capital Federal y dos más en junio en la Provincia de Buenos Aires (Instagram: @agustindettbarn)

Lo primero que se le vino a la mente cuando lo llamaron para decirle dónde la iba a presentar, fue: “Ahí tocó Spinetta”. Los nervios fueron en aumento, y la responsabilidad de que se iba a transmitir en vivo por la Televisión Pública. Cuenta que quienes lo conocen, saben que hay cierta timidez en su personalidad, una característica que vence por completo cuando escucha los primeros acordes y comienza a “charlar sus canciones”, como le gusta decir.

Parte de la letra que escribió para su amigo ejemplifica a la perfección la secuencia del proceso que transitó hasta salir al mundo con creaciones propias: “El fuego de adentro te lleva a soltar, lo tenés que entender, sentate a escribir, mostrale a los tuyos lo que vos sentiste cuando te dijiste: ‘Ya fue, ahora soy yo’; lo puedo creer, si estaba en mi mente guardado lo puedo crear, lo puedo mostrar, lo saco a la luz, lo veo nacer, yo lo puedo hacer”.

El lanzamiento formó parte de Vestido, el primer EP que lanzó, el cual contó con la co-producción de Matías Olmedo. Y no es la única obra donde saca a flote algunas vivencias personales o de personas cercanas, porque su idioma es la composición, donde encuentra su “versión más pura, genuina y auténtica”, dicho en sus propias palabras. “Camino a casa”, otra de sus canciones, habla de un momento cotidiano que vivía en la infancia: la escuela quedaba a cinco cuadras de su casa, en Ensenada, y cuando salía al mediodía volvía caminando con tres amigos que vivían cerca, y en ese trayecto planeaban qué iban a hacer la tarde, si iban a ir a la plaza a jugar a la pelota, a comprar golosinas y andar en bici, o si afrontaban la tarea titánica de terminar los deberes sin distraerse con el Sega.

"Con paciencia, al ritmo que uno pueda, hay que tratar de seguir creciendo, y cuando empezaron a abrir los estudios de grabación empecé a enfocarme en grabar canciones mías de distintas etapas, en retomar la composición", explica

Mi familia y mis amigos son todo, por el apoyo que he tenido en cada etapa, en cada show, en cada momento, tanto en los buenos como los malos, es indescriptible. Mucho de lo que soy y de lo que puedo hacer, se lo se lo debo a ellos”, remarca. Está contento con todo lo que vivió desde que quedó como finalista en aquel festival, y siente que está recuperando ese ritmo de fechas que le da luz a su vida. Su próximo show será el 12 de mayo en el Club de Música, en el barrio porteño de Palermo, donde tocará algunos temas de su primer material y también de Desnudo, su segundo EP como solista.

Coincide en que la música muchas veces es un espacio de catarsis, donde las cargas emocionales se vuelven más livianas. En su caso, si tuviera que definir con sentimientos sus canciones, se le vienen tres a la mente: melancolía, sátira, y risa. “Me resulta inevitable transmitir algo melancólico, porque logro volcar algunos pensamientos y sacarlos de la cabeza y relajar un poco, pero está mezclado con una cuestión un poquito más alegre que lo vuelve una energía positiva; son dos emociones que coexisten, porque me van a ver cantando algunas melodías tristes, pero con una sonrisa en la cara”, expresa.

Aunque el rock y la canción son su base, con el tiempo coqueteó también con el indie, el new soul y la música urbana. Insiste en que la inspiración no siempre llega como por arte de magia, sino que muchas veces hay que “ir a buscarla”, estar atento, llevar el instrumento encima, y encontrar motivaciones propias. Reconoce, además, que más de una vez se cuestionó cómo etiquetar su forma de vivir, porque para algunos se trataba de un hobbie que hacía en su tiempo libre, y para otros él es “un músico que vive de otra cosa”.

"Hoy vivo de la medicina, es parte sustancial de mi economía, pero no sé qué me deparará el futuro", expresa Agustín Dettbarn, que organizó su rutina de una forma en que quede un margen de tiempo para la música

“Cuando se empezó a abrir todo un poco más, a salir todos de vuelta y se levantó la cuarentena, yo me sentí crisis en el sentido de que tenía que tomar algunas decisiones, sobre todo en mi costado médico, de mis jornadas de laburo, de los lugares en los que me sentía cómodo y en los que no”, confiesa. Y agrega: “Fue una disyuntiva soltar algunas cosas, y lo conversé mucho con Orne, mi pareja, y cuando decidí que le iba a dedicar un poco más de horas a la música, sentí la necesidad de decírselo a mis viejos”.

Una vez más, las metáforas hablan por sí mismas en cuanto a su doble vocación, y admite que se los dijo “con el corazón en la mano”. La reacción fue maravillosa, porque le brindaron toda su aceptación en que construyera su propia receta de cómo vivir. “Fue un momento re lindo porque se subieron al barco enseguida, me dijeron que fuera para adelante, e incluso mi viejo que toca la guitarra, a veces me pide los acordes de canciones mías, y mi vieja le muestra todo lo que hago a todo el mundo”, dice con ternura.

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Sus dos hermanos también lo van a ver a los shows, y celebra que como familia construyeron mucha unión. A pesar de eso, no estuvo exento de los prejuicios, y sostiene que la única forma de hacerle frente en la perseverancia. “Eso de que ‘tocar la guitarrita no es un trabajo’, es cierto que sigue siendo un pensamiento social, y que a veces me ha pasado, porque la cosa no siempre te va tan bien, en nada en realidad te puede ir siempre bien, pero cuando algo no tiene el efecto que vos esperás, me ha atacado la duda de decir: ‘Uy, bueno, tendré que salir a trabajar más de médico, tendría que restarle horas a la música’”, manifiesta. Y rescata: “En un mal día se te mete en la cabeza que no vas a poder, pero los días malos también pasan y lo que queda es la constancia de uno

"La música te llega o no te llega, uno puede analizar los recursos técnicos que se usaron, pero al fin y al cabo son emociones, que te atraviesan o no, y claro que se pone en juego el corazón en eso", remarca el cardiólogo

No está en sus planes alejarse de la medicina, que hoy por hoy es el sustento principal de su economía, ni mucho menos dejar su esencia musical de lado. Seguirá firme en ambos caminos, y si sueña alto le gustaría llenar un estadio en algún momento. Sobre mezclar ambos universos, cuenta que solamente una vez le pasó hace varios años que un paciente fue a verlo tocar en un show. “Como actualmente no estoy haciendo consultorio, no tengo tanto contacto como antes, pero por ahí sí me sale compartirlo cuando tengo algún paciente músico, y ahora ya me siento más cómodo exponiendo todos mis costados, que al fin y al cabo son mi vida entera”, enfatiza.

Sus colegas saben de su trayectoria artística, y asegura que “tiene banca”, la misma que lo fue a alentar al Teatro Astral. En un mundo donde la presión de cumplir 18 y elegir una “carrera para toda la vida”, Agustín deja un mensaje sobre las vocaciones múltiples, algo que él ha transitado siguiendo su intuición. “La evolución misma de la vida es lo único constante, el cambio, y está bueno entender que las cosas no tienen que ser necesariamente para toda la vida, pueden coexistir con otras; una persona es más que el título que obtuvo o la carrera en que se formó, porque cada ser humano es un montón de cosas, se puede ser más de una y vivir de esa forma”, destaca. Y concluye: “Hay que trabajarlo, hay que esforzarse todos los días con constancia, amor y dedicación”.

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