“Mi cabeza funciona de maneras muy raras”, dice Fernando Dente, quizás excusándose. cuenta entonces que en él habita un Dr. Jeckyll y un Mr. Hyde, de modo que es capaz de ser tan amoroso como exigente con los demás, pero también con él mismo. Falta atrevimiento para contradecirlo, aunque no del todo: es menester afirmar que solo en una cabeza que funciona de maneras muy raras es posible que surjan creaciones tan maravillosa. Así es la mente de un artista. Y este hombre -que el 7 de enero cumplirá 36- lo es desde sus precoces 10 años. O puede que antes, aun sin saberlo.
Racional y al mismo tiempo emocional -está claro: Dr. Jeckyll y Mr. Hyde-, Dente casi que se reprocha hacer tantas cosas, como confesará en esta entrevista con Infobae. Una la dejará pronto: su rol -todo un hallazgo- en Paraíso fiscal, el ciclo de Luciana Geuna en Olga. Las demás, vinculadas al teatro, están en plena germinación.
Desde mediados de noviembre Fernando ensaya Company, que el 8 de enero estrenará en El Nacional por solo ocho semanas. Este musical, de probado éxito en Brodawy, no solo lo tendrá como protagonista: también lo interpela de forma directa.
“Me agarra en un momento súper pleno en cuanto a la pareja. (La obra) se trata de un tipo de 35 años que es el único soltero de su grupo de amigos. Y está buenísimo estar solo, ¿pero qué es más fácil: estar solo y encontrarte con todo lo que eso trae o estar con alguien y encontrarte con todo lo que eso trae? O capaz, no existe lo que es más fácil”, dice Fernando, que está de novio con el actor uruguayo Pablo Turturiello, nueve años menor.
Pero además, Dente dirigirá una nueva versión de Hairspray. La estrenará el 6 de mayo en el Teatro Coliseo y apostará por el debut actoral de Damián Betular. “Tengo también una debilidad muy grande por Betular como el 95% de los argentinos; el 5% es porque no ve tele. Es una persona a la que quiero tener cerca. Está entrenando desde hace meses con mi equipo y la va a romper”, se ilusiona.
—No parás...
—¡En cualquier momento la política, eh! (risas). ¿Cómo me ves? Tengo la campaña: Presi-Dente. Ya está, brillante. Con mucho menos han ganado elecciones... Imaginate: “Si querés al Colorado, vota al Pelado”. No está muy lejos. Y mal no le fue.
—¿Te resulta fácil elegir a quién votar? ¿Tenés una ideología clara?
—No. Soy el resultado de este nuevo espacio que apareció, este gris, donde ningún partido te representa en su totalidad o todo el tiempo.
Es mediodía, pero Dente tiene la sensación corporal de que ya es por la tarde. Los horarios le resultan un poco difusos a quien está acostumbrado a las funciones nocturnas. “Es una versión extraña la de las seis de la mañana: madrugar, cinco y cuarto arriba, y todo ese universo -dice sobre Paraíso Fiscal, que va a la primera mañana-. Pero fuera de chiste, al lado de Geuna aprendí un montón, pero un montón, un montón, un montón”.
—¿Sobre qué?
—Entender qué es el riesgo país, el PBI, qué significa que los mercados reaccionan. Un montón de cosas que uno, siendo argentino, creció escuchando en los noticieros. Cómo funciona el Congreso: Diputados, senadores, el quórum, los dos tercios.
—¿Hacer un programa de actualidad te cambió la charla en la vida?
—Re. Ahora soy buenísimo. De repente me dicen: “Mirá cómo sabés”. Igual, esto fue debut y despedida.
—¿Despedida?
—Sí, este año ya terminó. Con lo que requiere el madrugón, con todos los proyectos que estoy haciendo y que tienen que ver con mi esencia y con quien soy de verdad, es muy difícil. El año que viene voy a hacer teatro y necesito dormir para hacer función: que descansen mi voz, mi cuerpo y mi cabeza. Me voy a seguir levantando muy temprano porque hay algo que me encantó de eso de ganar el día: seis y media, siete menos cuarto, va a ser mi nuevo horario para empezar y estar tranquilo.
—Te vas de Paraíso fiscal. ¿Qué te pasa con eso?
—Lo vivo como con total naturalidad, como un ciclo recontra cerrado.
—Lo digo porque te vas de un lugar en el que muchísimos quieren estar.
—Sin dudas. Bueno, no lo pensé así. Si uno viviera pensando así, no podría tomar la mayoría de las decisiones que toma, sobre todo porque el país está muy complicado y somos personas en posiciones de privilegio absoluto.
—¿Lo ves eso, te das cuenta? ¿Podés parar todos los días un rato y decir: “Che, qué afortunado que soy de tener laburo y en lo que a mí me gusta”?
—Sí, todos los días. Y desde un lugar de agradecimiento genuino, en este contexto mundial que es tan cuesta arriba. Qué bueno que soy argentino, qué bueno que puedo desarrollarme acá, en mi país.
—Te volviste un formador de talentos y un descubridor de artistas.
—Nada lo hago demasiado consciente. Es muy groso lo que pasa en la escuela IAM (Instituto Argentino de Musicales), que dirijo con Ricky Pashkus, que es mi papá y mi socio, un gran maestro. La sirenita, Despertar de primavera y Mamma Mia! estaban protagonizados por egresados de IAM, que hoy es la escuela más grande de teatro musical de Latinoamérica. El año que viene vamos a pasar los 700 alumnos.
—Es una responsabilidad enorme: hay gente a la que se le juega la posibilidad de un trabajo, de cumplir sus sueños. Y por otro lado, hay gente a la que uno le tiene que decir: “No sos para esto”.
—Sí. Los actores, sobre todo en el teatro musical, estamos muy acostumbrados a ese no.
—¿Te pasó? ¿Te dijeron que no?
—Sí, por supuesto.
—¿Y dolió?
—Algunos sí, da mucha bronca. Me pasó uno a principio de año. Viajé a Estados Unidos a castear para un musical muy importante y que tenía mucha ilusión de hacer. Pero a veces cambia el rol de otra persona, que viene a interpretar, y de repente sos chico o sos grande, sos muy alto o sos muy petiso.
—¿Y alguien te costó decirle que no?
—Sí, claro. Ahora, con Company, vino mucha gente muy grosa, maestros, ídolos para mí, y hubo que decirles que no. Por supuesto, son los que más entienden. La tele está lleno de concursos de talento, con La Voz, Popstars, y ahí se busca al que mejor canta. Pero esto es otra cosa: no es solamente el que mejor canta, estás buscando a alguien para un rol.
—Te pregunto por dos momentos como artista: ¿cuándo entendiste que eras bueno y cuándo supiste que ibas a poder vivir de esto?
—Tengo clarísimos los dos momentos. Siempre fui muy malo para todos los deportes. En una semana me anoté en el Club Italiano en todos los deportes: vóley, básquet, natación, esgrima. Y también en teatro. Me bajaron a un camarín y una chica, Jimena Dozo, me enseñó una coreografía. Me la acuerdo, por supuesto (se mueve): abre, cruce, adelante; abre, cruce para atrás; saltito, abre. Hice eso, me vi en el espejo y dije: “Esto me sale”. Mi cuerpo respondió, no como en fútbol, en vóley. Tenía 10 años.
—Fue natural.
—Realmente, fue: “Es esto”. Una sensación increíble. Después, a los 15 años trabajé con Hugo Midón. Hasta entonces dudaba porque lo que escuchaba en mi casa era que un actor, si no era Francella o Darín, vivía debajo de un puente. Pero en ese lugar conocí a un montón de gente que vivía mejor que mis papás y no eran Francella ni Darín. Y ahí dije: “Voy a ser actor. No sé cómo va a ser, pero esto va a ser”.
—¿En todos estos años nunca dudaste? Porque hay una inestabilidad en el recorrido del actor. Durante mucho tiempo hay que dedicarse a varias cosas.
—La crisis mundial me ayudó a no tener ese planteo porque cuando empecé a actuar todavía quedaban algunas carreras, algunos trabajos que eran más estables. Hoy, te diría que (la actuación) es uno de los más estables. Y por las condiciones laborales, las nuevas generaciones también se van muy rápido de los lugares. Cambió todo: el que entra a Ford o a un banco y está 70 años... (ya) no. Y siempre fui muy rebelde: “Yo voy a poder”, dije. Nunca tuve que hacer ninguna otra cosa. Por suerte, siempre tuve mucho trabajo en teatro.
—¿Te compraste tu casa?
—Sí. Estoy feliz. Hace un mes que vivo en mi casa, después de un año y dos meses de tenerla en obra. Dinamité. Es mi primera casa, sin crédito, sin préstamo, sin nada.
—¿Hasta ahora, alquilabas?
—Sí. Desde los 18.
—¿Qué se siente tener tu casa?
—Mucho amor. Entro y digo: “Ah, mi casa...”. Siento que es un regalo muy grande que me dio la profesión. Es como un guiño divino.
—¿Cómo es el vínculo con la plata?
—Bastante normal. Es muy importante que uno sepa cuánto necesita para ser feliz, no solo desde el dinero sino en general, con todo. En ese sentido, estoy súper cubierto desde hace mucho tiempo porque no necesito mucho. Nunca alquilé una casa con pileta y cinco pisos, ni me ahorqué con gastos fijos que por ahí, después no podía sostener. Siempre fui muy consciente porque vivo solo desde los 18.
—¿Sos bueno administrándote?
—Sí. Tengo a mi contadora, Mariana, que la amo: maneja todo por mí.
—¿Invertís?
—Todavía no entré en ese universo. Es que ahora, después de la casa, no tengo (risas).
—¿Deudas?
—No, no. Deuda, nada. Me quedó un trauma de mi familia. Imaginate, en los 90: endeudados por todos lados. Me acuerdo que una vez le dije a mi mamá: “¿Cuánto tenemos ahorrado, má?”. “Nada”, me respondió. Y yo: “Ay, ¿y cómo vamos a hacer?”. Siempre me quedó una sensación... Mi papá tuvo mucho dinero en un momento; después lo perdió. Pero siempre, con mucho o con poco, todos los días lloraba la plata. Tano llorón, ¿viste?
—¿Cómo viene el noviazgo?
—Muy bien. Muy contento.
—¿Van a convivir?
—Sí. Va a ser un cambio muy fuerte porque tenemos agendas muy variadas. Con el madrugón, no está bueno dormir en la semana porque Pablo se despierta.
—Tus horarios son insoportables...
—Malísimo. Me voy a dormir a las nueve de la noche. Y convivir va a estar buenísimo porque vamos a tener la excusa del punto de encuentro en el hogar.
—¿Qué hay de cierto en el deseo de la paternidad?
—Es verdad. Está. Pero sería a mediano plazo. A corto, no; a largo tampoco. Tengo 35, a los 40 ya me gustaría llegar (siendo papá).
—¿Te imaginás papá con Pablo?
—Sí, re, re. Ya está el cuarto ahí.
—Lo charlaron.
—Fue muy natural, como todo en nuestra manera de relacionarnos. O sea, Pablo es mi mejor amigo, nos reímos mucho. Con él soy más yo que cuando estoy conmigo mismo, solo. Como si mi autenticidad tomara el mando. Es muy divertido.
—¿Y cuando piensan la paternidad, por qué camino la imaginan?
—Recién ahora estamos empezando a ver qué significaría cada cosa: todas tienen sus pros, sus contras. En ese sentido sí que es muy diferente la paternidad homosexual y la heterosexual. Hablo de una pareja heterosexual que no tiene problemas para concebir y demás, que son fértiles o no les cuesta.
—Acá hay que pensar un poco.
—Sé lo que quiero: tener un hijo, paternar. Pero ¿cómo es eso? ¿A través de la adopción, de la subrogación de vientre? ¿Acá sí, allá no? ¿Esto se puede? ¿Cuántos años tardará esto? Recién ahora estamos empezando con todo ese universo.
—¿Hay alguno de esos caminos al que hoy te sientas más cercano o todavía no?
—La verdad que no.
—¿Y cómo te imaginas de papá?
—No sé. Por momentos siento que dentro mío viven Jekyll y Hyde, entonces digo: “Pobre criatura”. Puedo ser muy amoroso porque fui criado con mucho amor de mis papás, muy mimado por ellos. Muy, muy, muy. Y después, soy muy exigente con la gente que más quiero, como lo soy conmigo. A veces ni se enteran, pero en mi cabeza está.
—¿Esa exigencia no te trae también muchos enojos con la gente que querés?
—Como entiendo perfectamente que es una neurosis mía, un síntoma que me acompaña, no lo proyecto. Entonces, me da mucha cosa que me pase con un hijo: “No, ojo la comida”. Y es obvio que me va a salir un Daniel, el terrible (risas). Me daría vergüenza si habla fuerte en el restaurante, ese tipo de cosas (risas). Porque aparte, de chico yo era un lord inglés: no sabés lo bien que me portaba. En el jardín todos me felicitaban. Donde iba, hacía quedar bien a mis papás.
—A Pablo lo escuché con ganas.
—No te digo más que yo, porque estamos iguales.
—Y dijo que vos eras la mamá, no entiendo por qué.
—No le des bola. Es un chiste que hizo en Olga, y los chistes que suceden en Olga no se traspolan. Un día le dije: “Yo quiero ser la mamá porque la mamá es la más importante” (risas).
—Estuviste por ir a MasterChef.
—Estuve por ir. Y reculé (risas).
—¿Qué pasó?
—Me dio una vergüenza; no sabés lo que hinché para estar... Estaba todo bien, pero en un momento cambiaron los horarios de grabaciones, los atrasaron dos horas. Yo estaba haciendo Las cosas maravillosas y no había manera... Tenía que levantar funciones todo el primer mes y me tuve que bajar. Lo hice con mucho dolor. Le buscamos la vuelta, pero no se pudo.
—¿Es importante el sexo para vos? ¿Sos un tipo sexual?
—Qué decirte... No sé. Es importante, sí. Una cosa es el sexo, y otra cosa es el sexo cuando estás con tu pareja: se resignifica todo. Para mí es como una manera más del amor, muy especial e irreemplazable. Pero imaginate, con esta agenda que te digo, no es que somos lo que eran Nico Vázquez y Gime Accardi, que decían que lo hacían cinco veces por día...
—Es un montón.
—Es mucho. Tampoco era el secreto del éxito, porque mirá... ¿Viste que ellos eran como...? Uno se sentía mal porque decía: “Claro, por eso no funciona conmigo”. Pero bueno, tenemos esperanzas todavía.
—Los fines de semana sí hay un encuentro con Pablo.
—Sí. Lo que no me gusta es como: “Hoy toca (sexo)”.
—Pablo viene y te propone abrir la pareja: ¿qué le decís?
—¿Sabés que todavía no nos da? Nunca digas nunca, pero la verdad…
—Metiste un “todavía”.
—Es que no sé qué puede pasar.
—¿Tuviste alguna vez pareja abierta?
—No, nunca.
—¿Sos una persona nostálgica?
—Sí. Creo que hay algo de haber perdido a mis papás de tan chico. Miro mucho para adelante, pero esto del recuerdo a veces me ancla un poco en la nostalgia. Como cuando mi mamá vivía, cuando mi papá vivía. No sé si es mi estadio favorito, mi color predilecto, pero me doy cuenta de que a veces hay como una tendencia. Me puedo colgar viendo un par de videos y no me gusta adónde lleva eso, cómo me termino sintiendo.
—¿Te deja triste?
—Creo que me enoja un poco. El famoso: “¿Por qué a mí?”. Y cuanto más crezco, más chico me veo cuando me pasó, y más me enoja. Como si hablara en tercera persona. Me despersonaliza.
—¿Y si te regalo un viaje en el tiempo, preferís que sea al pasado o al futuro?
—Al pasado, pero porque no querría ni ahí saber cómo va a ser el futuro. Ni loco.
—¿Con quién quisieras tener una charla del pasado?
—Obvio que con mi mamá. Y con mi papá. Si voy a pedir, te pido un rato con los dos. Lo que me genera cierta angustia es no haberme podido vincular con ellos como un adulto, porque fallecieron cuando yo era muy chico. Les diría todo lo que digo en terapia, pero ni siquiera reclamo, eh: muchas cosas desde “Che, ahora entiendo”. Hoy, de más grande, miro para atrás y digo: “Fue pesado”. Y ahora, pensando en ser hijo, en ser… ¡Qué fallido! Pensando en ser padre, digo: no sé si quiero que le pase algo parecido a mi hijo.
—¿Qué le pase qué cosa a tu hijo?
—Crecer en una familia disfuncional. Papás que se llevan mal, con climas hostiles. Quedar huérfano.
—No somos lo que nos pasó, somos lo que hicimos con eso.
—Sin dudas. Y no siento que me hice solo. Soy muy consciente de toda la gente que me sostuvo y me sostiene para eso.
—Si tenés que armar un escándalo mediático, ¿con quién te gustaría protagonizarlo?
—Con Martín Bossi. ¡Sabés las cosas que nos diríamos! Martín es una persona muy importante en mi vida, el hermano que no tuve.
—¿Quién te gustó más en Kinky Boots: Martín Bossi o Fede Bal?
—Yo estuve solo con Martín y nadie…
—Pero, después lo viste a Fede.
—No, no lo vi. Ahí está mi respuesta. Todo bien con Fede, genio. Pero no. Él solo se metió ahí. Ir después de Martín Bossi, yo, papi, ¿sabés como me…? No, hago otra cosa. Martín es el número uno y es imposible ir después de él. O sea, es muy injusto (con Fede), pobre.
—Fer, ¿qué pregunta te hacés a vos mismo?
—“¿Qué querés, que hacés tantas cosas?“.
—¿Y qué querés?
—Bueno, de eso se trata.
—¿Vas cambiando?
—Cada vez lo tengo más claro. La conducción fue un bombazo para mí, pero por momentos me dejó muy perdido. Y hoy me encuentra más claro: soy más parecido a un creador, a un productor artístico, y me gusta mucho más pensar cosas para los demás que para mí. De todo tipo. Me divertía mucho en la tele, pero no siento que sea un conductor per sé. Sentía que yo no le daba ningún valor agregado a ese programa. Se me ocurrían cinco personas que lo podían hacer mucho mejor que yo.





