Catalina Buendía de Pecho: así fue como una mujer derrotó al ejército chileno con chicha

La heroína se sacrificó con tal de no ver a los invasores seguir su camino en territorio peruano, en plena Guerra del Pacífico.

Desde su humilde origen en Ica hasta convertirse en un emblema de lucha, Catalina Buendía ejemplificó el sacrificio por la patria con extraordinaria determinación y amor por su tierra. (Rumbos del Perú)

En la rica historia del Perú, se encuentran relatos de valentía y sacrificio que han forjado el espíritu de su gente a lo largo de los siglos. Entre estos relatos, destaca la historia de Catalina Buendía de Pecho, una mujer cuyo coraje y determinación la convirtieron en un símbolo de resistencia durante los últimos momentos de la guerra con Chile.

Nacida en el apacible pueblo de San José de Los Molinos, en la provincia de Ica, Catalina Buendía creció en un entorno marcado por la lucha y la adversidad. Desde joven, mostró una determinación inquebrantable y un profundo amor por su tierra natal, características que la distinguieron como una líder nata.

Heroína de ébano

Dirigiendo desde las alturas, Catalina y su gente desplegaron una defensa feroz con piedras contra el ejército invasor, marcando un episodio de extraordinario valor en la guerra.  (Rumbos del Perú)

Los acontecimientos que marcaron su vida y su legado ocurrieron durante los últimos días de la guerra con Chile, un conflicto que dejó una huella imborrable en la historia del Perú. En esos días oscuros, Catalina se convirtió en un faro de esperanza para su comunidad, organizando la resistencia contra el avance del ejército invasor.

Con coraje y determinación, Catalina reunió a sus vecinos, hombres, mujeres y niños, para construir fortines de defensa y proteger su tierra de la amenaza chilena. Su liderazgo inspiró a muchos a unirse a la lucha, y juntos, enfrentaron al enemigo con valentía y determinación.

La mañana del 20 de noviembre de 1883, el ejército chileno llegó a Los Molinos, preparado para enfrentarse a los patriotas peruanos. Sin embargo, lo que encontraron fue una resistencia feroz y decidida, encabezada por Catalina y sus compañeros.

Desde lo alto del cerro, los defensores lanzaron una lluvia de piedras sobre los invasores, causando estragos entre las filas enemigas. La ferocidad y el coraje de los patriotas parecían augurar un triunfo inminente, hasta que una traición cambió el curso de la batalla.

Llegó la traición

En el clímax de la confrontación, una traición interna puso en riesgo la resistencia de Catalina Buendía, quien enfrentó el engaño con un acto supremo de valentía y un pedido de paz.  (Rumbos del Perú)

El peruano de ascendencia china Chan Joo, un traidor entre los patriotas, reveló la posición de los defensores a los chilenos, quienes aprovecharon la información para emboscar a los iqueños. En medio del caos y la confusión, Catalina Buendía se convirtió un rayo de luz en la oscuridad, buscando poner fin a la violencia y derramamiento de sangre.

Con una bandera blanca en mano, Catalina se abrió paso entre los combatientes, clamando por la paz y la reconciliación. Su valentía y determinación conmovieron incluso al jefe militar chileno, quien accedió a negociar con ella y respetar los derechos de los insurrectos.

Sin embargo, la promesa de paz se convirtió en tragedia cuando el jefe chileno ordenó a sus hombres disparar contra los patriotas rendidos, traicionando su palabra y sembrando el caos y la destrucción.

A pesar del dolor y la traición, Catalina mantuvo su compostura y demostró una valentía inquebrantable. Con el fin de sellar la paz, ofreció compartir la chicha de la victoria con los chilenos, una muestra de generosidad y nobleza que pocos podrían igualar.

Sácale el veneno

Con la intención de sellar la paz, Catalina Buendía hizo el supremo sacrificio al beber chicha envenenada, demostrando su inquebrantable compromiso con la libertad de su pueblo.  (Rumbos del Perú)

Pero la tragedia aún no había terminado. Cuando el jefe militar chileno desconfió de la chicha y exigió que Catalina bebiera primero, ella no dudó en hacerlo. Sin embargo, el líquido estaba envenenado, y Catalina cayó al suelo, sacrificando su vida por su pueblo y su patria.

Su grito de “¡No pasarán, no pasarán, viva el Perú!”, resonó en medio de la tragedia, recordando a todos los presentes la valentía y el sacrificio de una mujer que dio todo por su tierra y su gente.

La historia de Catalina Buendía de Pecho es un testimonio conmovedor del espíritu indomable del pueblo peruano, una historia de coraje, sacrificio y amor por la patria que perdurará por generaciones. Su legado vive en la memoria y el corazón de aquellos que luchan por la justicia y la libertad en todo el país.