A pocas semanas de cumplirse un nuevo aniversario de la muerte de la periodista Nínawa Daher, ocurrida el 9 de enero de 2011, cuando tenía apenas 31 años, sus palabras vuelven a interpelar con una fuerza singular.
Entre sus numerosos textos se destacan aquellos dirigidos a Jesús, nacidos de una fe vivida con radicalidad y coherencia. En el tiempo de Navidad, esas palabras resuenan hoy con una profundidad particular. Actualmente el testimonio de vida de Ninawa Daher da lugar a una incipiente causa de beatificación y canonización.
La Navidad llega en el seno de un pesebre. En la fragilidad de un Niño que no habla, que no se defiende, que no ocupa lugares de poder. Y esa lógica del pesebre -la de la pequeñez, la entrega y la confianza- atraviesa de manera explícita los textos que Nínawa escribió mientras vivía.
“Mi amigo Jesús: no todos te comprenden, no todos me comprenden. Piensan que estoy loca cuando hablo mucho de vos. Quererte en el mundo de hoy es raro, exclusivo. Sólo para los valientes. Y yo lo soy, Jesús, o al menos intento serlo”, escribía la periodista.
En ese mismo texto, Nínawa describe una espiritualidad encarnada, lejos del discurso vacío: “Pienso en ser como vos en cada momento. Me callo ante los gritos que pudieran despertar mi ira. Agacho la cabeza ante injusticias de superiores sólo para seguir en gracia con vos”.
La Navidad vivida desde Belén también desnuda la banalidad del mundo: “Cada día que pasa me doy cuenta de que poco vale la banalidad de este mundo. La gente discute por el detalle de algo que no vale nada. Trato de abstraerme sin aislarme del todo”.
La fe, en sus escritos, aparece como algo profundamente personal: “No quiero que toquen mi fe; ella es única y como tal me pertenece. Cada uno tiene su fe. Que no marchiten la mía. Yo la riego día a día, me quedo sin agua algunos días, pero no la dejo morir”.
Desde ese vínculo tan cercano con Jesús, la vida comienza a ordenarse: “Mi vida es más fácil y linda desde que me reconcilié con vos. Las penas ya no me duelen. Las alegrías son verdaderas. Y mi corazón, tiene paz”.
Esa fe no se encierra en lo íntimo. En otro de sus escritos, Nínawa expresa: “Jesús, cada vez me das más espacio para difundir tu palabra. Algo que yo quería se hace realidad y es estar en el canal Santa María”.
Allí aparece su vocación periodística entendida como servicio: “Me gustaría dar la cara por vos, hablar de vos, contarle a todos lo lindo que es confiar en vos. No dejes que se apague la fe en mí”.
En otras de sus tantas cartas a Jesús, Nínawa expresaba: “Te quiero agradecer por ponerme cerca de personas que me hacen bien y que no me desvían del camino. En el canal trato siempre de hablar con claridad los temas que te incumben. Como en la parábola del administrador infiel, seré astuta pero en tu amor. Esa palabra es la que salió al preguntarte por mí. Estoy con la idea de formar una Asociación de Periodistas Católicos. Si es tu voluntad lo haré. Confiá en mí. Vos ya me estás poniendo a la gente que necesitaré. Gracias Jesús”, expresaba la joven comunicadora.
Estos escritos no son sólo expresiones de una espiritualidad: forman parte de un testimonio coherente y público. Nínawa Daher fue una joven periodista católica que defendió sus valores en los medios de comunicación sin estridencias ni concesiones, llevando siempre en alto la bandera de la paz y el compromiso con los más débiles y olvidados.
Su palabra y su acción estuvieron alineadas. En un tiempo marcado por la polarización, la banalización de la información y la pérdida de referentes éticos, su figura adquiere una vigencia particular. El papa León XIV, en su primer encuentro con periodistas, hizo un llamado: “Debemos decir «no» a la guerra de palabras e imágenes, debemos rechazar el paradigma de la guerra”.
Los escritos de Nínawa, sumados a los numerosos testimonios que rodean su figura, muestran una vida entregada sin cálculo, vivida con amor y fidelidad hasta el final y forman parte de la incipiente causa de beatificación y canonización. Dar a conocer estas figuras es volver a poner en el centro un testimonio que puede seguir iluminando el presente.