El caso Ríos y la doble vara de la Justicia

Del abolicionismo al punitivismo: el debate en torno al jubilado que mató a un delincuente

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El caso del herrero Jorge Ríos nos muestra nuevamente la doble vara de la Justicia.

Una vara que mide al delincuente de carrera, al violento, con muchos antecedentes de una forma, tratando siempre de “ver cómo lo zafamos”.

Y la otra, la que mide a un imputado de un crimen, que como el Sr. Ríos, se trata de un trabajador que no es un marginal que vive del crimen, sino que se encuentra imputado por defenderse de un criminal de carrera que pretendía despojarlo de sus pertenencias y de su propia vida.

En estos casos, la Justicia garanto-abolicionista se convierte en máxima punitivista.

Poco importa que el caso muestre a tres o más delincuentes barrabravas entrando a la casa de una persona mayor a golpearla para despojarla de sus pertenencias.

Que estos delincuentes estén libres, salvo el occiso, no importa. Pasa todos los días. La muerte de víctimas inocentes en hechos de inseguridad no saca del statu quo a la sociedad acostumbrada a que la calle es del delincuente, más aún durante la pandemia, adonde a los únicos a los que no les piden permiso de circulación es a ellos.

El debate ahora es si el jubilado que se defendió, como pudo y de noche, hirió de muerte al criminal que lo atormentaba dentro de su casa o afuera, si se excedió en su defensa, si es un justiciero, etcétera.

Propongo una actividad mental al fiscal de la causa. Por un momento no le voy a pedir que se ponga en el lugar de la única víctima, el Sr. Ríos, porque seguramente su formación no se lo permite. Hoy le propongo que imagine a Ríos como un violador, un homicida, un ladrón “de caño” de esos que han purgado varias condenas y salen en libertad al poco tiempo. Imagínelo así, y entonces le llegará la inspiradora voluntad zaffaroniana “de hacerlo zafar”. Elementos hay y muchos: si mató al delincuente en su casa, fue legitima defensa pura; si lo fue en la calle, el barrabrava lo estaba amenazando de muerte y le provocó una nueva necesidad de defenderse o un estado emocional. También cuenta con la autopsia, que muestra que el “justiciero” tiró de abajo hacia arriba, desde una posición defensiva.

Por favor, haga ese ejercicio: véalo al jubilado como a uno de esos delincuentes que la Justicia no busca y que cuando los encuentra los suelta a los pocos días. Así, la solución aparecerá.

El autor es abogado y doctor en Ciencias Penales. Ex Fiscal en lo Criminal