Cumbre del G-20: libre comercio y diplomacia multilateral

Una de las mayores comprobaciones de la Cumbre del G-20 es que en la actualidad no hay nación, por más poderosa que sea en términos militares o económicos, que tenga la capacidad propia de dominar los acontecimientos e imponer reglas de cumplimiento universal

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La Cumbre del G-20 logró mantener viva la liturgia del libre comercio. El documento final reconoce ese concepto a pesar de incluir una limitación a su alcance a través de la aceptación de "instrumentos legítimos de defensa". Esa expresión, que deja la puerta abierta a políticas proteccionistas puntuales, permitió salvar las diferencias centrales con Estados Unidos. Sin embargo, el G-20 se compromete con claridad a garantizar y promover el libre comercio y la inversión.

También se ha obtenido un claro reconocimiento a los foros internacionales (Organización Mundial del Comercio, Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos y Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo), y a la multilateralidad en su conjunto, que nadie garantizaba frente a los pronunciamientos previos de la Casa Blanca.

El resultado de la Cumbre, en las actuales circunstancias, es razonablemente satisfactorio. Con habilidad diplomática se pudieron superar las mayores diferencias e incertidumbres conceptuales que se planteaban. Ese esfuerzo pone de relieve también la importancia del trabajo futuro del G-20 con miras a la reunión en la Argentina en el 2018. Una tarea de negociación que requerirá, entre otros aspectos, de gran coordinación y destreza profesional. La presencia destacada del presidente de la nación en Hamburgo permite pensar que se está en las mejores condiciones diplomáticas para asumir ese desafío.

Una de las mayores comprobaciones de la Cumbre del G-20 es que en la actualidad no hay nación, por más poderosa que sea en términos militares o económicos, que tenga la capacidad propia de dominar los acontecimientos e imponer reglas de cumplimiento universal. Esa equiparación relativa entre las potencias relevantes se produce, en gran medida, por la decisión de Estados Unidos de jugar un papel en mayor soledad en el escenario internacional y sin aprovechar la suma de la red global de los aliados tradicionales, en particular de los integrantes del G-7.

Pocos momentos en la historia han mostrado un vacío tan nítido de liderazgo mundial. Estados Unidos no fue en Hamburgo la fuerza dominante. Tampoco lo fueron los presidentes de China o Rusia. Los tres llevaron fortalezas y debilidades a la mesa del G-20. Las posiciones del presidente Xi sobre cambio climático y comercio le han ganado prestigio como contrapeso potencial a Estados Unidos, pero las características del régimen que preside le restan autoridad en términos de valores y principios internacionalmente reconocidos. Lo mismo pasa con el presidente de Rusia, que es visto todavía como una figura inquietante.

En ese contexto, la canciller de Alemania, Ángela Merkel, que presidió el G-20, surge como la líder que goza de mayor confianza internacional. Una encuesta a nivel mundial elaborada por el centro de investigación Pew le da a Merkel como la más respetada (42%) frente a Xi, que reflejó un 28% y Trump, un 22 por cieno. Sin embargo, Estados Unidos como país sigue manteniendo una ventaja sustancial sobre cualquier otro competidor. Una amplia mayoría de los encuestados está convencida de que las instituciones estadounidenses pueden a llegar a ser más poderosas que el titular de la Casa Blanca.

La falta de altura reconocida en el liderazgo mundial es un tema para la reflexión dada la dinámica de la geopolítica actual, en particular en el campo de la seguridad internacional. Es de esperar que en ese contexto el sistema multilateral logre adquirir mayor presencia y fortaleza. Que el documento final de la Cumbre del G-20 en Hamburgo reconozca la importancia del conjunto de los órganos y los foros de la diplomacia multilateral es un dato que merece ponderación. Es quizás también indicativo de las características futuras de las relaciones internacionales.