Drones rusos fabricados en China siembran el terror en Kherson: 24 muertos y cientos de heridos en los últimos tres meses

Las aeronaves no tripuladas son controladas a través de frecuencias de radio que resultan invisibles para los sistemas de defensa antiaérea de Ucrania

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Rastros de balas durante un ataque de drones rusos, en medio del ataque de Rusia a Ucrania, en Kherson (REUTERS)
Rastros de balas durante un ataque de drones rusos, en medio del ataque de Rusia a Ucrania, en Kherson (REUTERS)

Desde julio, los drones rusos adaptados para portar explosivos han sembrado el terror en Kherson, con un impacto devastador. Según The Guardian, en poco más de tres meses, han ocurrido miles de ataques, resultando en la muerte de 24 civiles y más de 400 heridos. Oleksandr Tolokonnikov, portavoz de la administración militar de Kherson, declaró al medio que “muchas de las lesiones fueron de por vida, incluidas algunas que requirieron amputaciones”.

Estos drones, inicialmente diseñados para fotografía y fabricados en China, son controlados a través de frecuencias de radio que resultan invisibles para los sistemas de defensa antiaérea de Ucrania. The Guardian subraya que “están volando demasiado bajo y en cantidades demasiado grandes” para que las defensas aéreas tradicionales puedan detectarlos. La amenaza es tal que incluso el clima se ha convertido en un aliado para los residentes de Kherson; días de fuertes lluvias y vientos pueden ofrecer una protección temporal.

Un ucraniano espera a los drones kamikazes rusos en la región de Kherson (REUTERS/Ivan Antypenko)
Un ucraniano espera a los drones kamikazes rusos en la región de Kherson (REUTERS/Ivan Antypenko)

Sasha Ustenko, un residente de la ciudad, ha sobrevivido a tres ataques. En una entrevista con The Guardian, relató cómo una granada impactó cerca de él, destrozando su dedo índice izquierdo. “Ahora, a mis 51 años, estoy aprendiendo a escribir con la otra mano”, compartió, enfatizando las cicatrices físicas y emocionales de los ataques repetidos. Estos drones persiguen a todo lo que se mueve, sin discriminar entre civiles y militares.

La situación en Kherson se ha tornado todavía más compleja debido a la estrategia rusa de dividir la ciudad en zonas, donde cualquier movimiento en áreas cercanas al río Dnipro se considera un objetivo legítimo. Serhii Kuzan, del Centro de Seguridad y Cooperación Ucraniana, dijo a The Guardian que “el objetivo de esta guerra híbrida no es ganar en el campo de batalla, sino destruir a la población civil”. Los ataques intensificaron después del retiro de las fuerzas ucranianas de sus posiciones inestables al otro lado del río.

Un militar ucraniano de una unidad móvil de defensa antidrones dispara una ametralladora contra un dron kamikaze ruso en la región de Kherson (REUTERS/Ivan Antypenko)
Un militar ucraniano de una unidad móvil de defensa antidrones dispara una ametralladora contra un dron kamikaze ruso en la región de Kherson (REUTERS/Ivan Antypenko)

Los residentes que permanecen en la ciudad han debido adaptarse, aunque el miedo es incesante. Dima Olifirenko, de 22 años, sobrevivió a un ataque mientras esperaba en una parada de autobús, narrando a The Guardian su experiencia de enfrentar un dron. “No había dónde esconderse”, afirmó, añadiendo que el dron permaneció sobre él incluso después de que el autobús se fue.

Para muchos residentes, la huida no es una opción. Los pagos a desplazados internos se han detenido, dejando a muchos sin recursos para mudarse. Ustenko permanece en Kherson para cuidar de su madre discapacitada. En su relato a The Guardian, explicó: “No podemos mudarnos; ¿a dónde iríamos?”.

Se levanta humo durante un ataque ruso con drones en Kherson (REUTERS)
Se levanta humo durante un ataque ruso con drones en Kherson (REUTERS)

Además de los explosivos, los drones ahora diseminan minas antipersonales “mariposa”, tan pequeñas que pueden ser fácilmente inadvertidas. Estos dispositivos pueden amputar extremidades si se pisan o recogen inadvertidamente. Sin una presencia policial o de desminado en su vecindario, los locales han desarrollado técnicas improvisadas para neutralizarlas. Olifirenko explicó al medio cómo algunos usan tablas de madera para hacer que las minas exploten desde una distancia segura.

A pesar del brutal entorno, algunos momentos de la vida cotidiana persisten. En las cafeterías de la ciudad, aún se puede disfrutar un latte de lavanda, mientras te advierten de mover el coche bajo un árbol para resguardar. Sin embargo, a medida que las hojas caen con el invierno, los refugios naturales disminuyen, dejando a los habitantes de Kherson aún más expuestos a los drones.

Con esta amenaza constante, los ciudadanos sienten el abandono gubernamental. “Tenemos muchas preguntas para el gobierno”, dijo Olifirenko a The Guardian, cuestionando la falta de acciones para detener lo que consideran “terrorismo” sistemático.

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