Los carnavales: la fiesta de las máscaras convertida en negocio y propaganda

De una celebración de clase a su llegada a todo el pueblo. Cómo influyó la Revolución mexicana

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El de Veracruz es sin dudas uno de los carnavales más importantes de América Latina (Getty)
El de Veracruz es sin dudas uno de los carnavales más importantes de América Latina (Getty)

En México la Revolución hizo justicia hasta en los carnavales. Resulta que esta tradicional celebración de máscaras, importada por los españoles desde el catolicismo y con influencia italiana, fue en el siglo XIX una fiesta de clases.

"Uno era el carnaval del vulgo y otro el carnaval de las élites de las grandes ciudades como Mérida, Campeche, Veracruz y Mazatlán", dice Guido Münch Galindo, doctor en antropología y autor del libro Una semablanza del carnaval de Veracruz.

La Revolución mexicana, explica, despojó al carnaval de ese halo de clase, lo popularizó y lo convirtió incluso en un escenario de una acción política y de interés económico. "El lingüista y teórico literario ruso Mijail Bajtin dijo que era una fiesta del pueblo por sus luchas, pero no es cierto: fue una fiesta organizada por el gobierno para el pueblo", afirma Münch.

Tanto así que los políticos de la época posrevolucionaria pusieron a desfilar a todo el mundo, dice. "Taxistas, obreros, gente que vivía en las vecindades: eran sus contigentes de apoyo y para ellos orgazaban los carnavales".

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Por eso destaca que son más que una tradición y que tienen un carácter polifacético cuya función dependerá de la época y el lugar donde se celebren. "Pueden cumplir una función política, económica y social, además de religiosa" afirma Münch, quien también se desempeña como académico del Instituto de Incestigaciones Antropológicas de la UNAM.

Su ciclo secular

Las raíces del carnaval se remontan a las antiguas culturas y aun "la prehistoria si queremos", dice el investigador. "El carnaval proviene de las culturas del mundo que incorporaron los rituales de renovación de la naturaleza y la fertilidad".

En su trazo histórico, Münch vuelve su relato hacia las culturas del creciente fértil del río Nilo, en Asia menor y el norte de Africa. Egipto y Siria, por ejemplo, ya tenían sus calendarios de producción agrícola muy bien establecidos, a partir de los ciclos anuales de la naturaleza.

"Toda la cultura que heredan los griegos viene de esa región", dice. Ellos a su vez vinculan este ciclo de la renovación con Dionisio, el dios de las festividades, los placeres y las desmesuras. "Eso sí, siempre controladas por sus autoridades", afirma el investigador.

"De entonces nacieron los rituales que posteriormente retomaron los romanos y los cristianos-católicos, a partir de la renovación de la naturaleza que convierten en la resurección. Jesucristo significa la resurrección en la Semana Santa".

Este traslado ocurre por que en marzo comenzaba el año nuevo para las antiguas culturas, incluso para los pueblos prehispánicos como los aztecas y los mayas, que lo celebraban también con ritos y fiestas.

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El calendario cambió y el catolicismo reconviritió el ciclo de renovación y fertilidad en su propia celebración. "Retoma el carnaval para después seguir con las penitencias y las restricción de Semana Santa".

Sin embargo, al secularizarse, el carnaval se convierte en una fiesta del pueblo que va perdiendo carácter y significado religioso. "El carnaval es un momento de euforia, alegría humana, festividad, desahogo de emociones", dice Münch.

"Desde su origen, su significa es festejar la renovación de la naturaleza y sobretodo una renovación de esperanza, de desechar el mal y recibir con buen humor el nuevo año". Por eso en muchos pueblos ocurre la quema de un monigote de trapo o cartón que llaman Juan Carnaval, el cual tiene como significado "quemar al mal humor y todo lo del año viejo", dice.

De allí proviene la "acción catártica" de los carnavales. "Como catarsis se entiende desplazar a un símbolo lo que no puedes transgredir realmente. Tú no le puedes dar de balazos, ahorcar o quemar a otra persona, pero sí puedes hacérselo a Juan Carnaval".

Del Puerto de Veracruz zapró el primero en el continente

El carnaval de Veracruz es el más importante en México y el segundo en América Latina sólo después del que celebra Brasil en Río de Janeiro. Fue además el primero en todo el continente, pues su origen data de 1866, cuando México era el pequeño imperio de Maximiliano de Hasburgo y "La fiesta de las máscaras" –como le llamaron entonces– no era más que eso: un baile de disfraces que se celebraba en pequeños salones de la aristocracia.

A punto estuvo de desaparecer, recuerda Münch, por descuidado de las autoridades municipales, estatales y federales. Pero en 1925 tomó su segundo aire, gracias al impulso de un grupo de comerciantes organizados que crearon el Comité Directivo del Carnaval del Puerto de Veracruz, tomando como ejemplo a la ciudad de Mérida, capital de Yucatán.

"A los jarochos les duele, pero en 1925 los veracruzanos se apoyaron en la comunidad yucateca del puerto para organizar el carnaval como lo hacía Mérida", dice Münch. "Fue importado para capitalizar el puerto después de la Revolución, cuando la cosa estaba terrible".

En su edición de 2018 el carval de Veracruz arrancará también un año de celebraciones por el aniversario 500 de su fundación como Villa Rica de la Vera Cruz, en 1519. Este puerto fue nada menos que el primer ayuntamiento de América continental y la primera ciudad fundada por europeos en todo el continente.

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En este puerto, el carnaval tomó su carácter económico que hoy lo distingue y es fundamental para la actividad turística y económica de las ciudades, dice el investigador. "Es una oportunidad para todos: desde los indios desvalidos que venden sus productos, hasta los grandes consorcios como Coca Cola y Bimbo que ven en esta celebración un medio de promoción, y de propaganda para el gobierno en turno".

Pero aclara que esto pasa en ciudades donde el carnaval es más una actividad turística y de masas, como en Veracruz. Pero no ocurre igual en toda la República, afirma. "En la Ciudad de México incluso podemos decir que ya se perdió".

Más allá de sus raíces, el carnaval es hoy una fiesta secular, totalmente cívica, a veces aparejada con lo religioso, pero que pertenece a la gente y, también, a los gobiernos que lo prueven para sus propios fines, dice el investigador.

Münch prevé que será una tradición que perdure mientras persista en las personas la necesidad de recrear la vida y seguir adelante. "El carnaval es una expresión de vida: se vive, se recrea y se transmite hacia al futuro".