Marcados por los conflictos en Irak, varios amputados crean su propio equipo de fútbol

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Perdieron un brazo o una pierna en la guerra contra los yihadistas o en alguno de los atentados que han derramado sangre en Irak. Pero gracias a un equipo de fútbol para amputados, estos hombres mitigan las penas del alma bajo la protección del balón.

El equipo reúne a una treintena de jugadores y está clasificado para el Mundial para amputados, que tendrá lugar a finales de 2022 en Turquía.

Durante sus estudios en Inglaterra, el fundador Mohamed al Najjar descubrió un equipo para amputados en Portsmouth (sur) y decidió reproducir la experiencia. De regreso a Irak publicó un anuncio en redes sociales.

"Las peticiones de adhesión comenzaron a llover y formamos el equipo en agosto de 2021", recuerda este jurista de 38 años.

En 2016 sufrió la amputación de la pierna derecha "al participar en la lucha contra el grupo Estado Islámico".

En la época -al igual que varios de sus compañeros- Najjar combatía en el seno del Hashd al Shaabi (Fuerzas de Movilización Popular), antiguos paramilitares pro-Irán después integrados en las fuerzas regulares y que juegan un papel político de primera línea.

Tres veces a la semana se encuentra con el grupo para entrenarse sobre uno de los terrenos de juego del flamante complejo Al Shaab de Bagdad.

- "Depresión severa" -

Apoyados en sus muletas, los jugadores con una sola pierna realizan carreras con su elástica verde de la selección nacional. Luego del calentamiento realizan tiros a puerta. El arquero, con el brazo derecho amputado, intercepta el balón blocándolo contra su vientre.

Reposando contra un banco, una prótesis de una pierna espera a su propietario.

Antes de que surgiese el equipo, "la mayoría de los jugadores sufrían depresión severa", reconoce su impulsor, Najjar.

"Algunos incluso habían pensado en el suicidio, porque habían perdido un miembro y eran jugadores profesionales", añade este funcionario del ministerio del petróleo.

"Pero dejamos atrás esos problemas psicológicos", asegura Najjar, celebrando ver a sus jugadores "publicando sus fotos con el equipo en las redes sociales".

En competición oficial, los partidos se juegan por equipos de siete sobre terrenos de juego de 60 metros por 40.

Las porterías miden dos metros de alto y cinco metros de largo (por los 2,44 m de alto y 7,32 m de largo en el fútbol tradicional).

Mohamed Ali soñaba con convertirse en arquero. En 2007, en medio de una guerra religiosa en Irak, perdió su brazo izquierdo por la explosión de un coche bomba en la plaza Tahrir en Bagdad. Tenía siete años.

En aquel entonces era arquero del Air Force Club, un equipo de la capital financiado por la institución militar.

"Me vi privado de la práctica del fútbol", cuenta el joven de 22 años. "La creación de este equipo me devolvió a la vida", añade. "Me ayudó a recuperar la confianza en mí mismo".

- "¡Papá, ve a entrenar!" -

En un país asolado por la violencia desde que la invasión estadounidense derrocó al dictador Saddam Hussein en 2003, el Estado destina una ayuda económica a las víctimas de los atentados y de las batallas contra los yihadistas.

Los jugadores reciben así ayudas mensuales que oscilan entre los 400 y los 700 dólares. La mayoría completan sus ingresos con otros trabajos, indica Najjar.

Pero el equipo se encuentra aún con obstáculo difícil de salvar: la falta de reconocimiento -y por ello de financiación- por parte de las instancias deportivas iraquíes.

La federación internacional de fútbol para amputados, con sede en Polonia, no forma parte del Comité Paralímpico Internacional. El equipo iraquí no recibe por ello subvenciones públicas, reconoce Akil Hamid, jefe de la comisión parlamentaria de deporte para discapacitados.

Para la equipación y el transporte, el equipo depende de donaciones de asociaciones, explica Najjar. Hay también ayudas puntuales de algunas instancias del Hashd al Shaabi.

"Nos ayudaron para un viaje a Irán, se encargaron de los billetes de avión", señala Najjar.

Como el arquero Mohamed Ali, Ali Kazim también jugaba en el Air Force Club cuando un atentado con coche bomba en Bagdad segó su pierna izquierda y puso un fin prematuro a su carrera futbolística.

"No pude perseguir mis ambiciones, me quedaba en casa", reconoce el hombre de 38 años.

Pero actualmente sus cuatro hijos son sus mayores aficionados. "Ellos preparan mi bolsa de deporte, ellos me dicen +¡Papá, vete a entrenarte!+", cuenta. "Mi estado anímico ha cambiado por completo".

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