"Es un muy magro consuelo enterarse de que el yihadista John habría sido abatido por el gobierno estadounidense", estimaron los padres del reportero, que habían cuestionado la estrategia de Estados Unidos con relación a los rehenes.
"Su muerte no traerá de regreso a Jim. Si se hubieran hecho tantos esfuerzos para encontrar y salvar a Jim y a los otros rehenes, que luego fueron ejecutados por el grupo ISIS, sin duda hoy estarían vivos", añadieron Diane y John Foley.
El Ejército estadounidense efectuó, la noche del jueves, un ataque aéreo en Siria contra el yihadista, cuyo verdadero nombre es Mohammed Emwazi, un programador informático de 27 años nacido en Kuwait de una familia de origen iraquí y que creció en Londres.
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El gobierno de Estados Unidos está "razonablemente seguro" de que el yihadista murió el ataque con drone, dijo desde Bagdad el coronel Steven Warren.
James Foley fue ejecutado el 19 de agosto de 2014. Dos semanas más tarde, Steven Sotloff –otro periodista estadounidense– fue asesinado con la misma coreografía macabra y por el mismo verdugo con acento británico.
Esas ejecuciones suscitaron una ola de indignación y arrojaron una cruda luz sobre el ISIS. También revelaron las diferencias de métodos –y de resultados– entre países cuyos ciudadanos fueron secuestrados por el grupo ISIS.
De un lado, los rehenes franceses y españoles, maltratados durante su detención pero liberados tras el pago de elevados rescates –según informaciones de prensa– y del otro, los de Estados Unidos y Reino Unido, que se niegan a pagar.
David Haines y Alan Henning, dos trabajadores humanitarios británicos, también fueron asesinados, pocas semanas después de Foley y Sotloff.