¿Puede China arrastrar a Latinoamérica a la crisis?

Las relaciones de la región con el gigante asiático vivieron su esplendor en plena crisis internacional y aunque se mantienen fuertes, los temores ante una desaceleración oriental están latentes en nuestro continente. Luces y sombras del modelo chino

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 AFP 163
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Las relaciones entre el gigante asiático y la región tuvieron un auge al estallar la burbuja financiera del año 2008. Con Estados Unidos y Europa en el epicentro de la crisis -principales socios comerciales de Latinoamérica-, China aprovechó su capital disponible y se lanzó a expandir sus inversiones.

De acuerdo a las estimaciones realizadas el experto en relaciones sino-latinoamericanas Evan Ellis, en base a un informe de la CEPAL del año 2012, hasta el momento China tiene acumulados en inversiones directas no financieras realizadas desde el año 1990 un total de 49.3 mil millones de dólares. Por su parte, en el año 2010 se registró un récord de unos 10 u 11 miles de millones de dólares. Se trata fundamentalmente de inversiones en el cono sur, ya que ni México ni América Central han desarrollado estos vínculos por cuestiones primordialmente políticas.

Este año no han sido pocos los analistas que empezaron a hablar de la crisis china, ante un crecimiento anual en caída y rumores sobre una posible falta de liquidez del sistema financiero oriental. La pregunta abierta es cómo afectará a Latinoamérica una eventual caída.

"Aunque muchos se están haciendo esa pregunta en este momento, yo no creo que estemos ante un derrumbe de la economía china ni coincido con los que dicen que China sobrestimó sus tasas de crecimiento. Pienso que seguirá creciendo a 5 o 7% anual", aseguró Ellis, quien también se desempeña como profesor asociado del William J. Perry Center for Hemispheric Defense Studies, en la National Defense University, en Washington.

"China no puede dejar de alimentar a su población. Esa es la garantía"

Además, agregó que no ve motivos para preocuparse al menos en lo que tiene que ver con la agricultura: "China no puede dejar de alimentar a su población. Esa es la garantía de que las compras de soja y trigo va a continuar".

El profesor del Instituto Confucio de la UBA e investigador del CONICET Sergio Cesarín, también habló con Infobae sobre los posibles peligros de una crisis en el sudeste asiático, y reconoció que probablemente repercuta en una caída de los productos de exportación, no solo de los alimentos sino también de algunos como petróleo, aluminio, o tubos de acero sin costura que actualmente adquiere de la región.

Más allá del escenario de crisis, Cesarín se refirió a el tipo de relaciones comerciales: "Hay que ver si es sostenible el perfil del vínculo, porque nosotros proveemos básicamente materias primas y como contrapartida importamos productos tecnológicos y manufacturas de origen industrial. Esto afecta el desarrollo de un perfil productor y la inserción económica de nuestros países en el mundo".

Las inversiones chinas van desde préstamos de capital, pasando por el desarrollo de distintos proyectos en el sector primario -energía, petróleo, agricultura-, proyectos en lo relativo a la construcción y a infraestructura, pero también en el área hotelera, y en la industria automotriz y electrónica en general. Por último pero no menos importante, los chinos han hecho una apuesta en el último tiempo en las áreas de telecomunicaciones, finanzas y hasta cierto punto en logística.

Todas estas, aunque cada una con su propia dinámica, han cobrado un impulso mayor a partir del año 2008. Sin embargo, la historia de la apertura china tiene casi tres décadas.

Apertura y libre mercado

Este proceso comenzó en el año 1978 con una serie de reformas impulsadas por el gobernante Partido Comunista. De acuerdo al especialista de la Escuela de Estudios Orientales de la USAL, Jorge Eduardo Malena, consultado por Infobae, se trató de un proceso exitoso aunque no estuvo exento de "efectos no deseados".

"La disparidad de ingresos, la degradación ambiental, la expropiación de tierras, la explotación de los trabajadores migrantes, la burbuja inmobiliaria, los créditos incobrables, la dependencia del sector externo; todo ello ha generado malestar en una parte considerable de la población", detalló Malena.

En relación a Latinoamérica, la mayor expansión del vínculo comercial con el país asiático se vivió a partir de los años 2001-2002.

"Hay dos factores que se cruzan en ese momento. El primero es la incorporación de China a la Organización Mundial de Comercio (OMC) que le permite competir en los mercados de Latinoamérica sin pagar altos aranceles. El segundo tiene que ver con los procesos internos en China, puntualmente con la estrategia de "salir afuera" o "go out" que formó parte del décimo plan de cinco años del Partido Comunista Chino (PCC) en 2002", explicó Evan Ellis.

A partir de ese momento, y con la "bendición" del gobierno chino, los empresarios -del sector público y de las nacientes empresas privadas- se lanzaron a la conquista de los mercados latinoamericanos.

Autoritarismo político y conflictividad social

Muchos se preguntan sobre el doble estándar al que ha llegado el país comunista después del despegue económico y la apertura a los negocios. El régimen de partido único comandado por el Partido Comunista Chino, heredero de la revolución de Mao Tse-tung, se sostiene con la prohibición de toda actividad sindical y política opositora, un férreo control sobre los medios y las opiniones opositoras, y tiene en su haber sonados casos de corrupción que involucran a la plana mayor de los dirigentes del partido.

Jorge Malena opina que esa "contradicción" entre liberalismo económico y autoritarismo político se explica de alguna manera por su pragmatismo.

"El dirigente Deng Xiaoping pronunció una emblemática frase al lanzar la reforma económica: 'No me importa si el gato es blanco o negro, mientras sepa cazar ratones'", citó Malena.

"China ha vivido históricamente bajo regímenes autoritarios, incluso desde la etapa imperial"

Cesarín por su parte, explicó que no se trata únicamente de la dicotomía entre democracia y autoritarismo, ya que "China ha vivido históricamente bajo regímenes totalitarios, porque desde la etapa imperial, sus gobiernos nunca fueron democráticos". Y agregó "La democracia, tal como nosotros la conocemos, no la conocen los chinos".

El especialista se refirió por su parte a lo que consideró "el modelo chino": la combinación entre el poder político y la estrategia de desarrollo económico, basada en una fuerte centralización política con concentración en el Estado de las decisiones sobre principales variables económicas, sumado al aliento a la producción interna y a la innovación tecnológica.

Si los años de esplendor comienzan a apagarse, China deberá lidiar con un factor interno que crece amenazante a pesar de la represión estatal:

la conflictividad social

. Las

movilizaciones callejeras

en las ciudades contra las arbitrariedades y la corrupción, o las

protestas campesinas

por las tierras se han vuelto cosa de todos los días, aunque éstas no logran todavía un alcance nacional.