Un revival de los 80

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Retomo y continúo aquí el argumento central de un trabajo publicado ayer por mi colega Carlos Pagni en La Nación.

Él escribía que el protagonismo que está ganando la dirigencia sindical remite a los años de Alfonsín. El puente más evidente hacia aquel pasado es la combinación de inflación con estancamiento de la economía. Con otras magnitudes, por supuesto, el escenario de aquellos años se está reproduciendo en el presente. Y la presidente Cristina Kirchner lo aborda con un criterio parecido al que utilizó el fallecido presidente radical, Raúl Alfonsín.

¿En qué se parece aquella etapa a la actual? Como en los años 80, el mercado laboral no ajusta hoy por cantidad, sino por precio. Hoy en la República Argentina, el número de personas con empleo se mantiene, pero la remuneración disminuye en términos reales, obviamente, como consecuencia de la inflación.

Esta dinámica actual –no hay grandes despidos pero pierde valor el salario- es inversa a la que ocurrió durante la convertibilidad de los años 90, cuando se mantuvo el nivel de salario, pero se perdían puestos de trabajo. Es decir que el mercado laboral en los 90 ajustaba por cantidad y no por precio, mientras que a la inversa en los 80 había menos desempleo pero el salario se destruía mes a mes.

En el plano sindical, la pérdida de valor adquisitivo del salario de los 80 generó a Saúl Ubaldini y sus 13 paros generales, mientras que el desempleo de los 90 engendró a los piqueteros.   

Hoy nos encontramos en una situación análoga a la de los 80, en el sentido de que no hay grandes despidos pero el salario pierde valor.

Ahora bien, lo que sucede en el plano del mercado laboral tiene repercusiones en lo sindical y político. Veamos.

Respecto a esta realidad, el discurso oficial actual consiste –lo reitera siempre la Presidente- en asegurar que se garantizarán los puestos de trabajo. Pero el Gobierno persiste en no hablar de la inflación, salvo para negarla en todo caso. Esta negación, dice Pagni, ha devuelto al sindicalismo un protagonismo y un poder que no tenía desde los tiempos de Alfonsín y que tampoco se verifica en ningún otro país de la región.

Y en lo político, reinstala el distanciamiento entre los líderes sindicales y el Gobierno. Lo que, entre otras cosas, tiene por consecuencia adelantar la disputa interna por la sucesión. Así como Saúl Ubaldini enarbolaba contra el gobierno radical un programa de 26 puntos, Moyano lo emula ahora con 21 puntos presentados en Huerta Grande para una Argentina con Justicia Social.

Al mismo tiempo, los referentes sindicales empiezan a alinearse con los posibles futuros candidatos a la sucesión, como Daniel Scioli o José Manuel De la Sota.

Este revival ochentista, que se está produciendo tanto a nivel laboral como en el ámbito sindical y político, se verifica también en otros ámbitos de la economía.

Al igual que en los 80, tenemos una economía extremadamente regulada, con un papel del Estado cada vez más inflado en distintas áreas.

Al igual que en los 80, tenemos inflación. Bastante alta, ciertamente.

Tenemos un alto grado de estancamiento económico, un papel del Banco Central muy cuestionable por sus niveles de emisión monetaria que ya casi alcanzan los de los ochenta.

Tenemos tarifas distorsionadas y una importante complicación energética. Más allá de que haya caído o no un árbol sobre el tendido eléctrico, falta energía.

Y a este cuadro sindical, político y económico, ahora le agregamos, igual que en los 80, una crisis de deuda.

Sea cual sea la evolución del juicio por la demanda de los tenedores de bonos que no entraron al canje, Argentina tiene desde ayer una crisis con su deuda.

El gobierno, sin embargo, está con la cabeza en otra cosa en este momento: en los medios, en las conspiraciones.

Pero cabe advertir que es altamente probable que las políticas y los problemas de los 80 arrojen tarde o temprano las consecuencias de los 80.

Ahora bien, hay una gran diferencia con aquella década y es que para la Argentina hoy también hay una oportunidad. Podemos apreciarla si nos miramos en el espejo del Uruguay que aprovechó esta coyuntura para alivianar la carga de la deuda. La semana pasada, el presidente de izquierda de ese país, José Mujica, refinanció toda la deuda a 30 años al 4 por ciento. Hasta ahora Uruguay debía pagar todos los años 12% de interés. Ahora, canceló esa deuda y emitieron una nueva con el resultado de reducir en un tercio la carga de intereses a los uruguayos.

Considerando todos estos elementos, el revival de los 80 por un lado, pero también la oportunidad presente por el otro, sería muy positivo para el país que el Gobierno decida evitar el desastre, apelando a un manejo más profesional de una coyuntura tan delicada.

(Editorial del 23 de noviembre de 2012, en el programa radial "Cada mañana", por Radio 10)