¿Sobrevivirá la idea de Occidente? ¿Es una alianza con países árabes el camino para Israel?

La pregunta surge al revisar la actitud generalizada en Europa y EEUU hacia Jerusalén, por parte de sus elites gobernantes y de sus medios de comunicación; y en sus universidades, las acciones de estudiantes, la futura generación de reemplazo

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El canciller de Brahein Abdullatif Al Zayani, Netanyahu y el canciler emiratí Abdullah bin Zayed tras la firma de los Acuerdo de Abraham en septiembre de 2020 (REUTERS/Tom Brenner)
El canciller de Brahein Abdullatif Al Zayani, Netanyahu y el canciler emiratí Abdullah bin Zayed tras la firma de los Acuerdo de Abraham en septiembre de 2020 (REUTERS/Tom Brenner)

¿Qué ocurre cuando grandes civilizaciones parecen perder la voluntad de luchar, no solo por su predominio, sino también por su propia supervivencia? Ha ocurrido muchas veces y ni siquiera tiene que ver con algo tan frecuente como el fin de un sistema económico o político, sino que es mucho más profundo. En tiempos más remotos, le ocurrió a Roma, formidable imperio que desapareció como consecuencia de la persistencia de las tribus bárbaras que llegaron a sus fronteras, como también le pasó a incas y aztecas por la llegada de los europeos. En nuestras vidas hemos sido testigos de la rápida desaparición de la URSS.

En general, coincide con un proceso en el cual las élites gobernantes pierden la fe en la capacidad de su propio sistema para imponerse y toda posibilidad desaparece cuando se pierde la voluntad de lucha. A veces se adoptan en reemplazo otras visiones de mundo, a veces superiores, a veces inferiores. Coincide con tiempos de confusión, lo que se demuestra en el hecho que algunas de las peores críticas a Israel provienen de Europa y EE. UU. y no de países árabes que han ido a la guerra en el pasado.

¿Estamos presenciando este proceso en Occidente? Pareciera a veces que en algunos países de Europa es un proceso que ya no tiene regreso, y que en EE. UU. se le observa en forma parcial. Sin embargo, dado el hecho que todavía es la principal superpotencia, es de mayor gravedad. Por último, también se expresa en que los judíos vuelven a sentirse inseguros en Europa y por primera vez, con deseos de emigrar de EE. UU.

Además de la mantención de la judeofobia como la fobia más antigua y duradera de la humanidad, la actitud en calles y universidades muestra cuan rápido se ha olvidado Europa del Holocausto y EE. UU. de los atentados del 11 de septiembre. Particularmente grave es lo que ocurre, ya que la idea de Occidente es la más exitosa en la historia de la humanidad, pero sus estandartes y sus élites gobernantes dan la impresión de haber entrado en un proceso de cuestionamiento interno que nunca tuvo lugar durante su último desafío, el del comunismo estalinista, lo que le permitió derrotarlo en la llamada Guerra Fría.

La idea de Occidente es heredera de una triple herencia, ese magnifico aporte conocido como la Ilustración que en el siglo XVIII trajo consigo un movimiento filosófico y cultural basado en la razón humana, la creencia en el progreso y el alejamiento de los dogmas religiosos, lo que permitió la expansión de Europa sobre la base de aportes como la libertad de prensa y el método científico. Con posterioridad, se unió a dos tradiciones que están hoy fuertemente cuestionadas en esta parte del mundo, como son la cultura grecorromana y la herencia judeocristiana.

Son procesos que llevan algún tiempo y que a veces se expresan en muy malas decisiones de las elites gobernantes, con equivocaciones donde el transcurso del tiempo ha hecho notorio el error, desde el punto de vista estricto del Occidente. En el caso de EE. UU. las situaciones que se viven hoy en el medio oriente tienen antecedente en la decisión del gobierno de Jimmy Carter de abandonar a su aliado Reza Pahlevi, el Sah de Persia, y en su reemplazo, llegó la revolución islámica (y el fanatismo) del ayatolá Khomeini. Con posterioridad, la administración de Barack Obama abandonó a sus aliados dictadores militares en la llamada primavera árabe. También contribuyeron mentiras como fueron las “armas de destrucción masivas”.

El antiguo Sha de Persia Reza Pahlevi
El antiguo Sha de Persia Reza Pahlevi

La pregunta del título de esta columna surge claramente al revisar la actitud generalizada en Occidente hacia Israel, por parte de sus élites gobernantes y de sus medios de comunicación; y en sus universidades, las acciones de estudiantes, la futura generación de reemplazo. Más aún, lo que se ha visto en las calles y en las instituciones de educación superior de Europa o EE. UU. no se ha presenciado en ningún país árabe sunita con el cual Israel tenga algún tipo de relación, sea abierta o reservada.

Quizás lo que más molesta de Occidente hoy es la duplicidad, el buenismo, la hipocresía, el olvido de la historia, la (maldita) superioridad moral, el sepulcro blanqueado bíblico, el deseo de siempre andar por la vida dando lecciones, aunque nadie se las haya solicitado, con la inconsecuencia de presionar más a los aliados para tranquilizar a aquellos que detestan lo que la propia idea de Occidente representa.

Más aún, las opiniones de profundo antisemitismo de los primeros ministros de España o Irlanda, o las actitudes de un secretario general de la ONU como Antonio Guterres o de Josep Borrell, Alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, no difieren mucho de las que se escuchan de los ayatolas iraníes, aunque en nada debieran ser comparables, ya que existe la importante diferencia que por lo menos no piden la desaparición de Israel. Sirven, en todo caso, para ilustrar la confusión de las élites occidentales frente a Israel como también frente a la historia de sus países. Y aunque no es una nación occidental, habría que agregar a un miembro de la OTAN como Turquía que bajo Erdogan ha sufrido una profunda involución, y después de dos décadas ha islamizado un país que antes representaba una versión más cercana a la democracia del islam, lo que ha desaparecido al igual que las buenas relaciones con Israel, que alguna vez tuvo.

El primer ministro irlandés Simon Harris y su par español Pedro Sanchez en Dublin (Brian Lawless/PA Wire/dpa)
El primer ministro irlandés Simon Harris y su par español Pedro Sanchez en Dublin (Brian Lawless/PA Wire/dpa)

Demasiados complejos y culpas en Occidente cuando debiera predominar la rabia y el orgullo, tal como dijera una persona brillante e injustamente tratada como Oriana Fallaci, llevada a los tribunales acusada falsamente de islamofobia, y cada vez más reivindicada por la porfiada realidad de esa Eurabia, tantas veces negada por las elites y los medios de comunicación.

De ella me he acordado cuando me he hecho la pregunta “¿Y si nos estuviéramos equivocando con la naturaleza de la guerra de Gaza?” (Infobae, 5 de enero 2024), ya que no solo es una guerra más entre Israel y los palestinos, sino que los historiadores del futuro la van a ver como la primera del siglo XXI entre la yihad islámica y la idea misma de occidente, ya que el titiritero fue Irán al intentar impedir el acercamiento de Israel con Arabia Saudita, tal como lo reconociera Ismail Haniya, líder de Hamas.

Y por ello, la respuesta militar de Israel (¿alguien pensó que no lo iba a hacer?) no ha sido lo que ocasionó la actual ola de judeofobia como tampoco las redes sociales o la gran prensa liberal, por mucho que estén apoyando al terrorismo de Hamas o difundiendo las cifras falsas de Hamas o las acusaciones mentirosas de “genocidio” a los palestinos, toda vez que la población ha aumentado en vez de disminuir. Por cierto, tampoco lo es el sionismo, ya que hace milenios tanto el Rey de Babilonia como los romanos tuvieron su propia “solución final”.

Quienes protestan en las calles han dejado en claro que odian a Israel, pero debiera haber cada vez más claridad que también lo hacen con EE. UU. y la idea de Occidente, al mismo tiempo que apoyan a Hamas, a quien no critican como tampoco piden el retorno de los rehenes.

Indudablemente hay mucha hipocresía y doble estándar en grupos feministas, LGTBIQ++, ultra religiosos judíos y otros que se autodefinen como “no sionistas” y que no podrían existir bajo mandato de Hamas, pero que son manipulados por ellos. Sin embargo, lo que realmente complica a Israel es ver a la Casa Blanca de EE. UU. llena de dudas, debido al impacto de Gaza en el electorado de origen árabe de Michigan u otros lugares. Tampoco confronta a Irán porque no quiere una crisis petrolera, pero lo más grave es que no siempre actúa ni como aliado ni como superpotencia.

Un judío antisionista estrecha la mano de un manifestante propalestino mientras la gente se reúne durante una marcha en solidaridad con los palestinos de Gaza (REUTERS/Hollie Adams)
Un judío antisionista estrecha la mano de un manifestante propalestino mientras la gente se reúne durante una marcha en solidaridad con los palestinos de Gaza (REUTERS/Hollie Adams)

El problema es que EE. UU. difícilmente va a poder ser respetada como la potencia que sigue siendo, mientras no supere su división interna, donde carece de políticas de Estado a ser seguidas en forma bipartidista en el Congreso o por distintas administraciones, una detrás de la otra. Hoy la carencia de una verdadera Política de Estado es muy visible hacia Israel (como para Ucrania), lo que tampoco va a ser resuelto por la elección de noviembre, toda vez que Joe Biden pone el acento en favorecer a la Autoridad Palestina (por sobre Israel) después de la guerra, mientras que Donald Trump privilegia confrontar a Irán.

Un EE. UU. que no tiene un consenso bipartidista de política exterior, y que además carece de líneas rojas a no ser traspasadas como tampoco tiene un libro blanco de defensa que contenga los escenarios por los cuales estaría dispuesta a ir a la guerra. Por su parte, Europa sigue renegando de su tradición cristiana, sin la cual su propia historia pierde sentido, como tampoco reacciona frente a la realidad de una inmigración islámica que en general no busca integrarse, y que tiene sectores que desean imponer, por lo menos en los barrios que habitan la Sharía, contando con el crecimiento poblacional en países de reproducción estancada y con una cada vez más grande representación política en municipalidades y en los parlamentos.

En su trayectoria, el islam político no solo ha confrontado a Israel o a los cristianos en Líbano, sino que históricamente la expansión desde el desierto arábigo impuso su dominación a todas las culturas que encontró a su paso. De hecho, a veces por responsabilidad propia o a veces por culpa de los otros, hoy también existen problemas con los budistas de Myanmar o los hindúes de India, como también aparece en la literatura de Al Qaeda, el Estado Islámico o de Hamas la pretensión de reivindicar para Mahoma todo territorio que alguna vez hubiese tenido presencia musulmana, por lo cual lo del canto del “rio al mar” en apoyo de Hamas no es un lamento, sino la expresión de un futuro dominio islámico, que también se muestra en la reticencia (¿lo sabrá Pedro Sánchez?) de llamar España a España, al referirse todavía a ella como Al Ándalus, lo que reafirma que, de perder Israel, el paso siguiente es Europa, cuyos países siguen siendo “los cruzados” para el yihadismo.

¿Reaccionará Occidente?

No lo sabemos, y mientras tanto, ¿Qué hace Israel? ¿Qué puede hacer?

En el extranjero hay una idea equivocada, al pensar que decisiones importantes están relacionadas en Israel con lideres determinados, muy presente en el caso de una figura que divide profundamente y que ha gobernado tanto tiempo como Netanyahu. Y la verdad es que todo lo que hasta el momento tiene relación con la guerra de Gaza y la forma de enfrentar a Irán, a Hamas o a Hezbollah son situaciones donde quienquiera esté de primer ministro va a expresar esas políticas de Estado, más que a un sector particular. Más aún, es probable que otro primer ministro, sin la mochila de Netanyahu, rechazaría más que el actual algunas de las peticiones de Washington.

Es decir, la debilidad interna y externa de Netanyahu, lo hace un líder más débil que otros, ya que está más sujeto a presiones, y en ese sentido su presencia ha perjudicado a Israel, además de la muy probable renuncia que va a tener que presentar apenas termine la presente versión de la guerra de Gaza, aunque la presión de Biden ha generado algo impensado sobre el futuro político de Netanyahu, ya que las últimas encuestas le dan la primera mayoría a su partido Likud para nuevas elecciones.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. EFE / ABIR SULTAN
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. EFE / ABIR SULTAN

Mi opinión personal es que Netanyahu de todas maneras va a salir de la primera línea de la política israelí, apenas entre en funcionamiento una Comisión investigadora de las deficiencias que permitieron la masacre del 7-X, pero lo realmente de futuro es que creo que, ante la decisión de Washington de negar la entrega de armas a un aliado en plena guerra, se está construyendo un acuerdo nacional para que Israel fortalezca su propio abastecimiento, para evitar que se repita lo que acaba de pasar.

No es algo nuevo, ya que la autosuficiencia ha estado presente en todas las guerras e incluso antecede al Estado, y por su parte, la actual industria de defensa de nivel mundial es también consecuencia de las presiones recibidas por parte de EE. UU. en la guerra de Yom Kippur, aunque las armas y municiones entregadas por Washington fueron vitales para Israel.

Como en el futuro van a haber otras guerras mientras el fundamentalismo tenga las raíces que posee en Irán, Palestina y toda la región, Israel necesitará armas y municiones, por lo que deberá invertir fuertemente en lo que necesita para atacar y defenderse. Ello va a requerir sacrificios económicos y rentabilizar aún más su eficiente industria de exportación, con especial acento en aquello donde es más dependiente,

Incluso, en varios países de América Latina y Europa (hasta Trudeau en Canadá) se ha visto un espectáculo más propio de la picaresca que de una discusión seria, cuando dictaduras como Cuba, Nicaragua y Venezuela anuncian que no le van a vender armas a Israel cuando no le venden nada, o líderes como Petro en Colombia y Boric en Chile anuncian el término de las relaciones en Defensa más retiros de embajadores, perjudicando a sus países ya que son muy dependientes, sobre todo en tecnología. Y en el caso de países como Canadá o España es irrelevante lo que Israel adquiere de ellos, ya que solo Alemania y por supuesto EE. UU. son importantes para los efectos de una guerra.

Sin embargo, más allá del tema de los armamentos y las presiones recibidas, la gran decisión de Israel creo que va a ser no solo fortalecer la relación que tiene con los países árabes sunitas, sino hacer lo posible para que se transforme en el futuro en un pilar, cada vez más importante de su política exterior, ante el panorama deprimente que se observa en occidente, a no ser que exista un cambio político muy profundo en EE. UU. y Europa, lo que, por cierto, no depende en nada de Israel.

Más de siete meses en guerra, la relación con países árabes como Egipto, Jordania, Marruecos, los del Golfo, incluso Arabia Saudita ha funcionado por sobre las expectativas, ya que varios ayudaron militarmente a Israel ante el ataque de Irán, y no solo rechazaron la posibilidad de darle refugio a los habitantes de Gaza, sino que tampoco presionaron al nivel de Occidente la tecla del “genocidio” o los derechos humanos.

Además, hubo una comprensión de las necesidades estratégicas de Israel. Para mí, su gran ventaja en relación con Occidente es que conocen y han sufrido a los equivalentes de Hamas, partiendo por Egipto, quien desde hace años ha mantenido aislada a Gaza con un cierre más vigoroso que el israelí, aunque facilitando el contrabando. El origen ideológico de Hamas se encuentra en la Hermandad Musulmana egipcia (su líder fue colgado), y el actual presidente El-Sisi fue el general que derribó al gobierno que ellos tenían y que había llegado al poder vía las urnas.

Occidente ignora esa realidad, influido como está por teorías wokes de la interseccionalidad y del mundo dividido en buenos y malos, oprimidos y opresores, por lo que entiende poco y nada de lo que en el medio oriente ocurre. Por su parte, el mundo árabe sunita tiene una comprensión radicalmente distinta acerca del peligro de Irán y ven al igual que Israel, en la bomba atómica de los ayatolas un peligro existencial, ya que el conflicto entre sunitas y chiitas lleva ya más de 13 siglos.

No es amor, pero se entraría a una relación basada en intereses mutuos, y los intereses son siempre más previsibles y negociables, con mayor capacidad de llegar a acuerdos, que las intermitencias y los cambios bruscos de opinión que presenta hoy EE. UU. aun ante un aliado tan fiel y con quien comparte tantas cosas en común, pero no hay duda que tal como ocurrió en la administración Obama se quiere presionar a aliados para tranquilizar a enemigos que no se desea confrontar, y que lleva a EE. UU. a presionar a Israel antes que ingrese a Rafah, lo que solo es entendible en términos de aritmética electoral, pero incomprensible por tratarse de una superpotencia que impide el avance militar en el único escenario que era favorable a sus intereses, toda vez que en Ucrania todo indica que hoy predomina Rusia.

La raya para la suma es que no solo fueron países árabes los que colaboraron con Israel y EE. UU. para detener los misiles iraníes, sino también en sus calles no ha ocurrido nada remotamente similar al aquelarre occidental, y el hecho que sean autoritarios hasta dictatoriales es una explicación muy insuficiente, dada la cantidad de dictaduras que a través del mundo critican a Israel. Más aún, Arabia Saudita, ningún ejemplo de tolerancia, ha utilizado su arsenal autocrático para disciplinar sus propias redes sociales y dificultar las ofensas antisemitas.

El futuro de Gaza puede definir la viabilidad de esta política, ya que podría haber amplias avenidas de colaboración, y quizás los intereses de EE. UU. van a entrar en colisión con el diseño estratégico de Israel (que incluso ha permitido tener una buena relación con Putin durante la guerra civil siria a pesar de estar en bandos opuestos), lo que se puede incrementar si es que la decisión de no entregar las bombas por Rafah escala a niveles mayores.

La reconstrucción de Gaza necesita a estos árabes, no solo por tener recursos financieros en el caso de los productores de petróleo, sino que al ser lugares donde se construye mucho, también hoy disponen de empresas de ese nivel. Sin embargo, nada sucederá si Hamas no es eliminado antes, ya que ni ellos ni otros países árabes, nadie querrá estar allí, ni siquiera EE. UU. en el dudoso caso que se quiera enviar soldados o policías, si Hamas no es eliminado antes como fuerza militar. Por cierto, tampoco la propia Autoridad Palestina que era el legítimo gobierno según Oslo, y prácticamente sin que hiciera defensa alguna fue violentamente desalojada del poder por Hamas el 2007, cuando Israel ya había abandonado el territorio, por lo que las primeras víctimas de Hamas fueron cientos de otros palestinos.

Como movimiento, Hamas no va a ser destruido (como no lo fueron ISIS o Al Qaeda) tampoco como fuerza terrorista, ya que se aplica lo que enseñó Sun Tzu (544 a.C.-496 a.C.) en “El Arte de la Guerra”, que estas solo se acaban cuando se termina la voluntad de lucha de los combatientes, lo que no ha pasado. Lo que se puede pretender es acabar con ellos como fuerza militar, para que la reconstrucción sea posible.

Es la condición que seguramente pondrían todos para incorporarse. Es también la condición estratégica de los países árabes para hacer este sacrificio, que lo es, para reforzar su relación estratégica con Israel, hoy basada casi exclusivamente en el hecho que solo Israel parece tener hoy la convicción para combatir a Irán, y otra razón, por la cual Israel no tenía alternativa sino responder a ese ataque, ya que de otra manera perdía mucha credibilidad estratégica ante los gobiernos árabes.

La reconstrucción de Gaza va a necesitar de inmensas cantidades de dinero y es de esperar que exista un control de los aportes internacionales, para evitar lo que ha estado presente desde hace tanto tiempo en la forma de corrupción, primero de la Autoridad Palestina con Arafat a la cabeza y después de los líderes de Hamas transformándose también en millonarios con la protección de Qatar, por lo que los países árabes van a entender mejor que Occidente la posición de Israel de alejar a Turquía y su gran capacidad de manipulación al ser miembro de la OTAN. Lo hizo con Ucrania, condicionó también el ingreso de Suecia y ahora, está haciendo lo posible para reposicionarse ante el escenario de reconstrucción, y para ello, seguramente va a ser el nuevo lugar de residencia de Hamas en reemplazo del Qatar actual, toda vez que serían los que mejor pueden protegerlos de la persecución israelí. Por su parte, los árabes temen a aquellas actitudes de Erdogan que recuerdan al imperio otomano.

Si la relación va a estar basada en intereses, es un motivo por el cual la reconstrucción de Gaza puede originar una relación más profunda, es decir, una alianza entre Israel y los países árabes sunitas, dada la cantidad de recursos y el protagonismo que daría a quienes participen, y como Israel se fue el 2005 no va a querer tener ningún rol administrativo, sino limitarse a una presencia militar que impida que Hamas se reorganice, y por lo tanto, lo que interesa es que el 7-X no se repita.

Palestinos desplazados se abren paso mientras huyen de Yabalia después de que el ejército israelí pidiera a los residentes que evacuaran el lugar (REUTERS/Dawoud Abu Alkas)
Palestinos desplazados se abren paso mientras huyen de Yabalia después de que el ejército israelí pidiera a los residentes que evacuaran el lugar (REUTERS/Dawoud Abu Alkas)

Estas necesidades militares y estratégicas van a ser mejor entendidas hoy por países árabes que por Occidente, además que Israel los debe preferir por sobre cualquier presencia de seguridad de países europeo, y al respecto, se suele recordar la cobardía de aquellos generales de los Países Bajos que en Bosnia no protegieron a las mujeres musulmanas de ser violadas por milicias serbias. Tampoco se quiere presencia de la ONU y sus más bien inútiles Cascos Azules, con largo historial de fracaso en la zona, como también los países árabes entenderían mejor que Occidente el probado cuestionamiento que hace Israel a instituciones como la UNRWA, la Agencia de la ONU que ha colaborado con el terror de Hamas.

Por mucha desesperación que exista ante el posible resultado electoral, creo que EE. UU. se equivocó con Rafah, al poner a Israel en un camino que lo aleja de quien era hasta el 6 de octubre el aliado imprescindible. Por cierto, que puede cambiar si se elige a otro ocupante de la Casa Blanca, pero eso es malo para Israel, ya que al tener que optar se sitúa en un escenario que solo lo puede perjudicar, el de la polarización interna de la potencia, que hoy es una verdadera moledora de carne. Al negar la entrega de armamento y municiones, se equivocó más que cuando le aconsejó a Israel no ingresar a Gaza o al entregar recomendaciones que solo se basaban en las malas experiencias contrainsurgentes de Irak y Afganistán.

Todo es impropio de una superpotencia, y quizás es el resultado de quienes están hoy a cargo como " Asistente Especial” del Presidente Biden, ya que así como existió un Sr. González de triste recuerdo por sus fracasos y errores en temas latinoamericanos en la Casa Blanca, en el tema en cuestión, sobresale el nombre de Maher Bitar que en el pasado dirigió el grupo de Estudiantes por Palestina que ahora organizó las acampadas universitarias y que también es Director de Inteligencia en el National Security Council, nada menos. Por último, al no apoyar el ingreso a Rafah, EE. UU. pone en mayor peligro a los propios rehenes estadounidenses, ya que esta guerra ha demostrado que lo que más asusta a los lideres de Hamas, es que se acerquen a ellos.

En conclusión, se pueden encontrar intereses comunes entre Israel y el mundo árabe sunita por la sencilla razón que la bomba atómica iraní aterra a ambos, mientras que Occidente no desea confrontar ahora a Teherán. Israel y Arabia Saudita no se van a dar besos en público, pero va a ser una relación donde todos saben que esperar y cómo adaptarse. Hay por cierto un pasado, el wahabismo como ideología fundante de Arabia Saudita, hoy intervenida por el cambio que está intentando Bin Salman como Príncipe Regente para adaptar a su país a un futuro sin petróleo. Será, por lo tanto, un matrimonio de conveniencia sin entusiasmos juveniles, pero sin sobresaltos, e incluso, si Egipto amenaza con romper su Tratado de Paz si Gaza sale mal, será algo parecido a lo que existe, que siempre ha sido una presión para negociar mejor.

También hubo guerra entre EE. UU. con Japón y Alemania y hoy son principalísimos aliados, con Irán jugando ahora el rol de la ex URSS.

Israel firmó tratados con varios países árabes, pero es una paz fría, que recién comenzó a entibiarse con los Acuerdos de Abraham de agosto del 2022, sobre todo, con los emiratos. La incorporación de Arabia Saudita tiene la posibilidad de convertir la relación con Israel en una alianza histórica. EE, UU, probablemente querrá que la reconstrucción se haga con la conducción de la Autoridad Palestina, mientras que Israel va a preferir que los países árabes sunitas estén a cargo, aunque sea en el rol de “asesores” de los dirigentes palestinos, pero como sus interlocutores.

Quizás, idealmente EE. UU. e Israel también caminarán juntos, ya que es tanto más lo que los une que lo que hoy los separa.

@israelzipper

PhD. en Ciencia Política, Licenciado en Derecho, Abogado, expresidente del Comité de FF.AA. y Sociedad de la International Political Science Association

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