Sin cultura de pactos, el parlamentarismo entra en jaque en España

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Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera, los protagonistas de esta crisis (AFP-Reuters-AP)
Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera, los protagonistas de esta crisis (AFP-Reuters-AP)

Francisco Franco murió el 20 de noviembre de 1975. Tras 39 años de dictadura, era un hecho que iba a regresar la democracia a España. Los vestigios del franquismo y la dirigencia política acordaron seguir el modelo que parecía más exitoso en Europa, la monarquía parlamentaria.

A diferencia del presidencialismo, donde los ciudadanos eligen directamente al presidente, en el parlamentarismo el titular del Poder Ejecutivo es elegido por el Congreso, por mayoría absoluta. Si un partido obtiene esta cantidad de escaños en las elecciones puede formar gobierno en soledad, si no, está obligado a negociar con otros.

El sistema funcionó en España sin sobresaltos durante 40 años. No es poco. Pero es cierto que en todo ese período se dio algo poco habitual: con la única excepción de Adolfo Suárez, que gobernó durante la transición, todos los presidentes asumieron luego de que sus partidos obtuvieran en las elecciones la mayoría absoluta de los diputados (176) o un número muy cercano.

"El sistema electoral español, pese a definirse como proporcional, de facto presenta un comportamiento mayoritario. El motivo principal de esta realidad es el reducido tamaño de las circunscripciones electorales provinciales, que junto a elementos como una fórmula electoral poco proporcional, consolida primas positivas para los dos grandes partidos potenciando el bipartidismo", explicó Roger Lopez Ayala, profesor de ciencia política en la Universidad de Barcelona, consultado por Infobae.

El parlamentarismo, que suele ser multipartidario, estuvo dominado en España por dos fuerzas políticas, el Partido Socialista (PSOE) y el Partido Popular (PP), que se repartieron el poder sin necesidad de negociar entre ellos. Esta particularidad tuvo un fuerte impacto sobre las características de la política española.

Rajoy no logró el respaldo suficiente para ser investido (AFP)
Rajoy no logró el respaldo suficiente para ser investido (AFP)

"El bipartidismo de todos estos años ha generado una suerte de ejercicio presidencialista del poder —continuó Lopez Ayala—. En las legislaturas con mayoría absoluta, ya fuesen de PSOE o de PP, el Legislativo se ha convertido en una extensión del Ejecutivo, dedicándose en buena medida a la ratificación formal de las iniciativas de éste. La tendencia nunca fue ejercitar auténticos mecanismos de democracia deliberativa. Se ganaba, se controlaba el legislativo, y se mandaba durante cuatro años".

Pero los dos grandes partidos experimentaron un descrédito tan grande en los últimos años que ese esquema binario se rompió en los comicios del 20 de diciembre de 2015. El PSOE y el PP, que antes se repartían el 80% o más del Parlamento, ahora deben compartir el poder con dos fuerzas totalmente nuevas, Podemos y Ciudadanos. El PP de Rajoy fue el más votado, pero con sólo 123 legisladores.

¿Cómo podía llegar a los 176 que necesitaba para ser investido presidente? Tenía dos alternativas: negociar una coalición de gobierno con algunos de sus rivales, o llegar a un acuerdo de mínima para que se abstuvieran en la votación de investidura, permitiéndole asumir con menos de 176 diputados. Como no pudo conseguir ninguna de las dos cosas, prefirió no presentar su candidatura ante el Congreso.

El que sí lo hizo fue Pedro Sánchez, líder del PSOE, que salió segundo con 90 legisladores. Intentó forjar un pacto con Ciudadanos y con Podemos, pero también fracasó. Su postulación obtuvo más votos en contra que a favor y la presidencia quedó vacante.

La parálisis obligó al pueblo español a acudir nuevamente a las urnas el 26 de junio de 2016. El resultado siguió siendo dividido, pero Rajoy fue el único que creció: llegó a 137 diputados. Ese triunfo le dio ánimos para esta vez sí presentarse a una sesión de investidura en el Congreso. Sin embargo, la alianza con Ciudadanos sólo le alcanzó para sumar 170 votos favorables el pasado miércoles 31 de agosto, frente a 180 negativos. Ninguno de los adversarios se mostró dispuesto a abstenerse en una segunda votación.

Así, todo se encamina a que los españoles tengan que votar por tercera vez, algo inédito en Europa. Lo que más se le parece es el caso de Bélgica, que si bien llegó a estar 541 días sin formar gobierno entre 2010 y 2011, en todo ese proceso los ciudadanos tuvieron que sufragar en sólo una ocasión.

Pedro Sánchez ya fracasó una vez y no sabe si quiere intentarlo de nuevo (Reuters)
Pedro Sánchez ya fracasó una vez y no sabe si quiere intentarlo de nuevo (Reuters)

Lo que pasa cuando no hay cultura del pacto

"Uno de los principales problemas que tiene España es que no hay una cultura del pacto en el ámbito estatal. En el ámbito autonómico (regional) y municipal no hay problemas, de hecho hemos tenido gobiernos de coalición inverosímiles. Pero en el plano estatal no. En lugar de poner sobre la mesa las facilidades, los puntos a partir de los cuales se podría formar una alianza de gobierno, lo que ponen todos sobre la mesa son los elementos que los separan. A partir de ahí la conciliación es imposible", dijo a Infobae Rafael Martínez Martínez, catedrático de ciencia política de la Universidad de Barcelona.

Tanto el PP como el PSOE están completamente cerrados a la posibilidad de mirar más allá de sus intereses inmediatos. El primero se aferra a que fue el que más votos consiguió, y cree que así como amplió su ventaja en la segunda elección, volverá a ocurrir lo mismo si se vota por tercera vez. El socialismo, por su parte, se convenció de que permitir un nuevo gobierno de Rajoy será firmar su defunción.

"El PSOE ha dicho en las dos campañas electorales que ni siquiera con una abstención facilitaría un gobierno de Rajoy o del PP —dijo Martínez—. Ellos mismo se cerraron las puertas. En cualquier otro país, un partido en la posición del socialismo se abstendría y dejaría gobernar en minoría al PP. Así podría buscar mayorías para aprobar leyes que a ese gobierno no le gustarían nada. Ése es el juego parlamentario".

A este problema estructural de la falta de predisposición para negociar se sumaron algunos obstáculos coyunturales. Uno es el rechazo que genera el liderazgo de Rajoy, involucrado en varios escándalos de corrupción.
"No cabe duda de que el candidato popular no ayuda a una posible abstención socialista. La aparición de su nombre en los papeles de Bárcenas (trama de financiación ilegal del partido bajo su presidencia), junto con el desgaste propio de su gestión como ministro de Interior y presidente de Gobierno, dificultan sobremanera concesiones socialistas", afirmó Lopez Ayala.

Hay un segundo obstáculo. Hasta 2015, cuando al PP o al PSOE les faltaba un puñado de diputados para alcanzar la mayoría absoluta, podían conseguir fácilmente el apoyo de algunos partidos regionales, sobre todo de Cataluña. Esa opción ya no está disponible.

"Hay fuerzas catalanas que eran un poco bisagras, capaces de acordar por derecha y por izquierda para formar gobierno. Pero dejaron de serlo porque quieren que haya un referéndum independentista, y los otros partidos no quieren oír hablar de ello", dijo Jordi Matas, director del Departamento de Derecho Constitucional y Ciencia Política de la Universidad de Barcelona, en diálogo con Infobae.

Pablo Iglesias, el líder de Podemos (AP)
Pablo Iglesias, el líder de Podemos (AP)
 

¿Parlamentarismo o presidencialismo?

Por el momento no está en agenda un cambio del sistema de gobierno. Sin embargo, no faltan los que piensan que la crisis actual es culpa del parlamentarismo. Al menos en teoría, esto no ocurriría bajo un sistema presidencial, porque sin importar la cantidad de diputados, ya habría presidente. Podría ser Rajoy si no hubiera segunda vuelta, o Sánchez si la hubiera y lograra convencer al electorado de que él es el mal menor.

"Si me dijeran que vamos a hacer una reforma —dijo Martínez—, yo apostaría por un modelo francés, semipresidencial, donde se elige directamente al presidente, y luego tienes un gobierno que trabaja con él, pero que es controlado por el Parlamento. En esa situación, España ya tendría un presidente, aunque con dificultades para formar gobierno. Pero seguramente podría formarlo con distintas fuerzas políticas. Es un sistema que conjuga la dinámica de la democracia de mayoría con la de consenso".

No obstante, las cosas se pueden ver desde una perspectiva opuesta. Hace más de nueve meses que España no logra formar gobierno, es cierto. Pero también lo es que el parlamentarismo tiene la flexibilidad suficiente para seguir funcionando incluso a pesar de que no se resuelva algo tan sensible como quién va a ser el presidente durante los próximos años.

"El sistema está aguantando. Llevamos casi un año sin gobierno y hasta los datos económicos son mejores. Hay un stand by, pero la nave va. Lo que sí se está poniendo a prueba es si los partidos políticos son algo más que una maquinaria para repartir cargos políticos y tienen un proyecto de Estado", afirmó Martínez.

Albert Rivera, de Ciudadanos (Reuters)
Albert Rivera, de Ciudadanos (Reuters)

La flexibilidad no es la única ventaja del parlamentarismo. Al forzar las coaliciones, es un sistema que le da mucho más peso a las minorías, que no pueden ser sometidas por el peso de la mayoría. "Es mejor un gobierno que tiene apoyo de distintas sensibilidades ideológicas que aquel que se apoya en una única formación —dijo Matas—. El pluralismo no sólo es un valor a reconocer sino que es una fuerza que hay que tener también al interior de la formación gobernante".

Por otro lado, los sistemas presidenciales tienen un proceso de selección de autoridades más sencillo, pero tienen otros problemas. "Es cierto que el parlamentarismo puede llevar a situaciones de bloqueo como la que vive actualmente España, pero los sistemas presidenciales no quedan exonerados de esa problemática —dijo Lopez Ayala—. Es más, el gobierno dividido a menudo presenta graves problemas cuando los signos ideológicos del presidente no coinciden con los de la mayoría en el parlamento. Si el mal de España es el bloqueo institucional, una reforma política hacia un sistema presidencial no aseguraría una solución definitiva".

Por último, hay que tener en cuenta que existe la posibilidad de que la crisis que está atravesando España sea transitoria, y que en el largo plazo dé lugar a un orden más equilibrado que el anterior.

"Es mejor el sistema parlamentario, incluso para España. Es el que se aplica en todas las comunidades autónomas españolas, que funcionan con gobiernos de coalición. Aquí tenemos un problema de origen en la ley electoral y en la práctica política. El arranque es difícil, pero cuando haya experiencia de pactos y gobiernos de coalición a nivel estatal se acabó el problema", concluyó Matas.

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