Vivir para contarlo

Infobae entrevistó en exclusiva a Ángel Sastre, el reportero de guerra español que estuvo secuestrado durante 300 días por el grupo terrorista islámico Al Qaeda el año pasado. “Nosotros no somos los protagonistas sino los trescientos mil muertos y millones de desplazados que siguen allí”, advierte

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Por Fabiola Yañez

Volví a encontrarlo en un restaurante madrileño. Compartimos un almuerzo junto a una familia amiga suya oriunda de Salamanca. Para todos era el fin de una pesadilla que se extendió durante diez meses. Sólo había espacio para disfrutar el momento y reafirmar los afectos.

"¿Podrás contarme en algún momento lo que te pasó?", me animé a preguntarle mostrando un interés en donde se mezclaban mis condiciones de amiga, de compañera de trabajo y de periodista. "Busquemos el momento", dijo afectuosamente Ángel mientras me abrazaba e intentaba tomar una selfie que perpetuara ese instante.

Esperé impaciente su llamado sabiendo que mi ansiedad no debía acosarlo. Volver del infierno no es cosa fácil.

Tres días más tarde, Ángel me invitó a visitarlo en la casa sus padres.

Sastre, durante la cobertura de la guerra en Siria.
Sastre, durante la cobertura de la guerra en Siria.

Memorias del infierno

"En un momento nos emboscan, nos cruzan una furgoneta. Salen seis tíos vestidos de yihadistas. A mi me meten dentro del auto, me ponen la cabeza entre las piernas, me embozan, me tapan los ojos, me encañonan con un kaláshnikov  (el mítico fusil ruso) y con un RPG-7 (un lanzacohetes usado para detener tanques)… en ese momento ya sabía por donde iba la cosa y entendí lo que estaba pasando… nos secuestraban¨.

Así comienza su relato del cautiverio del que fue víctima durante 300 días, en manos de un grupo de Al Qaeda, Ángel Manuel Sastre Canelas. Todo empezó el 13 de julio de 2015 en la ciudad de Aleppo situada al noroeste de Siria, donde opera entre otros el Estado Islámico, más conocido como ISIS por sus siglas en inglés. Para entonces, el joven periodista español se desempeñaba como corresponsal en Latinoamérica para Europa. Durante la última década, estuvo radicado en Buenos Aires. Aquí lo conocí y desde aquí salió con rumbo a esa zona, por segunda vez en su vida, para cubrir el conflicto.

A mi me meten dentro del auto, me ponen la cabeza entre las piernas, me embozan, me tapan los ojos, me encañonan con un kaláshnikov  (el mítico fusil ruso) y con un RPG-7 (un lanzacohetes usado para detener tanques)… en ese momento ya sabía por donde iba la cosa y entendí lo que estaba pasando… nos secuestraban

Ahora nos encontramos en un lugar muy distinto. Estamos en Guadalajara, a casi sesenta kilómetros de Madrid, el lugar donde vivió gran parte de su vida Camilo José Cela. En esta ciudad apacible, lo único que podría sobresaltarnos es la música de los discos de vinilo de rock de su padre, que suenan a todo volumen y que oigo desde la entrada a un típico patio español. Es el hogar familiar y la música es para recibirme. Es que hay tanta alegría desde el 7 de mayo en que Angelillo (como lo llama Luisa su madre) fue liberado junto a sus dos compañeros, que todo es festejo.

Ángel pide a su padre que baje el volumen. Su madre señala un cuadro que exhibe como si hubiera sido una premonición. Muestra una colección de billetes de lotería que el abuelo le regaló a Ángel el año en que nació. Es sorprendente: en cada uno de ellos aparece la figura de un periodista español destacado. Tal vez el abuelo haya conocido que suerte le depararía a su nieto. "Cosas del destino", dice la madre. Mientras tanto, yo miro por la ventana intrigada y vislumbro una plaza de toros.

Tomamos y comimos algo. Recién entonces pude animarme a preguntar.

Angel Sastre estuvo retratando la guerra en Siria hasta que fue secuestra por una de las ramas de Al Qaeda.
Angel Sastre estuvo retratando la guerra en Siria hasta que fue secuestra por una de las ramas de Al Qaeda.

– ¿Qué te llevó a viajar a Siria?

– Siria no es hoy un lugar más. Cuando uno va por primera vez, no puede evitar sentirse implicado. A nosotros todo lo que nos mueve de esos conflictos, es como repercuten en la población civil. Es imposible no involucrarse. Solo sientes el deber de mostrar al mundo las atrocidades que allí están ocurriendo.

– Pero al fin y al cabo al entrar a Siria estás entrando en el centro de operaciones bélicas. ¿Qué recaudos tomaste al ingresar? Entrar a Aleppo es entrar a un infierno…

– Yo entre a Siria con una garantía de seguridad de Ahrar al-Sham. Ellos eran los encargados de cuidar que a mi ingreso a Aleppo nada me pasara. Confié en ellos. No te queda más opción que confiar.

Ahrar al-Sham forma parte de una amplia coalición siria de grupos de oposición, la más poderosa en estos momentos y la mejor organizada, con aliados claves en la región -Turquía y Qatar- y hasta con oficina de Asuntos Exteriores y de Asuntos Políticos. Tal es así que su director de relaciones exteriores, Labib al Nahhas firmó artículos de opinión que fueron publicados por el Washington Post en Estados Unidos y por el Daily Telegraph en Londres.

– Pero es evidente que la intervención de Ahrar al-Sham falló ¿Cómo es eso de las garantías de seguridad?

– Cada vez que ingresas en terreno bélico debes conseguir salvoconductos que te garanticen no caer en manos de ninguna de las fuerzas en pugna. Pero esta vez todo se convirtió en papel mojado. De repente, cuando nos emboscaron, me costó entender que estaba pasando y lo que primero te planteas es qué grupo te atrapó, qué suerte correrás, si te van a torturar, matar, vender…

Esto último es lo que justamente sucedió con los tres periodistas españoles, Antonio Pampliega, José Manuel López y Ángel Sastre. Primero estuvieron en manos de un grupo que luego los vendió a al Nusra, una filial de Al Qaeda en Siria. La realidad es que la  revolución, esa primavera árabe como la promovían entonces cuando corría el 2011, se ha marchitado. La revolución ha quedado secuestrada por estos grupos islamistas radicales donde los que mandan son ISIS y al Nusra (Al Qaeda). En la lucha entre fundamentalistas, han quedado atrás los ideales de democracia y estados laicos. Por eso ya nadie necesita a los periodistas occidentales. El que entra es secuestrado y es utilizado como arma de guerra o como tesoro para sacar dinero y subvencionar sus ataques.

Ángel me enfatiza que no hay que confundirse. Para él hay que recordar siempre que ISIS tiene una guerra con Al Qaeda (que es Al Nusra en Siria) pero que no son cosas diferentes. Al Nusra esta tratando de lavar su imagen, separándose del Estado Islámico, pero en definitiva son la misma cosa. "En ningún momento habrían dudado en decapitarnos cuando no les hubiéramos servido", afirma.

A su juicio, se está en un túnel sin salida porque ninguna de las posibles soluciones es buena. No parece bueno que se sostenga Bashar al-Assad, el actual presidente de Siria, cuando su régimen bombardea sistemáticamente a su pueblo con barriles colmados de pólvora y esquirlas. Pero tampoco resulta bueno que se impongan ISIS, Al Qaeda o la oposición conjunta llamada Coalición, cuando la fuerza brutal es el método que utilizan. En el panorama actual y a corto plazo,  no se vislumbra ninguna solución.

Después de la pesadilla que ha vivido, Ángel intenta recobrar energías  de la mejor manera posible, tanto mental como físicamente. Como él mismo dice, "uno nunca sabe como va a reaccionar el cuerpo, ansiedades, nervios, crisis post traumática". Hoy por hoy solo anhela recuperar su vida anterior, seguir haciendo lo que hacia, cubrir los conflictos en Latinoamérica, disfrutar de sus amigos y familia.

-¿Y en los momentos de reclusión que pensabas, que hacías?

-Uno intenta buscar una rutina. Caminar. Hacía ejercicios dentro de la habitación, pero luego me lo prohibieron. Yo me refugié en la escritura. Me dieron cuadernos. Así pude escribir un libro, crónicas, idee un blog de opinión, programas para presentar en la televisión. Los reescribía una y otra vez hasta pasarlos en limpio. No se como hice, pero hasta saqué fuerzas para redactar un taller que me habían pedido en la Asociación de Prensa de Madrid. Pero al momento de otorgarme la libertad todo lo escrito me fue quitado.

Además de todo esto, Ángel encontró refugio en dos libros que le habían proporcionado. Según cuenta, los leyó 16 veces. Se trataba de escritos que versaban sobre el Korán y una comparación entre el Catolicismo y la religión Musulmana. Esos textos, más que interesarlo lograron intrigarlo. "¿Cómo puede ser que recen 5 veces al día, intenten explicar las razones de su religión y al mismo tiempo tengan gente secuestrada o cometan atentados contra seres inocentes?", se pregunta.

Uno intenta buscar una rutina. Caminar. Hacía ejercicios dentro de la habitación, pero luego me lo prohibieron. Yo me refugié en la escritura.

Durante los últimos cuatro meses de su cautiverio pudo ver televisión. Al inicio solo veía los canales adjudicados, pero luego, con esa hiperactividad que caracteriza a Ángel, aprendió a cambiar los settings del árabe al inglés y terminó sintonizando 3600 canales, de los cuales unos quince eran en ingles. A través de ellos se mantuvo informado a pesar de las circunstancias.

– ¿Cómo accedieron a darte televisión? ¿Cómo los captores resolvieron dar esa concesión?

– Alguno de ellos venía a preguntarte en inglés qué necesitabas. Tu le pedías un libro o una televisión. Al principio dijeron no tener televisores. Pero luego conversaron entre ellos en árabe y al final trajeron uno. Había una especie de trato tácito entre los captores y uno que decía que "si no me armas lío, yo no te armo lío". Creo que ellos pensaban "yo entiendo que llevas 10 meses en 15 metros cuadrados, entonces te pongo una tele como un tonto, para que mires y te tranquilices" .

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La TV funcionaba sólo cuando había luz. En medio de un bombardeo había luz mediante un generador con gasolina, entonces solo había tres horas al día de televisión, pero eso le daba la vida.

– Ya que mencionas esto de la habitación de 15 metros cuadrados: ¿Cómo eran los lugares a donde te tenían?

– No estuve siempre en un mismo sitio. Me cambiaron seis veces de lugar. Siempre estuve en habitaciones en casas ubicadas en zonas fronterizas que son relativamente más seguras porque, aunque hay batallas y bombardeos, son menos intensos. Esas casas en las que nos encerraban estaban preparadas para ese fin. No he estado en cárceles ni en calabozos, pero estuve encerrado bajo llave, en lugares con puertas de hierro y vigilado por tíos encapuchados… además con cámaras infrarrojas que seguían mis movimientos todo el tiempo.

– ¿Y por qué los llevan a lugares más remotos?

– Ellos no quieren que te caiga una bomba y te mate. Te necesitan vivo. Somos su tesoro. Por eso, aunque te privan de la libertad en alguna medida te protegen. Pero más allá de ello, nunca dejaban de hacerme sentir que tenían mi vida en sus manos. Pero cualquiera haya sido el trato que me dieron, nunca dejaron de hacerme sentir su prisionero.

– Imagino que habrá sido muy duro…

– Yo no dejaba de pensar en todo momento cuando empezaría la tortura.  Mirando comparativamente, debo admitir que no fueron tan duros conmigo. Vivía esperando el momento en que vinieran a golpearme. Yo sabía del sadismo de muchos de ellos por los relatos que han brindado otros periodistas que habían caído en manos de ISIS o de al Nusra. Relatos estremecedores.

Dice haberse sentido controlado por un ¨Big brother¨ todo el tiempo, mientras caminaba en círculos por la habitación. Pone énfasis y repite: ¨Estos jefes son unos cabrones y  hemos estado separados, no todos hemos tenido el mismo trato. Yo estoy todavía en una nube. Yo no se lo que ha pasado y no quiero ni pensarlo porque me quiebro¨.

Es que hasta ultimo momento el no sabía que le depararía su destino. Desconocía si iban a terminar con el o si lo iban a vender y todo lo que recibía eran malas noticias de que su gobierno no ponía voluntad y que iban a matarlo.

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La liberación

Diez meses después del día en que se inició el cautiverio, la desesperación empezó a acorralar a Ángel. Varias veces había pensado en huir, pero cada vez que lo hizo entendió que su suerte correría peligro.

En medio de tanto aturdimiento algo empezó a cambiar.

– ¿Cuándo te diste cuenta que te liberarían?

– Eso no lo supe si no hasta el mismo instante en que ocurrió. Si presentí que algo cambiaría en el momento en que comenzaron ciertos movimientos que me llamaron la atención, como por ejemplo que me pidieran los talles de ropa.

Así fue. Dejó sus percudidas prendas para cambiarlas por los joggins y remera que le proveyeron. Luego los encapucharon y reunieron a los tres. Ángel cuenta que en ese momento había una niña que jugaba sobre una alfombra y les tocaba la cabeza como parte de sus juegos. Piensa que sería la hija de alguno de los secuestradores. Había también mucha gente reunida. Ante ese cuadro empezaron a creer en que quedarían libres. Sabía que saldrían de allí pero aún no sabían hacia donde.

– ¿Cómo fue la liberación?

– Yo salí primero, me esposaron, me metieron en un coche que me llevaba a otro lado y ahí al fin entendí que iba a ser liberado.

– ¿Dónde estabas entonces?

– Otra vez había vuelto al límite entre Siria y Turquía. Ahora debía cruzar el límite y volver a suelo turco. Entonces en el aturdimiento y aún sin poder visualizar nada… me gritaban en árabe. Y el terror me paralizaba nuevamente.

– ¿Y a quien viste primero?

– Cuando me quitaron la capucha vi a mas hombre armados, con muchas armas. Y lo único que pensaba en ese momento era recuperar mi vida…poder ir al baño… ¿Me entiendes? ¡No te permiten ir al baño! Es que allí no puedes hacer nada. Solo pensaba en recuperar la libertad…

– ¿Y como fue tu llegada a Madrid?

-Nos entregaron en suelo turco. Nos recibieron y brindaron mucha contención. Nos subieron a un avión perteneciente al Ejercito del Aire español que nos llevaría nuevamente a Madrid. Antes hicimos una escala en Zaragoza, para recuperar nuestra fisonomía. Llevábamos meses sin cortar nuestro pelo y sin rasurar nuestra barba. Emprolijados, remontamos vuelo hacia Madrid.

– ¿Y como fue el reencuentro?

– En los meses de cautiverio no pude dejar de pensar en mi familia. Cuando uno abraza la profesión de periodista y decide exponerse a riesgos tales como ingresar a un frente de batalla, no mide el lugar en el que queda su familia. A mi me pasó que en todo momento pensaba en ella. 'No es justo que les haga pasar por esto', me decía. Pensaba en mis padres, en mi hermana… como estarían viviendo todo ese martirio que me tocaba pasar. Eso es algo que me cuesta perdonarme a mi mismo. Cuando toqué tierra en Madrid mi madre se acercó hasta mi. Me decía en voz alta 'no voy a llorar' mientras reafirmaba esa decisión diciendo 'no' con su mano derecha y su dedo índice en alto. Ella ha sido muy fuerte, pero en ese instante el débil fui yo.

Cuando uno abraza la profesión de periodista y decide exponerse a riesgos tales como ingresar a un frente de batalla, no mide el lugar en el que queda su familia. A mi me pasó que en todo momento pensaba en ella.

El mensaje que Ángel intenta dar al mundo es que ellos no son los protagonistas. Que hay una serie de conflictos que hay que cubrir. Que en Siria siguen muriendo personas cada día y que esas vidas no valen menos que las nuestras. Afirma que Siria no puede salir del foco y que eso merece la pena seguir informándolo.  A pesar de este panorama desalentador que no nos permite ir, hay que seguir intentándolo, hay que seguir informando y que además de los periodistas que van allí, se necesita que los medios estén a la altura de los reporteros que van a cubrir estos eventos. Medios de todo el mundo que guarden espacio y dinero para estas circunstancias, porque es una vergüenza que no se interesen. No puede ser que el periodista free lance tenga que ser un sobreviviente. Se necesitan medios que estén a la altura de los reporteros que como él y sus compañeros se juegan la vida. Hay que entender que las guerras sin periodistas y sin testigos son peores.

– ¿Cuál es tu mayor anhelo, o para qué crees que sirva esta fatal experiencia, que te toco vivir?

– Lo que más reclamo es que los medios sientan interés por problemas como los que afronta Siria. Como no me he cansado de decir, mientras tu y yo hablamos allí esta muriendo gente inocente y sus vidas no valen menos que las nuestras. Que la gente conozca las atrocidades que ocurren en estos enfrentamientos fundamentalistas de intereses diversos. Como sociedad civilizada que somos con la información debemos hacer la diferencia.

"Coraje"

Ángel Sastre no es un periodista más. Abrazó su vocación creyendo que la labor periodística lo obligaba al riesgo permanente. Suele repetir sin cansarse que "los periodistas deben estar allí donde ocurren hechos que molestan a la conciencia social". Por el trabajo que realizó bajo esa lógica, mereció el premio Larra 2010 de la Asociación de Periodistas de Madrid.

Alguna vez fue corresponsal en Londres de medios españoles. Pero durante los últimos años se estableció en Buenos Aires y desde aquí indagó en la realidad de Latinoamérica, como las cárceles en el Salvador, el tren de la muerte o ¨La Bestia¨ en México, las favelas en Brasil o las maras en Guatemala. Registró como se jaqueaban derechos humanos y cubrió golpes de Estado. Sin embargo, cada vez que pudo, se embarcó como periodista free lance para mostrar las miserias de las guerras. Estuvo en el frente de batalla en Siria en el 2013, en Irak, en el enfrentamiento en el este de Ucrania durante la navidad de 2014 contra Rusia, hasta que el conflicto en Siria acabó por atraparlo.

Dejó Buenos Aires con destino a Turquía. De allí cruzaría a Siria, mas precisamente a Aleppo para mostrar el modo cómo los Cascos Blancos, que es un grupo de voluntarios de la Defensa Civil Siria socorren a las víctimas de una guerra impiadosa.

El 10 de julio de 2015 se dispuso a cruzar la frontera que lo depositaría en el infierno sirio. Ese día escribió "coraje" en su twitter (@angelmsastre). Fue una premonición a lo que sobrevendría apenas tres días después

Los secuestrados   

Ángel Sastre cayó secuestrado junto a dos periodistas españoles que se habían impuesto el deber de mostrar el calvario de la sociedad civil siria. Todos tenían antecedentes cubriendo conflictos bélicos.

Antonio Pampliega, el primero de ellos, registraba una vasta experiencia en abordar la perversión de las guerras. Había estado en Irak, Líbano, Pakistán y Afganistán y sus trabajos habían sido publicados por los principales medios europeos.

José Manuel López, un fotoperiodista signado por una trayectoria de denuncias de atrocidades, fue el restante. Nacido en León en 1971, había recibido para entonces varios premios y publicado sus fotos en medios de la estatura del New York Times, The Guardian, Le Monde o Der Spiegel.

Los días de Ángel

Ángel Sastre es hoy un hombre templado en una experiencia que nadie quisiera vivir. Mientras habla no deja de indagar la máquina fotográfica que cargo para testimoniar el encuentro. Enfoca una y otra vez y ensaya tomas de su tierra natal.

Angel Sastre, hoy
Angel Sastre, hoy

Pese a todo, no han cambiado sus convicciones. Al contrario, están más firmes que nunca. A pesar de ser requerido por medios, consultoras y universidades para que de testimonio de su experiencia, él sigue convencido de que antes que nada debe cumplir con su misión de periodista.

– Nosotros no somos los protagonistas en esta historia, afirma.

– ¿Y quienes son entonces?

– Los protagonistas son las víctimas. Hay una serie de conflictos en el mundo que deben ser cubiertos por la prensa porque son los miles de personas que sufren y mueren los que reclaman atención. Siria no puede llamar la atención de Occidente cuando los allí perseguidos llegan a las costas griegas reclamando auxilio. Hay que prestar atención a Siria porque allí siguen muriendo personas cada día y porque esas vidas no valen menos que las nuestras. Siria no puede salir del foco y los periodistas que van allí, necesitan del apoyo de los medios. Los medios de comunicación deben estar a la altura de los reporteros que van a cubrir estos eventos. Deben preveer espacio para difundir las notas y dinero para cubrir los eventos. A veces da vergüenza que no se interesen por semejantes hechos. Hay que atender la dimensión del problema y no permitir que un periodista free lance deba convertirse en un sobreviviente.

Sigue obsesionado por el dolor en el mundo y promete seguir adelante con la misión que se ha dado.

"No hay que olvidar que nosotros no somos los protagonistas, sino los 300.000 muertos y millones de desplazados que siguen en Siria".

Lo dice y sigue fotografiando lugares de Guadalajara. Un lugar tan lejano al infierno que vivió.