Verdades, mentiras y secretos de la paliza que Mayweather le dio a McGregor

El show fue una obra maestra del marketing

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Dana White, separando a Floyd Mayweather y Conor Mc Gregor (Getty Images)
Dana White, separando a Floyd Mayweather y Conor Mc Gregor (Getty Images)

Cuando Dana White, el super CEO de la UFC le llevó la propuesta a Floyd Mayweather para perfilar el negocio de una pelea contra Conor Anthony McGregor la primera respuesta fue no.

—Estoy retirado Dana, tengo 40 años, mi cabeza está en negocios de ocio nocturno como algún club privado, un bar temático de música para que alguna gente especial se divierta con ideas sobre el sexo y yo mismo estaré ahí para que se harten de sacarse fotos y consuman todo cuanto puedan. Pero volver a un ring y entrenarme para dar un peso atlético, no lo creo Dana, no lo creo. De todas maneras dejale a Roger, mi padre, y a estos caballeros que siempre han sido mis socios, la ingeniería de cómo ven ustedes el negocio.-

Es simple, sólo queremos una participación del volumen total a recaudarse.

Una parte, sólo una parte dijo, ante la atenta mirada de los hermanos Lorenzo y Frank Fertita, miembros de una poderosa familia de Las Vegas, considerados los "padres" de la UFC que la compraron por dos millones de dólares en el 2001 y la acaban de vender por 4.000.000 a las poderosas WME/IMG, pero con el compromiso de seguir ejerciendo el management.

Dana White, pieza clave para que se realice el combate (AP Photo/Jeff Chiu)
Dana White, pieza clave para que se realice el combate (AP Photo/Jeff Chiu)

—¿De qué porcentaje estamos hablando, Dana?

—Del 25 por ciento de todo y nosotros le pagamos a Conor su parte.

—¿Estamos hablando en serio?-, preguntó Floyd. Y agregó: ¿quién es tu luchador?, ¿cómo se llama?, ¿cuánta gente pagaría para verlo en una de sus "jaulas"? Lo siento, la reunión terminó". Le dio la mano a todos en una de las más lujosas oficinas del MGM y se fue. Dana y sus socios se quedaron con Roger Mayweather, ejecutivos del hotel, del T-Mobile Arena y de la empresa Showtime, los tradicionales asociados de Floyd para los negocios del boxeo.

Transcurría el mes de abril de 2017 y la primera reunión había fracasado. Sin embargo, Floyd aceptó que sus socios del T-Mobile y de Showtime le pidieran a Dana y a los Fertitta– dueños a su vez de Station Casinos, Zuffa y LLC- los videos del tal McGregor, su historia personal y deportiva, su perfil familiar y entrenamientos grabados en tiempo real.

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Para la UFC (Ultimate Fighting Championship) sería muy importante realizar este negocio. Era poner en el más alto nivel de la exposición mediática el negocio de las artes marciales mixtas y captar más adeptos que las prefieran por encima del boxeo. Lo que significa, de hecho, un enorme estímulo para sus deportistas y para un mercado de 150 millones de espectadores que semanalmente la siguen a través de Fox en cumplimiento de un contrato que tendrá vigencia hasta fines de 2018.

El planteo de los asociados a Floyd era que este negocio sólo tenía un actor con magnetismo para pergeñar y vender el show. Obviamente el imprescindible era Floyd. Pero, a su vez, el informe sobre el riesgo que implicaba enfrentar a McGregor quedó reducido a una mínima expresión, más vinculada a un accidente por un foul que a una acción de combate. El show ya tenía factibilidad.

Comenzado mayo, y ante la insistencia de Dana White, los socios de Floyd tenían una respuesta inicial: "10 por ciento de todo lo recaudado, reglas de boxeo, guantes de ocho onzas, oficiales de ring y árbitro designados por la Comisión Atlética de Nevada, un peso que no superara los 79 kilos, fecha inamovible 26 de agosto de 2017 por la disponibilidad del estadio, multa a descontar de los ingresos de McGregor por las infracciones sancionadas por el árbitro o comprobadas por la televisión, la venta del Pay per View, de los patrocinios, de las entradas, de los derechos de televisación para el exterior, del merchandising y el control sobre las acreditaciones a la prensa e invitaciones de protocolo a cargo exclusivo de Floyd Mayweather Productions, T-Mobile, MGM y Showtime".

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Sobre este esquema de negocio se produjeron algunas alteraciones. Dos puntos más de participación del volumen total de lo recaudado por todo concepto para la UFC y cinco puntos más por lo producido tras la venta del P.P.V. Además le liberaron a McGregor el sponsoreo general de su indumentaria y de sus patrocinadores, como ingresos exclusivos para él, se aceptaron spots de la UFC en todas las apariciones mediáticas que realizaron en la gira previa por Londres, Nueva York, Toronto y Los Ángeles y, obviamente, en la publicidad televisiva previa y simultánea con el evento. Floyd, durante esas presentaciones, debía darle el mismo protagonismo a McGregor, cederle la palabra, prestarse a compartir cámaras, micrófonos y tiempo en partes iguales. Mostrarse preocupado por el resultado final, valorar a McGregor como un "verdadero peligro", anticipar el temor o la duda de asumir semejante compromiso "tras dos años de haberse retirado de los rings y con 40 de edad". Floyd hizo todo lo que se había firmado en el contrato y hasta podría asegurarse que lo excedió generosamente. Sobre todo cuando la venta de entradas, a razón de 10.000 dólares cada ringside, tenían poca demanda.

Lo que más le importaba a Floyd era que el módulo del negocio armonizaba con el riesgo. Tras ver en acción a McGregor, todo su equipo sabía que el esfuerzo por lograr una buena condición física reportaría una base de 100 millones de dólares con un regreso triunfal tras un desarrollo dominante y voluntario.

(Getty)
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El secreto estaba en las diferencias de conocimiento técnico. Floyd, hijo y sobrino de grandes campeones, comenzó a pelear como amateur a los 16 años. Realizó 84 peleas como aficionado, ganando los Guantes de Oro de los Estados Unidos en 1993, 1994 y 1996, año en que llegó a semifinales de los Juegos Olímpicos de Atlanta. Antes de subir a un cuadrilátero para realizar pelea alguna, estuvo un año para aprender a caminar sobre el ring y medio año para comenzar a darle precisión a la partida de cada uno de los seis golpes permitidos por los reglamentos del boxeo.

Cuando ya era Campeón Mundial de cuatro categorías – Super Pluma, Liviano, Super Liviano y Welter – y ganaba su combate número 39 frente al inglés Ricky Hatton por K.O.T en el 10 asalto, el irlandés Conor McGregor debutaba en el octágono de la UFC. Eso significaba que bajo las reglas del boxeo, Floyd sabía que su único esfuerzo sería, como siempre, presentarse en la mejor condición física. Era todo: entrenarse, tener mucho aire, buenos desplazamientos y cierta velocidad para el segmento del contraataque. Sin que McGregor pudiere apelar a ningún recurso del Jiu Jitsu, (agarres, estrangulaciones, palancas de brazos y de piernas), ni a las del Karate (patadas, puños, golpes de mano abierta, luxaciones o inmovilizaciones) ni tampoco a las del Kickboxing (puños, codos, patadas con la tibia o el empeine) ni al Judo (presión, amarre, derribe e inmovilización), ¿a qué quedaba reducido McGregor?, ¿cuál sería el riesgo real de Floyd? Absolutamente ninguno. Le llevaba 49 peleas de ventaja, que es como decir unos 350 rounds en el más alto nivel del boxeo histórico. Más simple aún: cuando Mayweather realizara su combate número 50, McGregor debutaría como boxeador. A pesar de lo cual estos genios del marketing, que fueron todos los que armaron el negocio, hicieron que la gente se interesara, que hubiese apuestas, que se discutiera previamente y que 6.5 millones de personas sólo en los Estados Unidos la vieran por PPV a un promedio de 90 dólares "per cápita", produciendo ingresos brutos por 585 millones de dólares aproximadamente.

(Getty)
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Floyd ya había ganado 4.4 millones de dólares por P.P.V frente a Manny Pacquiao; 2.2 millones ante Saúl Canelo Álvarez; 2.4 millones contra Oscar De La Hoya, ¿y ahora frente a McGregor, retirado, con 40 años y 49 peleas encima? Sí, ganó más que en las anteriores: según Dana White, CEO de la UFC, fueron 6.5 millones de dólares, más el porcentaje por la venta de los tickets, más los patrocinios, más la publicidad en la indumentaria y otros bonus aún no dados a conocer.

El ex campeón mundial sabía que era un dinero fácil, como todo dinero que se gana sin arriesgar. Y aceptó pelear, pues le daría la posibilidad de reencontrarse consigo mismo. Elevar su "super yo", volviéndose a comprometer con el espectáculo para sentir nuevamente un estadio vibrante al conjuro de su arte. Este hecho no lo producía Floyd desde hacía varios años. En la medida en que fue creciendo en edad se tornó cada vez más austero y previsor sobre el ring. Frente a Canelo Álvarez, Maidana, Pacquiao o el propio Berto, estuvo refugiado en un sector del ring esperando contragolpear, dando respuesta a los golpes de sus rivales, saliendo poco a contraatacar, evitando cruces y cambio de golpes. Peleó sólo para él, concentrado en la acumulación de puntos propios sin importarle mucho su entrega al público.

(USA TODAY)
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Cuando finalmente en junio de 2017 pudo cerrarse el complejo esquema de este negocio con tantas particularidades, lo que más entusiasmó a Floyd fue poder ofrecer un buen show. Reposicionarse como el fenómeno técnico que fue, mostrarse involucrado con "in crescendo" del show, o sea ir de menos a más. Sabía que iba a ganar fácil y que se iba a lucir. Y también sabía que habría de hacer lo que quisiera con McGregor. Lo único que no podía era "degradarlo" de entrada, disminuirlo o procurar una estética grosera. Finalmente el irlandés no era otra cosa que un rival a quien él mismo, como empresario, había contratado.

Pasados los primeros tres asaltos, en los cuales permitió que McGregor se mostrara vigoroso y determinado, comenzó la etapa de la demolición psicológica que abarcó del 4° al 6°. De allí en adelante aceleró el ritmo, apelando a descargas pulcras y precisas en ataque, con ganchos a la zona abdominal y cruzados a la mandíbula, hasta terminar en el momento elegido. El diletante irlandés estuvo a un golpecito del nocaut por toda la cuenta. Fue una pena que el referí Byrd se hubiese apresurado al decretar el nocaut técnico. Este show merecía la clásica foto de un derrotado en la lona, un árbitro hincado contando hasta el out y un triunfador extasiado levantando los brazos para el delirio del público.

(USA TODAY Sports)
(USA TODAY Sports)

Todavía no están cerrados los números finales. En realidad, difícilmente se den a conocer con fehacienticidad. Son empresas privadas y no tienen obligación alguna. Pero lo que resultaría indiscutible es que Mayweather superó el piso fijo de los 100 millones de dólares y McGregor el de los 30 millones de dólares. Y sin ubicarnos en los extremos que circulan como versión sobre 300 para Floyd y 100 para el irlandés, ubicándonos en el medio podríamos calcular razonablemente que el ex campeón mundial pudo ganar 200 millones de dólares y McGregor arrimar a los 50 millones. Esto significaría que Mayweather recibió un promedio de 1.750.000 dólares por cada golpe que tiró y McGregor alrededor de 437.500 dólares. Un genial récord del marketing.

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