La razón por la que Uruguay apoya a Óscar Tabárez

El “Maestro” lleva 11 años al mando de la celeste, en su segundo mandato. Constancia, continuidad y un sólido proyecto, son las bases de su idea

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"No pido piedad: sólo aspiro a que haya gente que crea en esto". Con esa frase se presentó Óscar Washington Tabárez al momento de dirigir nuevamente la selección de Uruguay (de 1988 a 1990 su primera incursión), el 8 de marzo del 2006.

Lo avisó desde un principio. Él tenía un proyecto en el que los resultados a corto plazo no eran lo importante. El seleccionado había tocado fondo desde su partida, sin poder clasificar a los Mundiales de 1994, 1998 y 2006 (en Corea-Japón 2002, sólo sumo dos puntos en tres partidos y se despidió en la fase de grupos).

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Desde 1991 al 2005 pasaron 13 entrenadores por la selección. Casi uno por año. Todos con una idea diferente, para demostrar que podían volver a hacer de Uruguay una potencia mundial. Sin proyectos, sin continuidad, apenas se consiguió una Copa América en 1995, que jugaron de local.

A los 59 años, el "Maestro", apodado así por la profesión que ejerció en paralelo a su actividad como futbolista, retomó el control del plantel uruguayo."El trabajo será idéntico para todas las Selecciones", aseguró en su primera conferencia de prensa.

"Creo que es la única manera de elegir y preparar a los jugadores", sentenció el disciplinado docente, intentando crear un proyecto a futuro sin importar las derrotas que se le atribuyan.

Desde ese momento, Uruguay renació. Obtuvo un cuarto puesto en la Copa América del 2007 y, después de pasar por unas duras eliminatorias en las que terminaron jugando el repechaje contra Costa Rica, se quedaron con el un cuarto lugar en el Mundial de Sudáfrica 2010. No ganó ninguna de las competencias, ni llegó a la final siquiera, pero los "charrúas" jugaban bajo una idea, con un proyecto que los respaldaba.

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"El camino es la recompensa", le decía el entrenador, tras aquel fantástico mundial de Sudáfrica, a "su gente", esa gente a la que le pidió que creyera en el proyecto. Un año más tarde llegó el premio: Uruguay campeón de la Copa América 2011 en Argentina.

Se acercaba un nuevo mundial, Brasil 2014, y la selección uruguaya volvía a ser observada con cierto respeto. Óscar Washington Tabárez lo había logrado. Las semillas habían dado sus frutos. Los 11 jugadores que estaban dentro de la cancha jugaban de memoria, los 23 que llevó al Mundial compartían el mismo estilo de juego, el que mamaron desde las selecciones juveniles y que no cambió a pesar de algún que otro flojo resultado.

El camino a la clasificación no fue fácil, ya que nuevamente Uruguay cayó en la zona de repechajes, y esta vez tuvo que vencer a Jordania, para entrar al Mundial. Mundial en el que venció a Inglaterra e Italia, en fase de grupos, para acceder a los octavos de final, donde perdió contra Colombia.

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Sin duda que es complicado mantener un proceso durante 11 años, pero en esa década pasaron más de 60 entrenadores por las nueve selecciones restantes de Sudamérica. Un período en el que sólo Uruguay y Argentina (con la zurda de Lionel Messi haciendo de las suyas en la fase de grupos para clasificar) lograron un tercer y segundo puesto de un Mundial.

70 años, 168 partidos dirigidos: 81 ganados, 44 empatados y  43 perdidos, con el último ante Brasil, lo convierten en el técnico con más encuentros al frente en una misma selección, por delante del alemán Sepp Harberger con 167.

(AFP)
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Hoy el plantel uruguayo se encuentra segundo en la clasificación a Rusia 2018, y es difícil imaginar un torneo internacional sin ellos. Sin embargo, el equipo cayó por goleada contra otro que también encontró nuevamente su estilo de juego.

Pero "esa gente", a la que le advirtió cómo sería el plan hace más de 10 años, aceptó el resultado sin reprochárselo. Porque el proyecto tiene esas consecuencias, hoy encabezan una renovación natural de jugadores, los juveniles ascenderán y se acoplarán a un estilo de juego que ya conocen.

Saben que el resultado a corto plazo puede doler hoy, mañana y pasado, pero no negociarán la identidad de juego que un disciplinado "Maestro" les inculcó durante 11 años.

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