La línea entre ciencia ficción y la vida real se vuelve cada vez más delgada. Los desarrollos tecnológicos en materia robótica hacen pensar que en un futuro no muy lejano los androides podrían estar totalmente integrados. Y no solo eso sino que hasta podrían experimentar sensaciones humanas.
Investigadores en Alemania están desarrollando un sistema nervioso que podría imitar la respuesta al dolor, lo que permitiría que los robots reaccionen rápidamente y eviten situaciones que podrían dañarlos.
"El dolor es un sistema que nos protege", destacó el investigador Johannes Kuehn en una conferencia de ingenieros que se llevó a cabo la semana pasada. "Cuando evitamos la fuente de dolor, prevenimos las lesiones", añadió.
Los investigadores programaron un robot para que experimente una "jerarquía" de dolores a través de una variedad de situaciones como puede ser un golpe o calor. Y el robot tiene una reacción variable: cuanto más intenso es el estímulo, mayor es la rapidez con la que reacciona. Tal como lo haría cualquier humano.
"El robot necesita detectar y clasificar estados físicos; determinar el daño potencial que podrían causarle distintas situaciones y llevar a cabo una acción, tener un reflejo", se destacó en el informe.
Kuehn dijo que este mecanismo permitiría prevenir daños a los robots que, por ejemplo, se encarguen de manejar maquinarias u otras herramientas en fábricas. Esto implicaría un gran ahorro económico para las empresas. También implicaría un entorno más seguro para los trabajadores que se desempeñen junto a esos robots.
Hace un tiempo que existen ya los robots que pueden detectar y prevenir el choque con humanos. En 2011, investigadores de las universidades de Stanford y de La Sapienza, en Roma, crearon un brazo artificial que detecta la presencia de personas y evita entrar en contacto con ellas.
Equipar estos robots con un sistema nervioso es un paso más allá. El paso anterior a este desarrollo se llevó a cabo en 2014, en el Instituto de Tecnología de Georgia (Georgia Tech), cuando inventaron una piel de robot sensible. Esa piel emplea sensores flexibles que se comunican con un dispositivo con memoria que puede compilar las interacciones táctiles, como si fuera la memoria de un humano.
Esto permite que el androide ajuste la presión de su tacto en función del objeto con el cual entra en contacto. Así, por ejemplo, podría sostener una fruta sin destruirla. Este tipo de tecnología facilitaría el desarrollo de aplicaciones robóticas para asistir a personas con capacidades diferentes en las tareas del hogar.
No debería sorprendernos que en algún tiempo se nos haga costumbre interactuar, en el entorno laboral, en nuestros hogares y en cualquier sitio con robots cuasi humanos. No sería alocado pensar que se podría escuchar a estos androides expresar opiniones, experimentar dolor y hasta compartir emociones desde la mesa de un bar. Como Andrew, el personaje que interpretaba Robin Williams en la película El hombre bicentenario.
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