De obrero textil y sindicalista a astrofísico de reconocimiento mundial

Del Cordobazo y la radicalización de los años 70 a una brillante carrera científica en los Estados Unidos: el increíble periplo del argentino Mario Díaz, uno de los científicos que confirmó la teoría de Einstein

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¿Habrá imaginado el joven operario -primero textil, luego metalmecánico- que se convertiría en una eminencia científica de reconocimiento internacional mientras transformaba la materia con máquinas en el taller de Villa Urquiza o la fábrica automotriz de Córdoba? ¿Habrá supuesto el militante revolucionario trotskista, delegado y activista sindical, que contribuiría desde el centro astrofísico que dirige en Texas, Estados Unidos, a uno de los descubrimientos científicos más importantes de los últimos tiempos: la comprobación de la existencia de las ondas gravitacionales propuesta hacía tanto tiempo por Albert Einstein en el siglo veinte?

Pese a tres décadas viviendo en los Estados Unidos, es protagonista de una novela de la argentinidad.

Mario Díaz, el científico, camina por las calles de Palermo Hollywood en busca de un bar donde conversar con Infobae. Ve un cartel que anuncia el menú del día de un restaurant que funciona en un club de barrio. Dice: "Guiso de mondongo". Recuerda. "¡Un buen guiso de mondongo! Cuando era chico no comía el que preparaba mi madre, me daba asco su textura. Pero en los años que pasó en Córdoba iba siempre a un bolichito a dos cuadras de la Renault donde lo preparaban muy bien. Tiene que saberse cocinar bien el mondongo para que salga rico", dice. En la novela de Marcel Proust el pasado acude al protagonista al saborear unas magdalenas. La memoria actúa en Díaz a través de la imagen de un buen guiso invernal. Hoy, a pesar de tres décadas viviendo en los Estados Unidos, es protagonista sin saberlo de una novela de la argentinidad.

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Mario Díaz, de 68 años, es uno de los cuatro argentinos que participó del descubrimiento de las ondas gravitacionales por medio de una acción internacional mancomunada y que anunció los logros obtenidos a principios de este año. En septiembre del año pasado ondas gravitacionales que viajaban desde hacía mil millones de años hicieron temblar el espacio-tiempo en las inmediaciones del planeta tierra y esta vibración -que respondía a la fusión de dos agujeros negros- fue detectada por laboratorios establecidos por científicos que apostaban a que su detección era posible. Díaz era uno de ellos. El descubrimiento es equiparable a un gigantesco paso en el área científica y se espera que la detección de ondas gravitacionales más lejanas puedan ser la llave que abra las puertas a la respuesta sobre el origen del universo.

"Es crucial no sólo que no se disminuya el presupuesto de ciencia, tecnología y educación sino que se lo aumente"

Por estos logros, Mario Díaz fue recibido por el presidente Mauricio Macri en reconocimiento al aporte argentino a estas tareas. Al preguntársele sobre la situación política argentina actual, Díaz dice: "No estoy de acuerdo con una política de despidos en la administración pública que a la vez tiene un impacto muy fuerte en toda la economía del país. Rescato la intención original del gobierno del presidente Macri de mantener al principio de su mandato la política científica del gobierno anterior. Pero para hacerlo es crucial no sólo que no se disminuya el presupuesto de ciencia, tecnología y educación sino que se lo aumente". Luego regresa a explicar con pasión y detenimiento las posibilidades de un descubrimiento que algunos equiparan con la invención de la imprenta por Gutenberg. "En algún futuro no muy lejano nos permitirá oír los murmullos del Big Bang", señala. Estas preocupaciones distaban de ser el centro de su atención y actividad cuando era un joven porteño en los agitados años setenta que, mientras trabajaba, también realizaba una militancia política y sindical que apuntaba a que los obreros alcanzaran el poder.

"Yo no me proletaricé -explica Díaz ante la pregunta sobre una práctica extendida en cierta militancia política proveniente de las capas medias que se volcaba a las fábricas para unirse al sujeto social que consideraban destinado a realizar las transformaciones en el país, la clase obrera-. Yo militaba en la Federación Juvenil Comunista en el secundario pero no en el colegio, sino en el barrio. Estudiaba en el Colegio Nacional Buenos Aires pero en un momento me di cuenta de que tenía que laburar. Con mi novia de entonces, que ahora es mi mujer, Lidia, nos queríamos casar, entonces decidí dejar de hacer sexto año. Nunca me vi trabajando en una oficina, a mí siempre me gustó la mecánica, entonces conseguí empleo en una fábrica de Villa Urquiza, mi barrio, llamada Mi Textil. Ahí trabajé varios años".

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Corría el año 1968. La Argentina vivía tiempos convulsivos en medio de una ola mundial de luchas que proponían la cercanía de la revolución social. La sísmica política mundial también conmovía las estructuras de la izquierda tradicional argentina. "A principios del 68 me fui de la Fede con los compañeros que se habían escindido y formado el Comité Nacional de Recuperación Revolucionaria. Yo era un militante de base, pero había formado con otros compañeros una organización sindical a la que le habíamos puesto C.O.L.T.: 'Comisión de Obreros de Lucha Textil'. Mi mujer tenía un primo que militaba en Política Obrera (antecedente del actual Partido Obrero) y empecé a leer el periódico de ellos. Me gustaba su teoría, sus artículos políticos. Empecé a leer sobre Trotski y a otros autores. A fines de ese año me incorporé a Política Obrera. Seguía trabajando en la textil hasta el año 1972, era delegado de la fábrica. Cuando la fábrica se mudó a San Martín pude conocer a conocidos sindicalistas textiles, como Casildo Herrera, que era secretario general del gremio".


—¿Usted se convirtió en dirigente de Política Obrera?

—Sí, militaba en la regional San Martín de PO. A fines de 1973 el partido decidió mandarme a Córdoba para reorganizar la militancia en esa provincia. Fui con mi mujer y mi hija. Tuvimos una pelea en el comité ejecutivo de PO porque no me sentía cómodo siendo un militante rentado, quería trabajar. Recuerdo que tuvo que intervenir (Jorge) Altamira: 'Si quiere laburar, déjenlo laburar', y así pude conseguir trabajo en la Renault como mecánico. Córdoba era muy radicalizada. Era la Córdoba de Agustín Tosco, de René Salamanca, había movimiento obrero no peronista, totalmente atípico respecto al del resto del país. Mucha gente del interior se iba a trabajar a las automotrices. Allí gobernaron Ricardo Obregón Cano y Atilio López, la izquierda del peronismo. Córdoba era un hervidero, tenía mucha efervescencia, había mucha receptividad en las fábricas a las corrientes políticas que se acercaban a ellas. Pudimos reorganizar entonces el partido. En 1974 cuando se produce el "Navarrazo", el golpe de Estado policial para derrocar al gobierno provincial, terminé en cana junto al actual dirigente del PO Christian Rath. Habíamos ido a un local a una reunión en nombre del PO para organizar la resistencia, pero una redada nos detuvo a todos.

—Ese año cambió la situación política.

—Claro. Además, en 1975 comencé a tener simpatía por la organización de Nahuel Moreno. Después del Rodrigazo y hasta el golpe del 76 hubo un descenso de la actividad sindical porque se veía que se iba todo a la mierda, estaba la Triple A por todos lados, estaba todo feo, muy feo. Empecé a tener menos actividad política, me abrí bastante de PO. Me fui a militar al PST de Moreno, pero no con la energía con la que militaba en PO. Seguí trabajando en la Renault hasta 1980. Así le hicimos el primer paro a la dictadura en el mismo año de 1976. Teníamos al Ejército dentro de la fabrica, las tanques estaban adentro. Ni bien se fueron hicimos un abandono de tareas. Moreno me había ofrecido sacarme del país, pero yo decidí quedarme.

—¿Cómo fue su transición al campo de la ciencia?

—Con la dictadura, la actividad política era mínima y tenía mucho tiempo libre. Yo era joven y siempre fui fierrero, decidí terminar el secundario y hacer una carrera de ingeniería. Me interesaba hacer algo así. Viajaba a Buenos Aires para rendir libre las materias del Nacional y en 1978 ingresé en la universidad. Cambié de turno en la fábrica para poder hacerlo: trabajaba en el horario nocturno. A mediados del 80 dejé la fábrica. En el 84 me licencié, en el 87 me licencié y con una beca del CONICET fui a vivir e investigar a los Estados Unidos.


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Díaz desarrolló entonces su carrera científica hasta lograr dirigir el "Center for Gravitational Wave Astronomy" en Texas, donde además brinda clases en su universidad. Desde allí aportó sus conocimientos y dotes investigativas para lograr ser uno de los científicos que no serán olvidados en el campo de las ideas por su descubrimiento. "A mí me gustaba mucho la filosofía, qué es el tiempo, qué es el espacio, qué hacemos acá, en el sentido materialista de la cuestión. En Los siete locos uno de los personajes es El Ingeniero, que dice que sabe cálculo y lo dice como si fuera un conocimiento prodigioso. Eso me impactó. Descubrí que la física podía ayudarme a responder esas preguntas. Siempre vi al marxismo como una manera de hacer ciencia, de poder entender mediante la razón la naturaleza y la sociedad. No olvidemos que Marx le manda un ejemplar de El Capital a Charles Darwin. Del PO siempre me impresionó esa intención de tener una mirada científica de la realidad. Creo que siempre viví al marxismo de esa manera".


—¿Qué le queda de aquellos tiempos de militancia revolucionaria y adscripción al marxismo?

—La convicción de que el capitalismo no es un sistema que responda a las necesidades humanas. Probablemente cambié en la posición de que hay que machacar con la idea de que la guerra civil es inevitable y que debe tomarse el poder y cambiar las cosas. De alguna manera me convertí en un socialdemócrata. Pero no de esos partidos europeos socialdemócratas que están en bancarrota desde hace tantísimos años. Pero sí creo que me representa Bernie Sanders, incluso en sus orígenes que ocurrieron en una izquierda radical. Sanders propone una serie de medidas que para los Estados Unidos son revolucionarias. Un movimiento como el logrado por su candidatura no se veía en Estados Unidos desde la época de James Cannon, desde la década del treinta. Hay un artículo que salió en el New York Times que describe a Sanders como un judío del Bund, que era el partido socialista revolucionario de los judíos de principios del siglo veinte. Yo estoy seguro de que el aparato del partido demócrata no permitirá que Sanders sea su candidato. De cualquier manera consiguió crear un movimiento. El artículo que te decía termina sosteniendo que si Sanders fuera presidente tendría muchos inconvenientes, grandísimos, para realizar su propuesta. Y dice: "Pero un judío del Bund puede afrontar estos desafíos".


Mario Díaz prueba que sí. Tal vez él sea uno de esos judíos del Bund, pero con apellido hispano y raigambre en el perímetro que delimita al Parque Chas de Villa Urquiza, allí donde había talleres textiles y militancia revolucionaria que luego devino en la aprehensión del conocimiento de la astrofísica. Díaz prueba que se pueden afrontar esos desafíos.