El plan del peronismo para quitarle protagonismo a Cristina Kirchner

Las tribus del PJ evalúan una jugada para evitar que la ex Presidente se coloque ante la sociedad como la única líder de la oposición. La estrategia apunta a aliarse con los sindicatos para potenciar la marcha del 29 de abril

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Cristina Kirchner está feliz de ser oposición. Sin imponerlo desde arriba, logró una cadena oficial para su aparición estelar en el edificio de Comodoro Py, donde fue indagada por haber violado la independencia del Banco Central y habilitar una maniobra financiera que le hizo perder al Estado 70 mil millones de pesos. Su paso por el edificio de la justicia federal despertó el interés genuino de la población, curiosa por saber cómo había procesado la ex mandataria la derrota electoral y los cuatro meses de abstinencia del poder.

Nadie en el Gobierno llamó a los gerentes de los canales para protestar por el despliegue mediático fenomenal que alcanzó Cristina. No sólo porque no creen en conspiraciones como la administración anterior, que -haciendo gala de su rusticidad- ante algo similar hubiera denunciado un intento de desestabilización y no habría cejado en castigos explícitos e implícitos a los responsables de la programación. Además, porque en la Casa Rosada están convencidos de que pocas cosas ayudarán más en la transición que la reaparición de la viuda de Kirchner.

En el peronismo no reina la alegría. "Eramos pocos y volvió Cristina", resumió un intendente del PJ

Un hombre del PRO formado en el peronismo bonaerense lo analizó así: "El regreso de Cristina asegura un peronismo dividido en las elecciones del año próximo. Y, mientras tanto, la distracción permanente de intendentes y gobernadores en torno a dilemas que ya les imprimieron duras derrotas en el pasado reciente: ¿Vamos al acto al que nos convoca o no? ¿Nos suma sacarnos una foto con ella? Y con Julio (De Vido), ¿nos sacamos la foto? Si vamos, ¿aplaudimos o nos quedamos quietos? ¿Le decimos lo que pensamos de La Cámpora o nos callamos?".

En efecto, en el peronismo no reina la alegría. "Eramos pocos y volvió Cristina", se quejó amargado ante Infobae un intendente de la nueva camada, de pasado sciolista. Atribuyó la hiperactividad que está desarrollando la ex Presidente a su conocida costumbre de huir hacia adelante y blindarse políticamente ante otra hiperactividad, la de la justicia federal. "La entiendo, quiere agarrarse de los que tenemos territorio y está bien, pero nos va a terminar hundiendo a nosotros, así que espero que si quiere ser candidata, no sea de la provincia de Buenos Aires", dijo.

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Lo que más le llamó la atención es la convocatoria a la formación de un frente social ("¿querrá armar un partido para ganar elecciones?", ironizó), como dando por sentado que ya no siente propio al Partido Justicialista, donde se formó una lista única que no incluye a La Cámpora, pero tampoco al Frente para la Victoria (FPV), el sello electoral que Néstor armó para ganar la gobernación de Santa Cruz y que luego extendió al resto del territorio nacional. Explicación posible: "Supongo que como (Jorge) Landau es el apoderado del PJ, pero también del FPV, Cristina lo da por perdido".

Lo interesante del peronismo es que exactamente en el mismo momento en que Cristina hablaba ante sus incondicionales, varios dirigentes se cruzaban mensajes de whatsapp reafirmando el compromiso de movilizar el 29 de abril detrás de la convocatoria realizada por las tres centrales sindicales, en realidad cinco, porque al compromiso de los dirigentes de las CGT, Hugo Moyano (Azopardo), Antonio Caló (Alsina) y Luis Barrionuevo (Azul y Blanco), se sumaron las dos CTA que conducen Pablo Miceli y Hugo Yasky.

Todas las tribus peronistas se sumarían a la protesta sindical del 29 de abril, para potenciarla como la verdadera expresión opositora y restarle a la ex Presidente

Mauricio Macri todavía tiene la esperanza de levantar esa marcha que, en principio, sería realizada ante el Ministerio de Trabajo. Algunos dirigentes sindicales de buen diálogo con el Gobierno, incluso, se sumaron a la convocatoria como una forma de presionar para lograr destrabar fondos para sus obras sociales y una mejora palmaria a los descuentos por Ganancias. Pero el acto ante Comodoro Py puso en alerta a la dirigencia peronista que, ahora, decidió movilizarse detrás del sindicalismo para posicionarse como los verdaderos opositores, tanto en representatividad de la dirigencia como en cantidad de movilizados.

Así, gobernadores e intendentes, senadores y diputados, dirigentes de todas las tribus peronistas ("incluidas las más cercanas a Cristina, por qué no"), se colocarían detrás del sindicalismo para protestar por la falta de sensibilidad del Gobierno con los más desprotegidos y la grieta social que está provocando con los aumentos, restándole protagonismo a la viuda.

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No sería la primera vez que los sindicatos, ante la salida del poder del peronismo, ocupen el centro de la escena política, a veces reinstalando la democracia, otras propiciando un golpe, también promoviendo el regreso peronista por elecciones, como fue en 1989, cuando la victoria de Carlos Menem se apalancó, sobre todo, en el carismático Saúl Ubaldini y sus marchas multitudinarias contra el gobierno de Raúl Alfonsín.

Son muchos los peronistas que, por estos días, sueñan con repetir esas jornadas de lucha cegetista que llevaron de nuevo al PJ al poder. No lo tienen a Ubaldini, ese hombre sencillo y honesto, de discursos encendidos. Y cargan con el peso de Cristina, que tiene intenciones de liderar la oposición al Gobierno. Sin embargo, tienen la esperanza de ir disolviéndola en el conjunto de la dirigencia. Hasta algunos optimistas creen que podrán convencerla de que acepte integrarse como una más, a cambio de garantizarle protección política. Habrá que estar atento.

Una escena curiosa se vio en la nueva sede del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Después de la más grande movilización de protesta nacional y popular que recibieron frente al edificio de la calle Uspallata, una masa compacta de dos mil trabajadores de la construcción muy enojados por la paralización de las obras porteñas, en la Sala de Gabinete se presentó la "Agenda de Transparencia e Innovación Institucional" para facilitar el acceso a la información pública, obligar a que todos los funcionarios presenten declaraciones juradas en línea y promover la modernización electoral y el presupuesto ciudadano, entre otras reformas.

Los responsables de esta nueva agenda son el secretario general de Gobierno, Fernando Straface, junto con Alvaro Herrero, subsecretario de Gestión Estratégica y Calidad Institucional, Hernán Charosky, subsecretario de Reforma Política, Ramiro Alvarez Ugarte, director de Calidad Institucional y Rosario Pavese, gerente operativa de la dirección general de Calidad Institucional.

Todos ellos lideraron las más importantes organizaciones de la sociedad civil como CIPPEC, Poder Ciudadano, Asociación por los Derechos Civiles (ADC) y Laboratorio de Políticas Públicas (LPP), y generaron una nueva plataforma institucional que fue muy visible en las últimas elecciones. Por un lado, llevaron adelante "Argentina Debate", que obligó a los candidatos presidenciales a compartir un mismo escenario. Por el otro, se esforzaron por instalar la necesidad de la transparencia electoral para controlar los intentos de manipulación de los aparatos políticos.

Hoy están del otro lado del mostrador, exigiéndole más a los funcionarios del Gobierno porteño y buscando una nueva vinculación con la ciudadanía, promoviendo ese concepto que en el mundo se conoce como "gobierno abierto".

Sólo se trata de la Ciudad de Buenos Aires, que ya tiene casi todos los trámites digitalizados y encaró hace tiempo un proceso de modernización estatal. La distancia con el Gobierno nacional y los gobiernos provinciales, que en la mayoría de los casos se maneja con expedientes en papel que demoran meses para pasar de una oficina a otra, es sideral. Pero, en fin, tal vez Argentina doble el codo y supere el dramático abandono de los últimos años, que dejó a tantos argentinos subsumidos en la pobreza y pueda asomar el país justo, equitativo y moderno que nos merecemos.