Primera prueba de amor de Mauricio Macri a sus "amigos sindicalistas" y "hermanos trabajadores"

El tiempo dirá hasta dónde llega la fraternidad entre el Presidente y los gremios peronistas, una relación que tendrá a las paritarias como prueba de fuego

Compartir
Compartir articulo
 Adrián Escandar 162
Adrián Escandar 162

Con los anuncios de reformular Ganancias y de extender las asignaciones familiares a un mayor número de trabajadores, Mauricio Macri formalizó la primera prueba de amor que le venían reclamando los caciques de las tres CGT, a quienes señaló ayer en la Casa Rosada como "amigos sindicalistas" primero y "hermanos trabajadores" después.

Los días irán diciendo hasta dónde llega la fraternidad entre el Presidente y el sindicalismo peronista, que condiciona cualquier comportamiento futuro suyo a la evolución económica. La marcha de las paritarias, ya comenzadas en algunos sectores, será indicativa de la confianza que tengan o no los gremios en que Macri logre domar el potro de la inflación, la afección endémica de la economía argentina.

Por lo pronto, los sindicalistas dieron ayer un aprobado al Presidente, que volvió a abrirles la puerta por segunda vez en siete días, sentándolos esta vez en la primera fila del Salón Blanco, codo a codo con gobernadores y con los principales referentes del macrismo. Bien cerquita del poder, como le gusta a la ortodoxia sindical.

En cualquier caso, ninguno de los catorce dirigentes gremiales que asistió ayer al llamado de Macri, empezando por el camionero Hugo Moyano, se quedó sin formular algún reparo sobre los criterios que utilizó el Ejecutivo para actualizar Ganancias. Se valoró más, sin embargo, que el Gobierno hubiera dado una señal de estímulo a los trabajadores, aunque en este caso circunscripta a un 15 por ciento de ellos, aproximadamente.

"La reforma integral se hará en el Congreso. Ahí se debatirá sobre el tema de las escalas, la automaticidad, las inequidades, la tablita de Machinea... Pero, mientras, Mauricio corrigió lo que había que corregir", decían algunos barones sindicales en cuanto a la imposibilidad que tiene el Presidente para legislar en materia impositiva. Macri sólo estaba facultado para elevar el piso por decreto.

El kirchnerismo se desentendió sistemáticamente del tema Ganancias durante doce años. El macrismo, en cambio, levanta esa bandera con la intención de crear una mejor condición térmica para la discusión de las paritarias.

"Es un avance, pero faltan muchos temas por discutir", puntualizó Moyano sin querer regalar nota. Como sea, tras intercambiarse besos con Patricia Bullrich, con quien en los tiempos de la Alianza se gruñían, destacó que hubiera sido un gobierno no peronista el que diera el paso para restituir las asignaciones familiares a un universo mayor de trabajadores.

La CGT del camionero propiciaba en verdad un mínimo no imponible más significativo que los 30 mil pesos fijados por Macri. Para ver si ese valor se puede subir un poco, Moyano comenzó a precalentar de cara al próximo debate impositivo en el Parlamento. En esa dirección, reunió esta semana en su central a los legisladores de extracción sindical que le responden: el senador petrolero Guillermo Pereyra, el canillita Omar Plaini, su propio hijo Facundo, entre otros.

No será el de Moyano el único grupo sindical de presión. También buscarán hacer valer sus influencias los gremios que con más vehemencia defendían el relato K. Será el diputado Oscar Romero, del Smata (mecánicos), el encargado de representar los intereses de la tribu en la que sobresale el metalúrgico Antonio Caló, a quien ayer no se lo vio por las inmediaciones de Plaza de Mayo. Optó por no ir esta vez para no tener que volver a dar explicaciones a sus socios, que ya le habían reprochado su presencia en la reunión de Macri con los sindicalistas del jueves anterior.

Hasta el "independiente" Gerardo Martínez, de la Uocra, envió su adhesión desde San Pablo (Brasil), a la iniciativa presidencial. Aunque recordándole a Macri que la enorme mayoría de los sectores laborales más numerosos (empleados de Comercio, obreros de la construcción, metalúrgicos), por su discreto nivel salarial, observan una discusión, la de Ganancias, que no los roza y de la que ningún beneficio van a obtener.

También calificó como bueno el "gesto" de Macri el ferroviario Omar Maturano. Pero hasta ahí. Recordó a Infobae su pertenencia a la Confederación de Gremios del Transporte (CATT), un grupo que propone directamente la eliminación del llamado impuesto al trabajo.

"El propio Presidente dijo durante la campaña que se trataba de un gravamen confiscatorio. No se puede admitir que a los trabajadores de nuestro sector les saquen unos tres salarios por año. A los transportistas nos obligan a hacer horas extras y a trabajar los feriados y nos gravan esos fondos también", se quejó el líder de los conductores de locomotoras. Dijo que la CATT llevará sus reclamos hasta el Congreso cuando empiece la discusión por Ganancias. Según precisó, van a acompañar la actualización del impuesto a las Ganancias siempre y cuando vean encaminada alguna discusión puntual para su supresión definitiva.

Precisamente, la de la Fraternidad es una de las paritarias que ya empieza a tomar forma, toda vez que se va a discutir durante marzo. Maturano anticipa que pedirá un incremento salarial del 30 por ciento por un año. Rechaza el desdoblamiento de la negociación, pero admite una cláusula gatillo, el nombre que lleva el ajuste automático de haberes de acuerdo con el costo de vida.

El temor de cualquier sindicalista con el que se habla pasa hoy por lo que pueda ocurrir a partir del mes que viene, cuando se materialicen los incrementos en el gas, la electricidad y la nafta, entre otros tarifazos.

Mientras la dirigencia tradicional, mal o bien, negocia con el Gobierno, los sectores del sindicalismo alternativo, de los que el Gobierno no tiene registro, se preparan para salir airosos del desafío que le han hecho al Presidente los estatales de ATE, que van a un paro el miércoles que viene. La Pastoral Social se ofreció a mediar en el contencioso. Allí estuvo claramente mano del histórico dirigente estatal Carlos Custer, ex embajador argentino ante la Sede y con fuertes contactos en la cúpula de la Iglesia católica.