El gobierno del presidente Barack Obama aprobó la apertura de la primera fábrica estadounidense en Cuba en más de medio siglo, al autorizar a una empresa de Alabama a que construya una planta que ensamblaría hasta 1.000 tractores pequeños al año para su venta a agricultores independientes en la isla.
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Esa confiscación provocó un embargo estadounidense sobre Cuba que prohibió prácticamente todas las formas de comercio y que multó a aquellas firmas no estadounidenses con millones de dólares si hacían negocios con la isla.