Ola de asesinatos vinculados al narcotráfico en la Villa 31

Crímenes de alto nivel de violencia con la droga como signo se repiten en el asentamiento de Retiro. Entre las víctimas hay menores y mujeres. Un misterioso cadáver apareció maniatado en la basura de la terminal de micros

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Adrián Escandar
Adrián Escandar

El domingo 17 de enero por la madrugada en la manzana 99 de la Villa 31 bis, en el sector conocido como Playón Este, el personal de la Comisaría N°46 y de la Unidad de Prevención Barrial levantó el cadáver de un varón de entre 30 y 40 años, junto a tres vainas servidas y dos postas de plomo en el suelo. El caso, rápidamente caratulado como homicidio, llegó al escritorio de los funcionarios de la Fiscalía de Instrucción N°29 en la calle Tucumán. Acordonar la escena y enviar a Policía Científica fue el primer reflejo, para luego remitir al cuerpo a la Morgue Judicial.

La autopsia, cuyos resultados llegaron esta mañana, determinó que el hombre había muerto de cinco balazos; todos de gran calibre y que le traspasaron el cuerpo. En su mano, el hombre asesinado tenía un sobre lleno de pasta base. La casilla frente a la que murió, un kiosko, tenía un llamativo agujero en su pared: se sospecha, precisamente, que se vendería paco en ese punto.

La investigación se centra en averiguar cómo se llama el muerto. Una mujer se presentó en la Fiscalía N°29 diciendo que su marido había desaparecido, pero la edad reportada no condice con la del hombre hallado en la manzana 99. La Justicia, tras tomar muestras de ADN y preservar vísceras, espera la devolución de los cotejos de huellas dactilares. El horario del hecho, 2:10 AM, lleva a inferir que la víctima era un vecino o habitué de la zona. Pero de vuelta en el barrio, con un hombre baleado sobre la calle de tierra, los vecinos no quieren decir nada. A pesar de ocho tiros de alto calibre en plena noche, niegan haber oído cualquier cosa que se parezca a un homicidio.

El miedo no es para menos: el Playón Este fue el escenario durante todo el último año de una guerra entre traficantes paraguayos y peruanos, con bandas como Los Sampedranos y la sombra de nombres narco como César "El Loco" Morán, cuya deportación a Perú fue tramitada por el jefe de la PROCUNAR Diego Iglesias y el juez Sebastián Casanello y "Ruti" Mariños, rival histórico de Marco Estrada González.

Para la Fiscalía N°29, la muerte del varón desconocido fue una ejecución, lisa y llanamente. Las implicancias narco, por otra parte, se vuelven evidentes también. Pero el caso no es una cuestión aislada, ni en la Villa 31 bis ni en otros asentamientos en territorio porteño donde la muerte narco cobró fuerza en las últimas semanas. Voces judiciales y policiales coinciden en que hay un rebrote de homicidios. Quién dispara las balas y quién da las órdenes todavía es un punto a resolver, pero las víctimas no son las mismas de siempre.

El año pasado, Infobae relató el caso de Juan "Piedrita" Arredondo, un joven presunto gatillero nacido en Lima a las órdenes de César Morán, hoy preso junto a su jefe en Devoto. Sus supuestas víctimas fueron una ex mujer de Morán y otros peruanos implicados en su organización, dealers de menor rango que le habrían robado al patrón. "Que se maten entre connacionales es lo usual", dice una voz veterana en pesquisas de la zona. Sin embargo, la muerte en la 31 bis de María del Valle Ibarra, de nacionalidad argentina y 26 años de edad, distó de ser la norma.

El 14 de enero último efectivos de la Comisaría N°46 la hallaron en la manzana 114. Tenía al menos tres impactos de bala. El SAME no tardó en pronunciarla muerta. La Fiscalía N°30, a cargo de la instrucción del expediente, mandó a recoger testimonios y buscar material de cámaras de seguridad, con la intervención de la Unidad Criminalística y una posterior autopsia. Con el tiempo, los policías a cargo de la pesquisa detectaron que la joven habría sido una adicta que denunció a traficantes de la zona.

La muerte de Leonel Francisco Ortigoza, ocurrida a las 0:20 horas del 1° de enero e investigada por el fiscal Eduardo Cubría, fue de una crueldad particular. Leonel, también de nacionalidad argentina, tenía apenas 16 años. Lo acribilló un desconocido a bordo de una moto con un cómplice al volante frente a su casa en la manzana 11 de la 31 bis, parte de lo que se conoce como Barrio Chino, un sector controlado por traficantes peruanos. Fuentes del caso, con la investigación en pleno proceso, no confirman ni desmienten si la mano narco está involucrada, pero al ser baleado para luego morir en el hospital Rivadavia, Leonel estaba entre un grupo de amigos: el tirador en la moto le apuntó específicamente a él.

El 26 de diciembre de 2015, la Comisaría N°46 recibió un llamado al menos inquietante: había un cadáver en los containers de basura detrás de la terminal de micros de Retiro. Quienes lo reportaron se fueron lo más rápido posible, sin dejar datos: no querían ser identificados. El cuerpo estaba atado de pies y manos con alambre. Llevaba, según pericias, apenas seis horas de muerto. Como en el caso de la manzana 99, ni siquiera hay un nombre para esta víctima, cuya autopsia indicó como causa de muerte un fuerte traumatismo de cráneo. Los detectives de la división Homicidios de la PFA entraron en el caso; la fiscal a cargo ordenó el relevamiento de cámaras domo a la división Apoyo Tecnológico, que sean preservadas las manos para hisopados bajo las uñas en busca de tejidos. Voces en la policía creen que esta muerte no sería fruto del negocio de drogas: los mensajes de los traficantes suelen ser más drásticos, un simple tiro alcanza. Para la Justicia, la sospecha narco persiste.