La nueva terapia que promete revolucionar los trastornos de alimentación

Alterar la respuesta del cerebro a las imágenes de modelos flacas ayuda a las adolescentes con trastornos de alimentación. Por primera vez se usó un escaneo para ver cómo afecta al cerebro un programa de prevención psicológico

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Científicos del Instituto de Investigación de Oregon (ORI) publicaron un estudio que prueba, por primera vez con imágenes del cerebro (es decir, evidencia material, no cualitativa), la eficacia de un tratamiento psicológico para la prevención de los desórdenes de alimentación. Luego de haber pasado por un programa terapéutico, las participantes mostraron que las zonas de recompensa de su cerebro no se activaban como antes frente a las imágenes de supermodelos delgadas y, en cambio, reaccionaban positivamente ante las fotos de mujeres de peso normal.

El programa terapéutico The Body Project (Proyecto Cuerpo) había sido evaluado antes por medio de entrevistas a las participantes, y las pruebas indicaban que la intervención psicológica reducía la búsqueda del ideal irreal de delgadez que se promueve en los medios masivos, sobre todo, para las mujeres. Pero este estudio brinda la primera evidencia tecnológica de ese efecto: imágenes obtenidas por resonancia magnética funcional sobre cómo un programa de prevención de conductas basado en la palabra puede cambiar la actitud de las adolescentes y las mujeres jóvenes ante la imposición de los valores irreales de belleza.

En el experimento participaron 38 adolescentes mujeres en riesgo de desarrollar trastornos de alimentación, convocadas públicamente en la Universidad de Oregon y evaluadas por los investigadores. La primera resonancia magnética funcional que se les realizó mostró que cuando veían imágenes de supermodelos, la región de recompensa de sus cerebros se activaba. Luego de ese estudio inicial, se las dividió en dos grupos: uno pasó por el programa de intervención psicológica The Body Project, el otro no.

Cuando se las volvió a someter a la resonancia magnética funcional, aquellas que recibieron la terapia no reaccionaron igual ante las mismas imágenes de supermodelos; en cambio, la región de recompensa de sus cerebros mostraba una activación mayor ante las imágenes de mujeres saludables de peso normal. Las participantes del estudio en el grupo de control –es decir, aquellas que no pasaron por el programa– no manifestaron ese cambio.

"Según nuestra teoría, la valoración excesiva del ideal de delgadez juega un rol central en el origen de los desórdenes alimentarios", dijo a Infobae el autor principal de este experimento, Eric Stice, científico ORI, y profesor del Departamento de Psicología de la Universidad de Texas en Austin.

"Las mujeres jóvenes que manifiestan un apoyo más fuerte al ideal de delgadez tienen un riesgo alto de desarrollar desórdenes de alimentación en el futuro", agregó. "Zonas del cerebro como la corteza órbitofrontal, el núcleo caudado y la amígdala muestran una activación mayor cuando vemos imágenes de algo que deseamos o valoramos".

—¿Qué papel juegan las imágenes públicas, en los medios de comunicación y en la esfera comunitaria, de mujeres flacas?

—Creo que si los medios masivos no promovieran tanto el ideal de delgadez, la incidencia de desórdenes de alimentación sería menor. Pero esa promoción es, en realidad, uno de los varios factores de riesgo en el caso de los desórdenes de alimentación; por lo cual probablemente también deberíamos tener que reducir la disponibilidad de alimentos de alto valor calórico que están en todas partes, al menos en los Estados Unidos.

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El mensaje de las imágenes importa

La anorexia y la bulimia, entre otros trastornos, afectan a un porcentaje de entre el 10% y el 13% de las mujeres jóvenes y al 3% de los varones. Además del sufrimiento en sí, los trastornos de alimentación están "marcados por la condición crónica, las recaídas, la angustia, los impedimentos funcionales", según sintetizó Stice en un artículo anterior, "Modelos interactivos y de mediación en la etiología de los trastornos de alimentación". Además –agregó allí– "los individuos con trastornos de alimentación tienen un riesgo futuro mayor de obesidad, depresión, intentos de suicidio, trastornos de ansiedad, abuso de sustancias y mortalidad".

En el nuevo estudio, "Dissonance-Based Eating Disorder Prevention Program Reduces Reward Region Response to Thin Models" ("Un programa para la prevención de los trastornos de alimentación basado en la disonancia cognitiva reduce la respuesta de la región cerebral de la recompensa ante las modelos delgadas"), publicado en Plos ONE, Stice, Sonja Yokum y Allison Waters brindan pruebas novedosas sobre cómo un programa de prevención psicológico genera cambios neuronales que ayudan a las adolescentes y mujeres jóvenes con problemas sobre su imagen corporal o con trastornos de alimentación.

La disonancia cognitiva es un concepto que describe una contradicción en el sistema de ideas, creencias y emociones de una persona, porque la hace sostener a la vez dos pensamientos en conflicto. Según el psicólogo estadounidense Leon Festinger, que lo creó a finales de la década de 1950, ante esa incongruencia, la persona intenta generar ideas y creencias nuevas para reducir la tensión de los opuestos, hasta conseguir que sus ideas y actitudes consigan coherencia interna.

—¿En qué consiste su programa basado en la disonancia cognitiva?

—The Body Project es una intervención psicológica para la aceptación del cuerpo basada en la tarea en grupo, por la cual mujeres jóvenes con preocupaciones sobre su imagen corporal discuten los efectos negativos de tratar de emular el ideal de delgadez que se patrocina para las mujeres en los medios de Occidente. Básicamente, ellas realizan una serie de ejercicios verbales, escritos y de conducta por medio de los cuales consideran los costos de perseguir ese ideal de delgadez.

Dentro del paradigma de la disonancia cognitiva, las jóvenes discuten "un punto en particular (en este caso, que tratar de lucir como las supermodelos puede ser dañino), lo cual impulsa a la gente a poner sus actitudes en línea con la perspectiva que ha discutido (una reducción de la búsqueda del ideal de delgadez que los medios de Occidente patrocinan para las mujeres)", desarrolló Stice. "Para decirlo con sencillez: la gente prefiere mantener coherencia entre sus actitudes y sus conductas, por lo cual al poner a estas mujeres jóvenes con problemas sobre su imagen corporal, que típicamente persiguen el ideal de delgadez, a discutir contra él, se reduce su búsqueda de este ideal irreal".

Si en lugar de enfocarse en la sobreexposición de las mujeres a los ideales irreales de delgadez se pensara en el efecto de exponerlas a imágenes de valoración del peso normal, se vería que una intervención terapéutica puede contrarrestar los efectos nocivos de una cultura de dominación. Y se vería en el modo en que el cerebro responde a los estímulos sobre una cuestión central en el desarrollo de un trastorno psicológico "que afecta a las mujeres jóvenes de modo desproporcionado", según Stice. La base de ambos enfoques es la misma: la valoración de las imágenes que se promueven como positivas juegan un papel central en la valoración de la propia imagen corporal.

—¿Cómo comenzó el programa?

—La idea me surgió por casualidad. Estaba tratando a alguien con anorexia nerviosa en [la Universidad de] Stanford. Luego de pasar algo así como seis sesiones de terapia tratando de argumetar para sacarla de su actitud de comer poco y ejercitarse de más, decidí que usáramos una sesión para que ella tuviera que argumentarme a mí en contra de la anorexia nerviosa. Repetí como un loro varias cosas que ella me había dicho, lo cual resultó en que ella tuviera que argumentar contra sus propios puntos de vista sobre la anorexia nerviosa. Eso tuvo, claramente, un buen efecto terapéutico, lo que me dio pie para tratar de crear un programa de prevención de los trastornos alimentarios basado en la disonancia cognitiva. En aquel tiempo casi nada más funcionaba, así que quise probar algo distinto, original.

En The Body Project, las participantes debaten sus creencias sobre el ideal de delgadez mediante el método socrático, por el cual una persona formula un concepto y otra asiente e indaga más, o lo contradice. En los estudios anteriores a éste, todos cualitativos, se confirmó que la intervención terapéutica reducía algunos factores de riesgo de trastornos de alimentación (la internalización del ideal de delgadez o la insatisfacción con la imagen corporal, por ejemplo) y también algunos síntomas de trastornos de alimentación, además de demorar o eliminar la aparición de ese problema.

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Hacia un tratamiento fácil y económico

El doctor Stice ha completado más de veinte estudios sobre este tema y sus derivados: aumentos potenciales de los trastornos de alimentación, la masa corporal, la depresión, la obesidad, sus interacciones y las opciones para su prevención. Pero este es el primer estudio que utiliza imágenes del cerebro (es decir, tecnología, en lugar de evaluaciones psicológicas) para detectar los efectos de un programa de prevención de conductas.

—¿Cómo se le ocurrió ese enfoque más impersonal que la evaluación verbal?

—Elegimos que las imágenes del cerebro nos dieran una prueba biológica de la intervención psicológica porque ya habíamos hecho mucho trabajo sobre imágenes del cerebro para identificar los factores de vulnerabilidad neuronal que anticipan el aumento excesivo de peso. Eso me ayudó a darme cuenta de que esta herramienta es muy buena para detectar los efectos de las intervenciones terapéuticas. También hemos trabajamos con pruebas genéticas y hemos publicado mucha literatura metaanalítica. Todas esas herramientas han sido útiles en la investigación.

— ¿Cuáles son las implicancias principales de este hallazgo, en particular para las mujeres que sufren desórdenes alimentarios o depresión vinculada a los ideales irreales de belleza?

—La consecuencia fundamental es que deberíamos implementar The Body Project entre tantas adolescentes como sea posible. La compañía Dove y un puñado de otras organizaciones, como la Asociación Nacional sobre Desórdenes de Alimentación (National Eating Disorder Association), lo están haciendo, lo cual es fascinante. [Dove difunde una variante de este programa de prevención, llamada "Free Being Me" ("Libre de ser yo") en 116 países].

Al día de hoy, explicó, más de dos millones de mujeres jóvenes han completado esta intervención psicológica o alguna variante de ella. "En este momento, evaluamos una versión mejorada para el tratamiento de los desórdenes de alimentación. Sabemos que la versión estándar de The Body Project, de cuatro horas, produjo reducciones enormes en los síntomas de desórdenes de alimentación. Esto nos impulsó a desarrollar un tratamiento para los trastornos de alimentación basado en la disonancia cognitiva, lo cual ha producido resultados realmente alentadores".

El doctor Stice citó otro de sus trabajos, en colaboración con otros científicos: "Ensayo piloto aleatorio y controlado de un tratamiento nuevo para los desórdenes de alimentación basado en un tratamiento de disonancia cognitiva grupal". Los participantes de ese ensayo "mostraron una reducción mayor de la internalización del ideal de delgadez" porque la terapia "produjo una reducción de los síntomas de los desórdenes alimentarios que están a la par de aquellos que se consiguen con tratamientos más intensivos, tanto individuales como familiares, en individuos con desórdenes alimentarios". Estos hallazgos –concluye el artículo que Stice facilitó a Infobae– son alentadores "dado que estas intervenciones grupales requieren la vigésima parte del tiempo necesario en los tratamientos actuales para varios desórdenes de alimentación".

Tiempo es, una vez más, dinero: actualmente, el 80% de las adolescentes y el 57% de las adultas con desórdenes alimentarios en los Estados Unidos no reciben tratamiento. La estadística en otros países del mundo no es mejor, inclusive donde hay salud pública, por la característica de influencia social que contribuye –desde la familia hasta los medios– a la aparición de esos problemas. "Lo creamos para que sea un tratamiento de vanguardia para los trastornos de alimentación, que además se podría implementar de manera muy sencilla y económica", concluyó Stice.