Una nueva oportunidad

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"Estamos contentos. Nace una esperanza. Ahora el país, la provincia y la ciudad están en espera. Confiamos". El mensaje de texto de mi mamá, ayer a las 18:34 hs con el rumor del triunfo de Cambiemos, resume la necesidad y la expectativa de un cambio ante un modelo de gobierno agotado en sus recursos y en sus formas.


Al mismo tiempo, el "confiamos", maternal y cálido, nos recuerda el desafío de esta hora de la historia: ser capaces de no defraudar esa esperanza, que no se agota en la pericia técnica necesaria para satisfacer las expectativas económicas de más de cuarenta millones de habitantes y más de diez millones de pobres, sino también en gobernar con valores éticos implacables e instituciones propias de un régimen democrático y republicano, con respeto a la división de poderes y al pluralismo de ideas.


El mensaje de las urnas también ilumina la madurez ciudadana en materia económica: no queremos populismo miope ni convalidamos relatos y estadísticas que pretendan disfrazar la realidad. Hará falta un Gobierno con un ojo en el día a día para abordar una herencia económica compleja, pero otro en 2030, que despliegue una agenda de desarrollo que trascienda el nocivo péndulo de las últimas décadas.


Un programa económico que no se agote en la inmediatez básica (bajar la inflación, normalización cambiaria, no gastar todo el tiempo más de lo que ingresa, no tentarse con "la maquinita de la emisión", reinsertarse en el mundo comercial y financiero), sino que sepa abocarse, con paciencia y perseverancia, a la reconstrucción de instituciones económicas que combinen las verdaderas fuentes del desarrollo sostenido: inversión en educación y acumulación de capital humano, incentivos a la innovación privada para competir con el mundo con salarios altos, provisión de bienes públicos de calidad (desde la estabilidad macro hasta la infraestructura). El dilema entre la última década y los '90 no solo es simplificador, sino falso. Entre ambas orillas no hay un arroyo, sino un océano de estrategias alternativas de desarrollo.


El desafío es que el cambio no sea un eslogan de campaña, sino una nueva forma de gobierno, que exige no solo a los nuevos funcionarios públicos, sino a toda nuestra clase dirigente política, empresarial y sindical, de modo que a mediados de la próxima década podamos reconocernos en el camino del desarrollo inclusivo. Sin versos, sin magia, sin relato, sin pobres. No podemos defraudar a mi mamá. Ni a nuestros hijos.


El autor es Economista de Cambiemos. Gerente general del Banco Ciudad. En Twitter: @hernanlacunza.